Devocionales

Su mirada está sobre el gorrión

Kelly Minter 13 de agosto de 2014
Por eso les digo: No se preocupen por su vida, qué comerán o beberán; ni por su cuerpo, cómo se vestirán. ¿No tiene la vida más valor que la comida, y el cuerpo más que la ropa? Fíjense en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni almacenan en graneros; sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que ellas?. Mateo 6:25-26 (NVI)

Cuando me mudé a Nashville años atrás en busca de una carrera en música, nunca imaginé que aterrizaría aquí. Aquí, en el río Amazonas, donde el día comienza cuando sale el sol, y la mañana llega tempranamente.

Mi cabeza daba vueltas al ver la complejidad de la selva - ¡el hecho de que todo esto crece y prospera sin Wall Street (la bolsa de valores), los celulares y nosotros! Apropiadamente, me sentí pequeña. No dejaban de maravillarme las relaciones interdependientes incontables: esta criatura que sobrevivía de tal árbol, el cual dependía de esa semilla, transportada por aquellas aves. Era asombroso ver cómo todo se encontraba en este equilibrio delicado, tal como dice en las palabras bellas y misteriosas de Colosenses 1:17b (LBLA), en Cristo "todas las cosas permanecen".

Muchas veces pienso que soy yo quien hace andar todo. Ocupándome de citas, planeando la cena, esperando saber si el informe médico le da esperanza a mi amiga... Suelo pensar que la vida se trata de sostener todo este ajetreo, mientras que la vida en la selva parecía marchar sin ningún esfuerzo. Mientras caminaba bajo las copas de árboles, escuchaba el crujir de la vegetación bajo mis pies. En ese momento sentí una convicción y humildad por la altura delicada e imponente de la selva.

Parecía que Dios me decía: Si cuido de los pájaros que no tienen granero y de las flores que no necesitan trabajar ni hilar para verse espléndidas, ¿cuánto más Me preocupo por ti? En Su Sermón del Monte, Jesús destaca Su cuidado de la naturaleza, comprobando que si cuida de las criaturas más diminutas, por cierto no tenemos que preocuparnos acerca de lo que vamos a comer, beber o con qué vestirnos, porque Él conoce nuestras necesidades.

Necesito depender más sobre esta verdad ya que, como dispongo de comida, ropa y donde vivir, no suelo buscar que Dios provea esas necesidades básicas. Yo sabía que Dios le pidió a Su pueblo suplir las necesidades de los pobres, para demostrar de manera tangible que Él conoce sus necesidades y Le importa suplirlas. Tenía conocimiento de esta verdad, pero lo que no sabía era cuán personal se sentiría.

Mientras estuve allí, visité una escuelita en el pueblo de Chita. En la aula, habían alrededor de veinte niños que entre las edades de tres y diez años; ahí les enseñabamos canto, un teatro de títeres y una historia bíblica.

Cuando preguntamos si alguien quería venir a orar, un niño de cuatro años llamado Yan saltó de su silla. Yan miró atrás para agarrar la muñeca de su madre y la jaló hacia adelante. “Necesitamos una casa”, dijo él, con toda sinceridad.

Agaché mi cabeza, dándome cuenta que yo jamás había orado para que Dios le proveyera a alguien una casa. Claro que en el pasado había orado pidiendo a Dios que les ayudara a mis amigos “encontrar una casa”, pero en realidad me refería a que pudiesen encontrar una ubicada en una zona ideal, contando con buenas escuelas e impuestos leves… tal vez cerca de una piscina, una buena iglesia y un parque. Mi oración no conllevaba la intención de que Dios les proveyera una casa en el sentido literal.

Cuando llegó la hora de despedirnos de los habitantes de Chita, allí se encontraba Yan parado solito en la orilla del río. ¡Como deseaba no dejar atrás a ese niño! Mientras el viento acariciaba mi cara y el paisaje frondoso pasaba por nuestro lado, entré en una reflexión calmada.

Un niño de cuatro años me enseñó algo sobre la dependencia y la oración y Dios usó el monte mismo para hablarme. Caminar por la selva amazónica fue como caminar por un templo.

Existía algo divino en el experimentar la creación de la manera en que habla el salmista de los cielos que declaran la gloria de Dios, soplando expresiones que llegan hasta los confines de la tierra. Me encontraba en los “confines de la tierra” y aún ahí estaba Él. Y Su mirada estaba en las aves … un pequeño gorrión llamado Yan, y una gorriona más grandecita llamada Kelly.

Amado Padre Celestial, yo Te proclamo como mi Proveedor. La preocupación, el esfuerzo propio, y las inquietudes no vienen de Ti, porque Tú provees por cada una de mis necesidades. Por favor dame la gracia para confiar en Ti todo lo que pesa mi mente y mi corazón. Cuando mi ansiedad se vuelva abrumadora, dame la paz de Cristo que trasciende mi entendimiento. Gracias por prometerme que nunca me dejarás ni abandonarás. En el Nombre de Jesús, Amén.

VERDAD PARA HOY

Mateo 7:7, Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá. (NVI)

Colosenses 1:17, Él es anterior a todas las cosas, que por medio de él forman un todo coherente. (NVI)

REFLEXIONA Y RESPONDE

Identifica una preocupación o inquietud actual y luego medita en los versículos claves de Mateo 6:25-26. ¿Cuál verdad le habla a la ansiedad que tienes hoy?

Vemos en Colosenses 1:17 que Cristo mantiene todas las cosas unidas. ¿Cuáles pasos prácticos puedes tomar para confiar tus preocupaciones al cuidado del Todopoderoso?

© 2014 por Kelly Minter. Todos los derechos reservados.

Estamos agradecidas a nuestras voluntarias por su trabajo realizado en la traducción de este devocional al español. Conócelas aquí.

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