El enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado. Y el que está sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Apocalipsis 21:4-5a (LBLA)
Podía sentir el lento latido de su corazón mientras recostaba mi cabeza en su pecho. Las lágrimas rodaban silenciosamente por mi rostro mientras contenía los sollozos que estaban por escapar desde lo profundo de mi corazón.
Cerrando mis ojos, recordé un momento cuando tenía 5 años. Mi papá me sostenía sobre sus anchos y fuertes hombros el día que me llevó al zoológico. Hacía tanto tiempo desde aquel momento y sin embargo, atesoraba esos lindos recuerdos. Mi corazón se rompía.
Señor, todavía no. Por favor. No estoy lista para decir adiós. Todavía tengo mucho que decir. Y quiero que sea significativo. Quiero que papá sepa cuánto lo amo. Todavía no, Señor, aún no.
Mientras me acurrucaba más cerca, como esa niña de 5 años hace tanto tiempo, podía escuchar su respiración superficial. Suavemente puse su mano dentro la mía.
Gracias, Señor, por permitir que papá no tenga dolor. Cuando llegue el momento, por favor llevatelo en paz. Pero aún no, Señor, todavía no.
Escucho el reloj marcar la hora con su tic toc. Los momentos pasan. Pero los recuerdos permanecen.
Y llega la hora.
Despedirme de mi padre ese día fue una de las experiencias más difíciles de mi vida. Solo habían pasado 15 meses desde que mi madre falleció, y la idea de perderlo también a él era más de lo que podía soportar.
Ya no podía oír su voz decirme: "Te amo". Ya no podía llamarlo y pedirle su consejo. Ya no podía ver su sonrisa o sentir su mano sosteniendo la mía.
Ya no.
En este mes se cumple el segundo aniversario de la muerte de mi padre. No pasa un día sin pensar en él y en mi madre. Los extraño mucho. Anhelo estar con ellos de nuevo.
Pero incluso en medio del "ya no" aquí en la tierra, hay un rayo de esperanza que brilla dentro de mí. La promesa de que algún día sí volveré a ver a mis padres.
Me consuela saber que existe un lugar real creado por Dios y preparado por Jesús para cada uno de nosotros, si aceptamos Su invitación. Un lugar extraordinario de maravillas asombrosas. Mucho más de lo que somos capaces de entender o imaginar. Un lugar llamado el cielo.
Al despertarme y enfrentar otro día en la tierra de "ya no están", anclo mi corazón en la promesa segura de Jesús que encontramos en Juan 14:2, En la casa de mi Padre muchas moradas hay. De otra manera, se los hubiera dicho. Voy, pues, a preparar lugar para ustedes (RVA-2015).
En aquellos momentos cuando vuelven los recuerdos y resurge la tristeza, encuentro consuelo e incluso gozo a favor de mis padres, al reflexionar sobre la promesa del versículo clave de hoy. Porque en el cielo no hay luto, llanto, dolor o muerte. Todas las cosas son hechas nuevas.
Si eres como yo y extrañas a alguien especial hoy... alguien que anhelas ver de nuevo, para sostener su mano en la tuya, capturar su sonrisa o simplemente decir: "Te amo"... y sin embargo te das cuenta de la realidad de que “ya no están”, una realidad que está presente en cada día de tu vida sin ellos.
¿Te puedo alentar con la verdad? Si tu ser amado aceptó la invitación de Dios, entonces no está muerto, sino que vive en el cielo. En ese lugar extraordinario, de maravillas asombrosas, donde el dolor y la tristeza nunca pueden persistir.
Está experimentando gozo y paz como nunca antes, ya que celebran el esplendor de su hogar eterno.
Y hoy hay esperanza, consuelo y seguridad para ti de que, si aceptas la invitación de Dios, también los verás nuevamente algún día.
Padre celestial, gracias por crear el cielo. Un lugar donde pasaremos la eternidad Contigo y nuestros seres amados que han aceptado Tu invitación. Ayúdanos a vivir con un corazón alegre y compartir la esperanza que tenemos de la vida eterna con otros. En el Nombre de Jesús, Amén.
VERDAD PARA HOY
Juan 3:16, Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito[a], para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, mas tenga vida eterna. (LBLA)
Juan 11:25, Jesús le dijo: —Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá aun después de haber muerto. (NTV)
Juan 10:28, Yo les doy vida eterna, y nunca perecerán, ni nadie podrá arrebatármelas de la mano. (NVI)
REFLEXIONA Y RESPONDE
¿Conoces a alguien que recientemente perdió a un ser amado? Tómate el tiempo para enviarle una tarjeta, llevarle comida u orar por ellos hoy.
Cuéntales a otros hoy sobre la invitación de Dios a la vida eterna compartiendo la verdad de Juan 3:16.
© 2015 por Leah DiPascal. Derechos reservados.
Estamos agradecidas a nuestras voluntarias por su trabajo realizado en la traducción de este devocional al español. Conócelas aquí.