Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios.… Salmo 46:10a (NVI)
Tengo que ser honesta: la palabra “quieta” – diciendo “no te muevas” – no está en mi vocabulario. ¿Quédate quieta? ¿Siéntate quieta? ¿Permanece quieta? No. Yo me balanceo de un pie a otro o me muevo en mi silla o me muevo de un lado a otro en la cama cada dos minutos, buscando una posición más cómoda.
Entonces, cuando Dios dice: “Quédate quieta”, sé que estoy en problemas. Las palabras pueden sonar tranquilizadoras, pero en las Escrituras son un regaño gentil pero firme. Él dice "Ríndanse" (DHH). "¡Silencio!" (NBV). En el momento en que se escribieron estas palabras, Dios estaba hablando claramente a Su pueblo, propenso a batallar. "Dejen de pelear" (PDT), les dijo, "ya no se peleen" (TLA) y "desistan" (versículo 11, BLPH).
Está bien, pues.
Está claro que en nuestras batallas diarias debemos dejar nuestras armas y confiar en Dios para la victoria, creyendo que vendrá en Su tiempo perfecto y de acuerdo con Su plan perfecto.
Aunque nuestros gestos muestran que estamos de acuerdo, nos seguimos aferrando a esas preocupaciones con ambas manos. Si no nos preocupamos por el futuro de nuestros hijos, ¿quién lo hará? Si no nos preocupamos por la salud de nuestros padres, ¿quién lo hará? Si no nos angustiamos por las decepciones de la vida, grandes y pequeñas, ¿quién lo hará?
Él lo hará. Eso es lo que Dios quiere que entiendas.
Sólo cuando dejamos de movernos y de esforzarnos podemos reconocer la verdad sobre Dios: Él tiene el control.
No importa cuán loco se vuelve nuestro mundo, y definitivamente se está volviendo cada vez más loco, Dios todavía está en Su cielo, y Su buena y perfecta voluntad prevalecerá.
Nuestro versículo continúa, reconozcan que yo soy Dios (Salmo 46: 10a) para recordarnos Quién es Él y lo que Él puede hacer. El Creador de todas las cosas - incluyendo toda la humanidad - sabe cómo calmar nuestros corazones, aliviar nuestras mentes y guiar nuestras vidas en la dirección correcta.
Mientras tanto, nuestro llamado es simple. Quédate quieta. Cree. Estés preparada.
Una mañana de otoño, mi esposo y yo recorríamos un camino rural; fuimos a dar una vuelta en mi automóvil nuevo. Era un jueves hermoso, no había una nube en el cielo, no habían pensamientos problemáticos en nuestras mentes.
Sin previo aviso, un automóvil que venía en la dirección opuesta, se desvió hacia nuestro carril y se dirigió directamente hacia nosotros. Varios autos estaban frente a él, por lo que no pudo volver a la fila. La carretera no tenía arcén, ni carril de paso y ninguna forma de escapar de una colisión frontal.
Tres palabras palpitaban en mi corazón. Quédate quieta. Cree.
Con una fracción de segundo para actuar, me desvié a una amplia zona verde y evité un poste telefónico, un gran transformador eléctrico, un árbol enorme y una valla blanca muy larga.
Cuando finalmente me detuve sin chocar, estaba increíblemente tranquila. Sin lágrimas, sin trauma, sin manos temblorosas.
Otro automóvil, que también había sido expulsado del camino, se detuvo detrás de nosotros. "¿Están bien?", preguntó la conductora ansiosa.
"Bien", le aseguramos, parpadeando el uno al otro con asombro. Estábamos bien. Al igual que nuestro auto. Claramente, el Señor nos había salvado. Mientras me quedé quieta, Él nos estaba dirigiendo.
¿Qué significa esto en nuestra vida cotidiana? ¿Debemos quitar las manos del volante, recostarnos, tomar una siesta y sólo confiar en Dios? No exactamente. Nuestras manos deben permanecer en el volante, en la computadora, en el cesto de la ropa. Donde sea que nuestro día nos lleve, necesitamos estar totalmente involucradas.
Pero cuando surgen las preocupaciones, podemos elevarlas a Dios. Cuando aparecen los adversarios, podemos dejar que Dios los maneje. Para que Dios cambie la forma en que vivimos, primero debemos cambiar la forma en que pensamos. ¿Paso número uno? Quédate quieta.
Señor, ayúdanos a estar quietas y a no luchar; a permanecer sin dar vueltas en círculos. Ayúdanos a sentarnos con calma y esperar la victoria prometida que está en Tus manos capaces. En el Nombre de Jesús, Amén.
VERDAD PARA HOY
Mateo 6:27, ¿Quién de ustedes, por mucho que se preocupe, puede añadir una sola hora al curso de su vida?. (NVI)
Filipenses 4:6, No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. (NVI)
REFLEXIONA Y RESPONDE
Para algunas de nosotras resulta más fácil obligar a nuestro cuerpo a permanecer quieto que acorralar los pensamientos dispersos o someter nuestra voluntad testaruda.
Piensa cuándo, dónde y cómo podrías estar quieta ante el Señor por solo cinco minutos. (¡Es más largo de lo que parece!) ¿Qué descubriste acerca de ti? ¿Acerca de Dios? ¿Acerca del valor de tomarte el tiempo para estar quieta?
© 2016 por Liz Curtis Higgs. Derechos reservados.
Estamos agradecidas a nuestras voluntarias por su trabajo realizado en la traducción de este devocional al español. Conócelas aquí.