Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios. 1 Juan 3:1a (RVR-1995)
Acepté a Cristo cuando era una adolescente. Pero aún después de que hice este compromiso de seguir a Cristo, sentimientos de inferioridad, inseguridad y de insuficiencia me seguían teniendo prisionera. El lamento de “No soy suficiente” era una canción que no podía sacar de mi cabeza. Las mentiras del enemigo me tenían atrapada y mantenían lo mejor de Dios a distancia.
Sentía que siempre desilusionaba a Dios y a mí misma. Intenté ser la mejor persona posible, pero seguía fallando según mi mente.
Me conformé con una fe estancada, segura y atorada, al igual que otros creyentes. Nos veíamos a través de un filtro de pecados y fracasos pasados en vez de vernos a través de nuestra nueva identidad en Cristo.
Después de la secundaria, fui a la universidad donde conocí a un maravilloso hombre Cristiano con el cual me casé. Unos cuatro años después me convertí en mamá. La vida era buena, con la excepción de este sentimiento que persistía, así como persisten los termitas en la madera. Sentía que no estaba a la talla de las otras mamás sonrientes de la iglesia.
Vivía con miedo de que algún día me iban a descubrir, y que ese día, la gente se daría cuenta que no era todo lo que pretendía ser. Vivía bajo un estándar de aprobación, auto impuesto y no muy definido que digamos.
Ecos de mi niñez que me decían “tú eres tan fea” y “¿qué te pasa?” y “no puedes hacer nada bien” me hacían sentir defectuosa. Me senté en grupos de estudios bíblicos como alguien que está en la sala de espera de un hospital, esperando lo mejor pero experimentando lo peor. Mi mayor temor era que no iba a estar más cerca de ser libre de mi inseguridad que cuando empecé el estudio.
A mis treinta y tantos años, aprendí bajo la enseñanza de una mujer mayor en mi iglesia. Ella abrió mis ojos a ver la verdad en las Escrituras acerca de quién yo era como seguidora de Cristo, que tenía, y donde estaba (mi posición) como hija de Dios. Yo había leído esos versículos dispersados en las Escrituras antes, pero cuando ella me animó a ponerlos en una lista, Dios comenzó un trabajo nuevo en mi corazón.
Tú eres escojida.
Tú eres muy amada.
Tú eres bendita
Estas verdades estaban justo ahí en las páginas de mi Biblia en blanco y negro y algunas en rojo.
Tú eres santa.
Tú eres libre de condenación a través de la muerte de Cristo.
Tú tienes la mente de Cristo.
Tú puedes hacer todas las cosas a través de Cristo.
Sabía que estos versículos eran Palabra de Dios infalible, pero me sentía aprensiva al escuchar, leer y creer esas palabras.
Cuando estaba estudiando sobre mi verdadera identidad, el diablo me tentaba con acusaciones “¿Quién te crees? ¿Una santa? ¿Estas bromeando? Estas cosas pueden ser verdad para algunas personas, pero para ti no lo son".
Un día, sentí que Dios me preguntó algo importante: “¿A quién vas a creer?” Me encontraba en una encrucijada. Tal vez tú te encuentras en una en este momento. ¿Iba a creer a Dios y comenzar a verme como Dios me ve, o iba a continuar creyendo las mentiras del enemigo y los ecos de mi pasado? ¿Iba a continuar estancada en una fe inmóvil porque estaba tan insegura de tomar esos pasos a la vida abundante que Jesús me había prometido, o iba a marchar con confianza alrededor de las murallas de mis deficiencias hasta que se derrumbaran?
Finalmente oré, Amado Dios, voy a creer quien Tú dices que soy. No lo puedo sentir. Apenas puedo pensarlo. Pero voy a creer que Tu Palabra es verdad para mi y sobre mi.
Y eso es lo que te animo a que hagas hoy: Deja ir tus inseguridades y acepta tu verdadera identidad. ¿Quisieras unirte conmigo? Si es así, deja un comentario y di, “Tomo la verdad de Dios”.
Padre Celestial, gracias por escogerme como Tu hija. Hoy, elijo creer en quien Tú dices soy - Tu santa, amada hija… equipada por Ti, empoderada por el Espíritu Santo y cubierta por Cristo Jesús. En el Nombre de Jesús, Amén.
VERDAD PARA HOY
1 Corintios 6:11, Y eso eran algunos de ustedes. Pero ya han sido lavados, ya han sido santificados, ya han sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios. (NVI)
2 Corintios 5:17, Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo! (NVI)
REFLEXIONA Y RESPONDE
¿Has notado que es más fácil creer lo que Dios dice de Él más que lo que Él dice de ti? Jesús dijo, “Yo soy la luz del mundo” (Juan 8:12 RVR-1995). Leemos esas palabras y decimos, “¡Amén! ¡Aleluya!" Pero también Él dice, “TÚ eres la luz del mundo” (Mateo 5:14 RVR-1995, énfasis agregado). Mmmm. No hay muchos gritos de alabanza para esa declaración. Así que, ¿cuál de estas dos son verdades? ¡Las dos!
¡Decide hoy creer la verdad que Jesús dice de ti!
Escribe estas verdades y los versículos que corresponden en una tarjeta índex, y llévalos en tu corazón hoy.
- Soy la sal de la tierra. (Mateo 5:13)
- Soy la luz del mundo. (Mateo 5:14)
- Soy perdonada completamente. (Efesios 1:7)
© 2017 por Sharon Jaynes. Todos los derechos reservados.
Estamos agradecidas a nuestras voluntarias por su trabajo realizado en la traducción de este devocional al español. Conócelas aquí.