Pero Dios el Señor llamó al hombre y le dijo: —¿Dónde estás? Génesis 3:9 (NVI)
La primera vez que lo vi, él estaba sentado en el suelo recargado en la pared, en un estudio bíblico en la casa de un amigo, con sus vaqueros desaliñados y una camisa roja de franela arremangada mostrando sus antebrazos musculosos. Cuando vi su abundante cabellera café castaño y sus ojos marrón chocolate, me temblaron las piernas. Y la mejor parte fue que este hombre atractivo (con quien al final me casé) tenía en sus rodillas una Biblia bien usada. Me enamoré de Steve a primera vista.
Una tarde, Steve me invitó a un partido de fútbol americano de la universidad. Acepté la invitación. Después me dijo «¿Te puedo preguntar si vendrías conmigo a todos los partidos durante el resto de la temporada?»
«No voy a responder a esta pregunta» Le respondí. «Tendrás que invitarme cada semana».
Al mirar atrás, en aquellos primeros días, lo que estaba realmente pidiendo, era que él me conquistara. Nada de una invitación general para toda la temporada. Yo quería ser conquistada y enamorada. A pesar de que él me había conquistado desde el primer momento que lo vi sentado en la alfombra gruesa, no quería que él lo supiera. Yo deseaba que él me mostrase que valía la pena el esfuerzo por conseguir mi corazón.
¿No es así el deseo de cada corazón humano?
Y nadie lo hace mejor que Dios.
La Biblia en su totalidad, desde Génesis 1 hasta Apocalipsis 22:21, deja constancia de la búsqueda apasionada de Dios para cada corazón. El último capítulo del Antiguo Testamento nos deja con un silencio. Unos 400 años más tarde, Dios rompe el silencio santo con el llanto de un bebé en un pesebre, retomando la historia en Belén.
Desde la primera pregunta de Dios, «— ¿Dónde estás?», hasta las últimas palabras de Jesús «Consumado es», vemos a Dios acercando hacia Él al ser humano con “cuerdas de ternura”, que a veces no parecen nada tiernas, atrayendo a las personas hacia Sí mismo “con lazos de amor” (Oseas 11:4 NVI). Nos hemos contorsionado y peleado intentando liberarnos de esas cuerdas pero Él nos sigue acercando con Su amor, atrayéndonos a Él, preguntándonos dónde estás.
Dios ha empleado todos los medios posibles para buscarte a ti y a mí. Removió el cielo y la tierra, literalmente, para recuperarnos y restaurar la gloria que se perdió en el Jardín del Edén. Muchas de nosotras creemos que tenemos que buscar a Dios con insistencia, como si Él fuera difícil de encontrar. Y mientras seguimos pensando así, nuestro viaje de fe será difícil. Será un camino arduo.
Después de todo, Jesús nos recuerda, «Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana» (Mateo 11:28-30 NVI). Y aún así, suave y liviana no son las palabras que vienen rápidamente a la mente cuando la mayoría de las personas reflexionan sobre su viaje de fe.
Dios nos atrae, conmoviéndonos y despertando un anhelo en nuestras almas por Él.
Jesús dijo, «Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me envió» (Juan 6:44a NVI). Él afina el violín y mueve el arco sobre las cuerdas de tu corazón y espera para que reconozcas la melodía atrayendo tu corazón para que entres en relación con Él. Él sabe que lo escuchas porque estás leyendo este devocional.
He estado en una búsqueda total de Dios durante la mayoría de mi vida adulta. Pero cuando Él repuntó el telescopio, la verdad se aclaró. Estaba muy equivocada. Él era demasiado pequeño y yo demasiado grande. Empecé a ver que era Él quien me buscaba a mí con Su mano extendida, invitándome a vivir, a moverme y tener todo mi ser en Él. Y amiga, ¡Dios te busca a ti también!
¿Cuál es la clave para experimentar la búsqueda apasionada de Dios? Es sencillo en realidad. Debemos conocer y reconocer Su presencia mientras vivimos, nos movemos y existimos en Él. Hechos 17:28 debe ser más que un versículo bíblico bonito; tiene que llegar a ser nuestra manera de vivir. Cuando esto sucede, los momentos imprevistos de gloria donde reconocemos Su presencia llenarán nuestras vidas y nos dejarán sin aliento. Es un romance divino de lo más puro.
Querido Padre, gracias por la certeza de que nadie jamás me buscará con tanto fervor y pasión como Tú lo haces. Mientras ganas mi corazón cada día, ayúdame acercarme a Ti y que me quede regocijada con la grandeza y profundidad de Tu amor. En el nombre de Jesús, Amén.
VERDAD PARA HOY
Efesios 3:17b-19, Y pido que, arraigados y cimentados en amor, puedan comprender, junto con todos los santos, cuán ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo; en fin, que conozcan ese amor que sobrepasa nuestro conocimiento, para que sean llenos de la plenitud de Dios. (NVI)
REFLEXIONA Y RESPONDE
¿Cómo has visto a Dios venir en busca de ti en el pasado? ¿Qué harías para llegar a ser más consciente de la búsqueda apasionada de Dios por tu corazón?
¡Únete a la conversación! Comparte tus pensamientos (sobre cómo te ha atraído Dios) en nuestra sección de comentarios.
Estamos agradecidas a nuestras voluntarias por su trabajo realizado en la traducción de este devocional al español. Conócelas aquí.