Cierto día, Jesús les contó una historia a sus discípulos para mostrarles que siempre debían orar y nunca darse por vencidos. Lucas 18:1 (NTV)
Tenía treinta y ocho años cuando Barry y yo nos casamos. Debido a mi edad, tomamos el asunto de concebir muy seriamente, pero como le sucede a muchas mujeres, cada mes que pasaba era decepcionante.
Por primera vez en mi vida, deseaba tener un hijo. Oré y oré y oré.
Entonces sucedió. Cuando vi el símbolo positivo en el exámen de embarazo, se me cayó de las manos. Al caer boca abajo en el piso del baño, tenía miedo de levantarlo por si me había equivocado al leerlo. Finalmente tuve la valentía de tomarlo otra vez – ¡y ahí estaba ese símbolo de “más” – que estábamos esperando!
Las primeras semanas de mi embarazo fueron una nube de absoluto gozo. En nuestra ecografía supimos que el bebé era varón. Estábamos tan contentos. Luego una llamada telefónica interrumpió nuestra alegría. Tendría 40 años cuando nuestro bebé naciera, y mi médico pidió exámenes adicionales, uno de ellos era una amniocentesis. Cuando obtuvo los resultados nos pidió que fuéramos a su oficina.
Nunca olvidaré ese día.
Nos sentamos a un lado de su escritorio y ella se sentó al otro con una carpeta marrón frente a ella. No recuerdo todo lo que dijo, pero recuerdo esto: «Su bebé es incompatible con la vida».
Me le quedé mirando como si ella estuviera hablando otro idioma. Barry y yo permanecimos sentados en silencio, aturdidos. Entonces ella dijo algo que me regresó a la realidad. Ella recomendó abortar el embarazo al día siguiente. «¡No!» dije firmemente. «Absolutamente no. Este pequeño tendrá cada día que Dios ha planeado que él viva».
Viajamos a casa en silencio. No había nada que decir.
No sabía cómo orar. Le había pedido a Dios este pequeñito, y ahora tal vez se iría antes de que pudiera sostenerlo en mis brazos. ¿Cómo se ora cuando uno siente que todo está saliendo mal? ¿Cómo se ora cuando Dios te dió lo que pediste, pero no fue lo que esperabas? Tal vez oraste por un esposo, y ahora luchas con un matrimonio difícil.; u oraste por una oportunidad nueva en el trabajo, y ahora deseas que pudieras regresar a donde estabas.
Durante las siguientes semanas, lloré incontables lágrimas, pero un día la marea cambió. Mi lectura temprano en la mañana fue Lucas 18 cuando Jesús les dijo a Sus amigos que oraran y nunca se rindieran. Cierto día, Jesús les contó una historia a sus discípulos para mostrarles que siempre debían orar y nunca darse por vencidos (Lucas 18:1), y Él compartió la parábola de la viuda persistente.
Conduje hasta la playa de donde vivíamos en ese entonces. La playa estaba desierta; mis únicas compañeras eran las gaviotas. Me quité los zapatos, caminé hasta la orilla del agua y oré como nunca antes había orado, en voz alta al viento, las olas, los pájaros y a mi Salvador.
¡Querido Jesús! Mi corazón me duele. No entiendo esto en lo absoluto pero sólo quiero declarar aquí y ahora que estamos juntos en esto. Siempre te he necesitado, pero sé que ahora mismo te necesito más que nunca. No sé cómo terminará esto, pero no te dejaré ir ni por un momento. No me prometiste la felicidad, pero sí me prometiste que nunca me dejarías.
Algo cambió dentro de mi. No tenía la menor idea de por cuánto tiempo podría cargar a nuestro hijo dentro de mi, pero mis oraciones se volvieron incesantes, no por un resultado perfecto sino por la presencia de un Padre perfecto. (En la semana número 35 de mi embarazo, mi doctora me llamó a decirme que había cometido un error. El resultado de otra paciente había sido colocado en mi archivo y mi resultado en el de ella. Así que ahora cada año en el cumpleaños de mi hijo, oro y oro por la otra madre quien recibió una llamada telefónica muy distinta).
No sé qué tipo de batalla estás enfrentando ahora mismo, querida hermana. Puede ser por un niño(a), tu familia, tu matrimonio, tu salud física o aún mental, pero quiero que sepas esto: cuando oramos y rehusamos darnos por vencidas, puede que nuestras circunstancias no cambien, pero somos cambiadas por el amor de nuestro Padre que nunca nos deja ir.
Señor, Tú conoces las cargas que me agobian. A veces siento la tentación de dejar de orar porque no veo el resultado que anhelo, pero hoy elijo creer que me amas y que estás escuchando. Entonces oraré y oraré y nunca me rendiré. Gracias por nunca dejarme. En el Nombre de Jesús, Amén.
VERDAD PARA HOY
Salmos 5:3, Señor, escucha mi voz por la mañana; cada mañana llevo a ti mis peticiones y quedo a la espera. (NTV)
1 Tesalonicenses 5:17, Nunca dejen de orar. (NTV)
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RECURSOS ADICIONALES
¿A veces te cuesta orar? ¿No estás segura de qué decir? La oración es una de las cosas más poderosas que podemos hacer, pues también puede cambiar nuestras vidas, y sin embargo frecuentemente luchamos con ella. Es difícil encontrar el tiempo. Es repetitiva, nos distraemos e incluso nos aburrimos. Y las respuestas a menudo se sienten pocas y distantes. ¿Las buenas noticias? Hay una manera sencilla y poderosa de reavivar otra vez tu conversación con Dios. Para ayuda práctica de la Palabra de Dios, obten tu copia de lo más reciente de Sheila Walsh, Praying Women: How to Pray When You Don’t Know What to Say.
REFLEXIONA Y RESPONDE
¿Qué desafíos enfrentas en tu vida de oración? Nos encantaría escuchar tu opinión en la sección de comentarios a continuación.
Toma un momento y pídele a Dios en tu corazón que te ayude a orar y a nunca darte por vencida.
© 2020 por Sheila Walsh. Todos los derechos reservados.
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