—Yo soy el camino, la verdad y la vida —le contestó Jesús—. Nadie llega al Padre sino por mí. Juan 14:6 (NVI)
Hay un cuadro pequeño que cuelga en mi casa, y no es precisamente una obra maestra. Lo compré por 5 USD en una venta de patrimonio; sin embargo, al mirarlo siempre habla de redención a mi alma.
Lo encontré en la habitación trasera de la casa donde su dueña solía sentarse a pintar.
No sé qué sucedió con la pintora; solo pude ver que algo en su vida se había derrumbado. Y un día, una compañía abrió su puerta principal a extraños. Caminaron por todos los espacios sagrados que una vez fue su hogar y compraron las cosas que su vida había recopilado. Supongo que soy demasiado sentimental para frecuentar ventas de patrimonio; no pude soportarlo.
Pero tampoco podía irme sin rescatar algo de su colección tan creativa. Entonces se me ocurrió la idea loca de aventurarme a encontrar esta artista desconocida. Me imaginaba ese encuentro como una escena épica de una película, donde la música se intensificaba al encontrarla viviendo en un rascacielos de Nueva York. Tocaría a su puerta y ella estaría emocionada al oírme decir:
“Solo quiero que sepas que me encanta tu trabajo. Compré una de tus pinturas y cada día me habla un mensaje de redención; y lo valoro mucho.”
Seguramente sus ojos se nublarían con lágrimas, me invitaría a tomar un café y me compartiría su historia devastadoramente hermosa. Nos haríamos grandes e insólitas amigas. Se convertiría en una pintora famosa y viviría feliz para siempre.
Pero la vida no suele ser tan épica como lo que vemos en las pantallas de cine.
Es tan desordenada e impredecible que nuestros corazones frágiles se fracturan en el mejor de los casos, y se destrozan en lo peor de los casos. Y a veces es más fácil escapar, que arriesgarnos y permitir que las consecuencias de la ruptura destruyan lo poco de vida que aún existe en nosotras.
No hay un crescendo en la música. No hay nada épico en la historia. No hay una amistad duradera. Solo una pintura de 5 USD que cuelga en mi cocina.
Y eso es todo lo que sé.
La vida a veces nos mantiene alejadas de los detalles que es mejor dejar atrás. Mantiene vacíos algunos de los espacios en blanco de este mensaje.
¿Alguna vez te quiso volver loca cuando un orador te dio un bosquejo con espacios en blanco, pero luego se saltó algunos de los puntos? A mí también.
Nos gustan los detalles completos. Donde se llenan todos los espacios en blanco. Donde todos los detalles son expuestos. Donde todas las preguntas de por qué son respondidas a nuestra satisfacción.
Pero así no es la vida. Algunos oradores son desorganizados y olvidadizos. Algunas preguntas no tienen respuestas aparentes.
Creo que así es como Dios lo quiere. Nuestro Dios, que todo lo sabe, no solo permite esto, sino en realidad, diseñó la vida para ser de esta manera. Es la verdad que vemos en el versículo clave de hoy: —Yo soy el camino, la verdad y la vida —le contestó Jesús—. Nadie llega al Padre sino por mí (Juan 14:6).
Sin espacios en blanco, no tendríamos lugar para que Él entre y escriba Sus respuestas. Para que Él se convierta en el camino donde no hay camino. Para que Él sea la verdad cuando la mentira nos consume. Para que Él sea la vida que diseñó más allá de los intentos desmoronados para controlar nuestras historias.
Nuestro Dios no es voluble, ni olvidadizo, ni frágil de ninguna manera. Él no comete errores. Él permite espacios sagrados y espacios en blanco. Nos da lugar.
Si nuestros espacios estuviesen llenos, daríamos otras explicaciones de la parte de Dios en nuestra historia. Dios no quiere ser explicado de otro modo. Él quiere ser invitado. Él quiere que hagamos espacio para Sus adiciones a nuestra historia.
Una vez le dijeron a Dios: "No hay espacio", y Él convirtió un establo ordinario en un santuario inolvidable. El "no hay espacio" se convirtió en algo donde Jesucristo pasó de la gloria a la arena y la mugre de este mundo sumergido en pecado.
¿Qué vino a traer? Redención.
¿Y para qué sirven los espacios en blanco y las preguntas sin respuestas en tu vida? Para redención.
Entonces, ¿por qué está bien conmigo si nunca conozco los detalles de la pintura de mi cocina? Por la redención.
Padre Dios, te agradezco porque todo lo que haces tiene un propósito sagrado. Incluso las cosas que no tienen sentido para mí. Gracias por ser el camino, la verdad y la vida que necesito. Eres mi Redentor y confío en Ti con cada detalle de mi historia. En el Nombre de Jesús, Amén.
VERDAD PARA HOY
Salmo 111:9, Él ha enviado redención a su pueblo, ha ordenado su pacto para siempre; santo y temible es su nombre. (LBLA)
REFLEXIONA Y RESPONDE
¿Tienes "espacios en blanco" en tu vida que te causan dolor o frustración? ¿Cómo puedes invitar a Dios a esos espacios durante esta semana? Únete a la conversación hoy en los comentarios a continuación.
© 2020 por Lysa TerKeurst. Derechos reservados.
Estamos agradecidas a nuestras voluntarias por su trabajo realizado en la traducción de este devocional al español. Conócelas aquí.