Devocionales

Un amor sin comparación

Carrie Stephens 4 de marzo de 2020
Así, cuando amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos, sabemos que amamos a los hijos de Dios. En esto consiste el amor a Dios: en que obedezcamos sus mandamientos. Y estos no son difíciles de cumplir, porque todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Esta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe. 1 Juan 5:2-4 (NVI)

Hace unos años, visité la casa de una amiga por primera vez. Desde el momento que entré a su casa, fui bombardeada por la belleza exquisita. Dondequiera que miraba, veía cosas que deseaba tener. Mis ojos se movieron del piso que ella había elegido al arte en las paredes a las luces que colgaban del techo y finalmente a Dios, quién había decidido permitirme entrar ingenuamente en esta guarida de tentación celosa.

A pesar de estar atrapada en esta trampa mortal de comparación, cuando me ofreció un poco de té y sacó los totopos y la salsa, me dije: "Estoy-bien-no-es-gran-cosa-¿qué-te-pasa?".

Luego me disculpé para ir al baño más perfecto de todos para recuperarme del asombro de los pisos impecables de parquet y pedirle a Jesús que me ayudara a sobrevivir el resto de la visita.

En camino al baño, le envié un mensaje de texto a mi esposo y le dije que tal vez no saldría viva de esta casa tan perfecta. Mis celos podrían hacer que mi corazón explote en algún momento durante esta visita, así que le pedí que cuidara a nuestros hijos y nuestros muebles de IKEA colocados sobre pisos de azulejo color crema de los años 90.

Él respondió: «Lo siento mucho. Debe ser difícil».

Fingí creer que lo decía en son de apoyo.

El Espíritu Santo me encontró allí en el baño de mis sueños. Él me ofreció una nueva versión del décimo mandamiento:

«Déjala tener sus cosas».

Las palabras me detuvieron en seco. Obedecer esta orden de repente parecía tan simple y liberador. Déjala tener sus cosas. Realmente no había razón para no hacerlo. Sabía que ella tenía un montón de problemas como cualquier otra persona. Reconocí cognitivamente que su vida estaba lejos de ser perfecta. Y por el amor de Dios, esta era una persona que amaba – que amaba de verdad – y sin embargo lo había olvidado mientras estaba cegada por sus bendiciones materiales.

Necesitaba el amor de Dios para vencer mi celos. No me encontraba abandonada ni olvidada por Dios solo porque su candelabro de techo al estilo clásico hacía que el mío se viera más viejo que elegante. De hecho, cuanto más obedientemente la dejé tener sus cosas, más profunda fue mi conciencia del amor de Dios por las dos.

Juan confirmó esta conexión entre la obediencia y el amor cuando escribió, Así, cuando amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos, sabemos que amamos a los hijos de Dios. En esto consiste el amor a Dios: en que obedezcamos sus mandamientos. Y estos no son difíciles de cumplir, porque todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Esta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe (1 Juan 5:2-4).

Vislumbramos el corazón de Dios en los mandamientos originales que le dio a Moisés en Éxodo. Dios sabía que si Su pueblo podía honrar el sábado, alabar solo a Él y vivir vidas que mostraran amor y respeto por los demás, entonces evitarían muchas consecuencias dolorosas. Los mandamientos son la manera en que Dios dice, «Te amo».

Obedecer los mandamientos de Dios es nuestro «Te amo» a Dios. Amarnos las unas a las otras con corazones generosos demuestra que entendemos que Jesús se sacrificó obedientemente para poder mirar a Dios y decir: «Déjalas tener Mis cosas».

Y las cosas de Jesús, como Su justicia, santidad y victoria sobre la muerte, son regalos muchos mayores que cualquier cosa linda en la tierra. Su amor nos está guiando a nuestro hogar en Dios, donde entraremos en el gozo de Dios para siempre en pisos que son un poquito más hermosos de los que hemos visto en esta vida.

¿Qué se puede comparar con eso?

Señor, gracias por todas las maneras en que provees para todas mis necesidades. Recuérdame de Tu amor por mi. Libera mi corazón de la comparación. En el Nombre de Jesús, Amén.

VERDAD PARA HOY

Juan 3:16, Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. (NVI)

1 Juan 4:16,19, Y nosotros hemos llegado a saber y creer que Dios nos ama. Dios es amor. El que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él…. Nosotros amamos porque él nos amó primero. (NVI)

 

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RECURSOS ADICIONALES

Para leer más acerca de cómo las verdades inmutables de la Palabra de Dios pueden empoderarte para vivir una vida llena de Su amor, busca una copia del libro de Carrie Stephens, Holy Guacamole: A Glorious Discovery of Your Undeniable Worth.

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REFLEXIONA Y RESPONDE

Haz una lista de tus amigos y familiares, y escribe tres cosas que admiras de cada uno de ellos. Ora una bendición sobre ellos, agradeciendo a Dios por las bendiciones que ya les ha dado. Envíales un mensaje de texto o llámalos para decirles cuánto los admiras y amas, y que estás orando por ellos.

© 2020 por Carrie Stephens. Derechos reservados.

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