Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Juan 10:27 (NVI)
«¡Brewster!» Llamé animadamente. Esperé un momento, sosteniendo su plato de comida, esperando ver a mi dulce beagle correr hacia mí con entusiasmo.
Silencio.
Salí de la casa para discernir mejor su ubicación por el tintineo revelador de sus placas de identificación de metal.
«¡¿Brewster?!»
Todavía nada. Literalmente, ni piel ni pelo. Di unos pasos más en el patio.
«¡¡¡Brewster!!!»
La búsqueda estaba en marcha. Después de una caminata corta y ligeramente molesta, descubrí a Brewster al costado de la casa, su nariz felizmente enterrada en algunos arbustos. Esta vez, finalmente respondió a mi llamado, moviendo alegremente su cola mientras me acompañaba de regreso a la casa para su comida.
Los beagles son conocidos por su "audición selectiva". Criados como sabuesos olfativos, nunca tienen la intención de ignorar a su amo. Pero en el momento en que su nariz huele algo interesante, sus oídos aparentemente pierden la recepción. Ellos pueden eventualmente deambular de vuelta a casa, o pueden terminar a una milla de distancia, descansando en el sol sobre el porche de un vecino. (Puedo o no estar hablando por experiencia personal).
Mi perro es un recordatorio habitual de las palabras en el versículo clave de hoy, Mis ovejas oyen mi voz; las conozco y ellas me siguen (Juan 10:27). Previamente en el décimo capítulo de Juan, Jesús anuncia que Él es el Buen Pastor. Él ama a Sus ovejas, las cuida y las guía. Él las llama -¡a Mi! - para confiar en Su plan y seguirlo.
Navegando a través de la perspectiva de este versículo, me doy cuenta de que tengo dos responsabilidades mientras busco seguir el llamado de Jesús en mi propia vida. Una es conocer la voz del Pastor, y la otra es seguirlo.
En mi experiencia, el Pastor raramente grita. En cambio, describo Su voz como un suave susurro detrás de mi oído. No escucho una voz audible, pero siempre hay un mensaje claro, y ese mensaje siempre va acompañado de paz, aún y cuando la instrucción no es fácil. Estos son algunos de los mensajes que he escuchado a lo largo de los años:
«Te amo».
«Ora por [nombre de la persona]».
«Tu llamado es enseñar y motivar a líderes en el ministerio».
«Te aferras al rencor hacia [nombre]».
«Estoy contigo».
«Confía en Mí».
Muchas otras voces compiten por mi atención: mis propias ideas e inseguridades, valores culturales y redes sociales, amigos y familiares con buenas intenciones. Con los años, he aprendido que la mejor manera de desconectar esas voces y sintonizar la voz de Jesús es simplemente tomar tiempo para sentarme y escuchar en silencio. Cuando hago una pausa para escuchar, la llamada de mi Pastor se vuelve clara.
Después de haber escuchado que mi Salvador me llama, mi segunda responsabilidad es simplemente seguirlo. No importa si conozco todos los detalles o solo el siguiente paso. Afortunadamente, sé por experiencia que el Pastor me ama, me conoce y se preocupa por mí. Él únicamente quiere lo mejor para mí. Cuando ignoro Su voz o soy indiferente a Su llamado, pierdo oportunidades para conocerlo, amarlo y servirlo mejor.
Al igual que escuchar la voz del Pastor, hay innumerables distracciones que me apartan del camino de seguirlo.
Dudo de la voz; dudo de mi misma. Las críticas de los demás me atemorizan. Recuerdo las ocasiones en que seguir no era fácil. O, busco el camino fácil. Postergo las cosas. Me pierdo en Netflix o en las redes sociales.
Pero luego escucho esa voz suave de nuevo: «Angie...».
Es la voz del Pastor. La escucho. La conozco. Y doy otro paso.
Querido Dios, gracias por seguir llamándonos, incluso cuando al principio no te escuchamos o no respondemos. Gracias por Tu eterno amor y paciencia como nuestro Buen Pastor. Ayúdanos a seguirte a donde sea que nos lleves. En el Nombre de Jesús, Amén.
VERDAD PARA HOY
Mateo 4:18-20, Mientras caminaba junto al mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: uno era Simón, llamado Pedro, y el otro Andrés. Estaban echando la red al lago, pues eran pescadores. «Vengan, síganme —les dijo Jesús—, y los haré pescadores de hombres». Al instante dejaron las redes y lo siguieron. (NVI)
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