Así como no sabes cómo entra el espíritu en una criatura que está en el vientre de su mamá, así tampoco sabes lo que hace Dios, creador de todo. Eclesiastés 11:5 (PDT)
«¡Dios, no puedo entender lo que estás haciendo!», grité después de recibir una llamada desalentadora en mi camino a casa desde el supermercado.
Años atrás, Dios me había invitado a cambiar mis planes por los Suyos. Me había susurrado una promesa al corazón y la confirmó a través de Su Palabra, consejo sabio y oración.
El creer en Su promesa exigía fé; yo había dicho «sí» y seguí en obediencia.
Al principio, seguir el plan de Dios se sentía emocionante. Mi diario de oraciones se leía como un gran relato de la grandeza de Dios.
Pero luego, el viaje comenzó a verse distinto de lo que había imaginado. El camino estaba lleno de más baches de los que había anticipado, y mientras dejaba que Dios dirigiera mis pasos, parecía que me estaba llevando al medio de la nada, más que en dirección de una promesa cumplida. No dudé de la presencia de Dios, pero cuestioné Sus planes.
Mi entusiasmo disminuyó. Mi confianza vacilaba. En los días buenos, me sentía optimista y persistente. En los días malos, me sentía enojada y confundida. Y esa tarde, cuando una llamada telefónica hundió mi esperanza, me sentí impotente y atrapada.
Al entrar en un estacionamiento vacío, dejé que mis lágrimas cayeran sobre el volante. «¿Podrías tan sólo mostrarme lo que estás haciendo, Señor?» le rogué.
No sé cuánto tiempo me senté allí esperando la respuesta del Señor. Pero sí sé que no hubo ningún relámpago que iluminara el brillante plan de Dios. Ninguna voz tronante explicando Sus métodos desconcertantes.
Sólo hubo un pensamiento callado que se grabó en mi corazón demacrado:
«¿Quieres un Dios que puedas explicar o un Dios que puedas exaltar?»
De repente, en medio de mis lágrimas, reconocí una verdad incómoda: un Dios de majestad infinita no puede ser medido. Un Dios que desencadena milagros no puede ser contenido. Un Dios cuyo amor es eterno no puede ser explicado.
Tal vez es por eso por lo que Eclesiastés 11:5 nos recuerda: Así como no sabes cómo entra el espíritu en una criatura que está en el vientre de su mamá, así tampoco sabes lo que hace Dios, creador de todo.
Dios ve más de lo que podemos ver. Él sabe más de lo que sabemos. Trabaja de maneras que van más allá de nuestro entendimiento (Isaías 55:8-11). Y si aceptamos seguirlo sólo cuando entendemos lo que hace, siempre nos abstendremos de experimentar Sus inexplicables maravillas.
Mientras me sentaba en ese estacionamiento con la cabeza llena de preguntas y el corazón destrozado por la decepción, me di cuenta de que tenemos una opción.
Podemos dejar que el misterio de Dios aumente nuestra duda o que impulse nuestro asombro.
Abraham alabó a Dios bajo las estrellas, aunque no entendía cómo llegaría a ser el padre de naciones.
David alabó a Dios en el desierto, aunque no entendía por qué corría por su vida en lugar de estar sentado en el trono.
Los israelitas alabaron a Dios con un grito potente, a pesar de no entender cómo el muro de Jericó caería sin una batalla.
Yo también empecé a alabar a Dios, porque lo que sé de Él es mucho más importante que lo que no sé:
Sé que Dios me ama, y nunca me abandonará. (Juan 3:16; Hebreos 13:5)
Sé que Él está a mi favor y no en mi contra. (Romanos 8:31)
Sé que la Palabra de Dios es verdadera, y que Su corazón es amable. (Salmo 33:4; Hechos 14:17)
Levantando mi cabeza del volante cubierto de lágrimas, elevé mis alabanzas al cielo. Y gradualmente, mis desilusiones se marchitaron en la sombra de mi esperanza creciente.
Mis lágrimas se secaron, y me dirigí a casa. Ante mí, el camino brillaba con un brillo etéreo. Sobre mí, el cielo se derretía en un impresionante remolino de rosa y naranja. Dios estaba pintando el atardecer una vez más.
No entiendo cómo Dios esparce belleza que deja a uno sin aliento por el horizonte cada atardecer, pero sí sé que esa belleza es maravillosa. Dios es maravilloso.
Querido Jesús, nunca encajarás en mi caja finita de entendimiento humano. Pero siempre suplirás mi necesidad infinita de un Salvador. Dame fe para ofrecerte alabanzas aún cuando no comprenda Tus caminos. En el Nombre de Jesús, Amén.
VERDAD PARA HOY
Isaías 55:8-9, “Porque mis pensamientos no son sus pensamientos ni sus caminos son mis caminos, dice el SEÑOR. Como son más altos los cielos que la tierra, así mis caminos son más altos que sus caminos, y mis pensamientos más altos que sus pensamientos. (RVR-2015)
Job 11:7, ¿Puedes adentrarte en los misterios de Dios o alcanzar la perfección del Todopoderoso? (NVI)
RECURSOS ADICIONALES
Cuando no entendemos lo que Dios está haciendo, es fácil desanimarse y pensar que no hay un propósito o plan para nuestros problemas. Si necesitas aliento de que Dios "dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman" (Romanos 8:28, NVI), lee el devocional de Lysa TerKeurst, Cuando nada nos está saliendo bien.
REFLEXIONA Y RESPONDE
Cuando te sientas ansiosa por lo que no entiendes hoy, alaba a Dios por quien sabes que es. ¿Cuáles son algunas de las cosas que sabes sobre quién es Dios? ¡Compártelas con nosotras en la sección de comentarios!
© 2020 por Alicia Bruxvoort. Derechos reservados.
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