También tomó pan y, después de dar gracias, lo partió, se lo dio a ellos y dijo:
—Este pan es mi cuerpo, entregado por ustedes; hagan esto en memoria de mí.
Lucas 22:19 (NVI)
Una noche fría de enero, Amy y yo nos sentamos en una habitación acogedora con otras parejas hablando sobre las oraciones peligrosas. Me llamó la atención el contraste de nuestra discusión. A pesar de la tarde miserablemente fría afuera, nos sentamos en una sala cómoda con un fuego cálido ardiendo en la esquina. Con los estómagos llenos de chile con carne y pan de maíz, pasamos a lo que significaría hacer una oración peligrosa en particular: «Señor, quebrántame».
Al decir esto, básicamente le pedimos a Dios que nos quebrantara de nuestro pecado, que nos ayudara a morir a nosotros mismos y nos rindamos totalmente a Él.
Estuvimos de acuerdo en que todos queríamos orar por eso, pero no podíamos negar que las consecuencias de tal oración nos daban miedo.
La primera mujer que habló reconoció su lucha. Una esposa y madre amorosa, había seguido fielmente a Jesús desde la escuela secundaria. Servía en el ministerio de niños en la iglesia, daba el diezmo fielmente, ayudaba a criar niños en riesgo temporalmente y asistía a un estudio bíblico semanal.
Pero cuando se enfrentó con la opción de pedirle a Dios que la quebrantara, ella se negó.
«Si te soy sincera», dijo, «no quiero pedirle a Dios que me quebrante. Tengo miedo de lo que sucederá. Tengo cuatro hijos. Los amo demasiado. Pedirle a Dios que me quebrante es una oración demasiado aterradora. ¿Qué pasa si me enfermo o me aleja de mi familia?» Otras personas del grupo asintieron en acuerdo. Todos entendimos su lucha.
Mirando en retrospectiva, veo por qué reaccionamos de la manera en que lo hicimos — la forma en que la mayoría de nosotros lo hacemos cuando consideramos orar algo tan audaz como «quebrántame». Pero también sospecho que la mayoría de nosotros no nos damos cuenta de que al ir a lo seguro, también corremos el riesgo de perder algo mucho más valioso que nuestra seguridad y comodidad. Sé que esto ha sido verdad en mi vida cuando simplemente no me doy cuenta de qué bendiciones podrían haber al otro lado del quebrantamiento divino.
En los Evangelios, Jesús mismo quebró ó partió algo.
En la Última Cena, Jesús ofreció a Sus discípulos pan, usando el grano para presagiar su inminente sufrimiento y muerte, la ruptura de Su propio cuerpo. Les explicó a Sus discípulos que debía ofrecer Su vida. Él compartió: No hay un amor más grande que el dar la vida por los amigos (Juan 15:13, NTV).
Cuando Lucas describió la misma cena en su Evangelio, notó una frase en su relato que los otros tres Evangelios no mencionan. Lucas dijo: También [Jesús] tomó pan y, después de dar gracias, lo partió, se lo dio a ellos y dijo: —Este pan es mi cuerpo, entregado por ustedes; hagan esto en memoria de mí (Lucas 22:19).
Muchos creen que la instrucción de Jesús de "hagan esto" va más allá de la comunión. También se refiere a cómo debemos vivir. Debido a que el cuerpo de Jesús fue quebrado, porque Su sangre fue derramada por nosotros, nosotros también deberíamos vivir diariamente para Él, quebrantados y derramados.
Jesús no nos está invitando a una vida de comodidad y facilidad, sino a una de entrega y sacrificio. Nuestro mayor deseo no debería ser que se haga nuestra voluntad, sino que se haga Su voluntad. Y Jesús nos invita a morir a nuestras propias vidas para que podamos vivir momento a momento, día a día, para Él. Salir de nuestras acogedoras salas y oraciones seguras para saber lo que significa estar quebrantada por el bien de los demás.
Me lleva a preguntarme: ¿Y qué tal si cuando Jesús dijo "hagan esto", nos estaba invitando a una vida de humildad, sacrificio, generosidad y gozo? ¿Qué pasaría si, en lugar de orar, "protégeme y bendíceme Dios", invitamos a Dios a hacer algo más profundo? ¿Qué pasaría si aceptamos la verdad de que las pruebas pueden fortalecer nuestra fe… que ese dolor puede volvernos en personas con más compasión… que el sufrimiento puede acercarnos más a Cristo?
¿Y si tuviera yo el coraje, la audacia, la fe para orar, «Dios mío, quebrántame»...? ¿Qué pasaría si yo, también, viviera una vida quebrantada y derramada para Cristo?
Se requiere fe. No es una oración segura. No hay duda de que sea peligrosa.
Pero las bendiciones más íntimas de Dios nos esperan al otro lado.
Querido Señor, dame coraje. Ayúdame a confiar tanto en Ti que esté dispuesto(a) a orar las palabras «Dios, quebrántame», porque sé que siempre trabajarás por mi bien supremo. Hazme más como Tu Hijo cada día. En el Nombre de Jesús, Amén.
VERDAD PARA HOY
Jeremías 17:7-8, Bendito el hombre que confía en el Señor y pone su confianza en él. Será como un árbol plantado junto al agua, que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme que llegue el calor, y sus hojas están siempre verdes. En época de sequía no se angustia, y nunca deja de dar fruto. (NVI)
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RECURSOS ADICIONALES
¿Alguna vez has batallado con aprender cómo orar? En esos momentos, ¿te encuentras pensando en otras cosas o buscando tu teléfono? Piensas: ¿Qué pasa si Dios no contesta mis oraciones? ¿Tienes miedo de lo que sucederá si renuncias al control de todo? Nosotros también sentimos lo mismo. Pero queremos invitar a Dios a hacer cosas más grandes en nuestras vidas de oración. ¿Te quieres unir a nosotros mientras abordamos estas batallas juntos? Regístrate ahora para nuestro estudio bíblico en línea GRATIS titulado Dangerous Prayers.
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Cuando escuchas las palabras, "Quebrántame, Señor", ¿cómo reaccionas? ¿Qué se te viene a la mente?
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