Devocionales

La belleza en lo invisible

Laura Bailey 3 de abril de 2020
Entonces Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo: —Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos. Marcos 9:35 (NVI)

Estaba decorando el gimnasio de la iglesia para una fiesta cuando me tomó por sorpresa un ruido inesperado.

Pensando que estaba sola, caminé de puntillas hacia las puertas del gimnasio. Al mirar por la ventana, vi la cara familiar de nuestro ex-pastor jubilado. ¿Qué estará haciendo aquí tan temprano en la mañana? ¿Es eso una brocha de pintura? ¿Está pintando los marcos de las puertas? ¿Por qué está desperdiciando su tiempo en algo que la gente probablemente ni siquiera notaría?

La imagen de mi pastor pintando ese día me dejó una impresión inolvidable. No solo estaba haciendo un trabajo que la mayoría consideraría indigno de su tiempo, sino que deliberadamente trató de evitar que alguien lo viera hacerlo.

Por el contrario, admito que soy culpable de asumir tareas más "notables" que otros elogian; y paso las tareas menos "importantes" a las personas que no son tan "capaces". Nos gusta el reconocimiento y queremos que nuestro trabajo cuente. Si somos realmente honestas, secretamente creemos que nuestro papel en el Reino es más importante que el de todas las demás personas.

Los Evangelios revelan numerosos relatos donde los discípulos discutían sobre quién era el más grande en el Reino de los cielos. Siendo pocos, ellos eran los que Dios había elegido de manera especial. De todas las personas en el mundo en ese momento, Jesús eligió a estos 12 para seguirlo. Uno pensaría que solo esto los haría sentir extraordinariamente especiales, pero estos eran hombres ordinarios que todavía vivían en la carne, incluso estando en proximidad cercana a Jesús.

Jesús les dijo claramente: Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos (Marcos 9:35).

Bueno, ya está resuelto el problema.

Sin embargo no lo está.

En el próximo capítulo de Marcos, los hermanos Santiago y Juan le hicieron una solicitud a Jesús: de sentarse a la mano derecha e izquierda de Jesús en Su gloria (o en Su Reino). En respuesta, Jesús repitió las mismas palabras de antes, recordándoles que al contrario, el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de todos (Marcos 10:43b-44, NVI).

Jesús quería asegurarse de que este punto resonara con Sus discípulos espiritualmente lentos. Tanto que, durante la última cena que tuvo con ellos, Jesús envolvió una toalla alrededor de Su cintura y comenzó a lavarles los pies (Juan 13:4-5). El significado de este acto en el aposento alto es profundo.

Primero, el lavado de pies estaba reservado para los sirvientes. Tomando en cuenta las calles saturadas de polvo, las sandalias abiertas y la poca accesibilidad para bañarse regularmente significaban que los pies estaban malolientes, sucios y asquerosos. Segundo, Jesús era su Maestro y aun así se inclinó ante ellos en un acto de humilde servicio. Y tercero, realizó este acto de servicio en privado, fuera de la vista de los espectadores.

Jesús quería que los discípulos se dieran cuenta de que no es la jactancia de nuestras capacidades lo que nos hace grandes ante los ojos de Dios. Los grandes gestos de servicio o las generosas donaciones monetarias no nos colocan en la lista Forbes 500 de los "Seguidores de Jesús más exitosos".

Jesús fue el modelo perfecto de servicio. Como Hijo de Dios, tenía todo el derecho de exigir alabanza, honor y gloria. Sin embargo, dejó a un lado Su propia reputación y consideró a los demás, poniendo así el Reino de Dios primero. Este fue el mensaje modelado por Jesús ante Sus discípulos en ese aposento alto: estimar a los demás por encima de nosotros no solo de palabra sino también con hechos. El acto de lavarse los pies fue un precursor del último acto de servicio, humildad y obediencia. Solo unas horas después, daría Su vida en la cruz por los pecados del mundo.

Cuando vi la cara familiar de mi pastor esa mañana, con la brocha en mano y disculpándose por molestarme a , me sentí bajo convicción.

¿Cuántas veces he pasado por un basurero lleno, dejado una línea en blanco en una lista de voluntarios o quejado de tener que guardar las sillas después de un evento social porque pensé que esas tareas estaban por debajo de mí? Ante mí estaba un hombre con numerosos títulos que pasaba su tiempo libre pintando el marco de una puerta en un pasillo oscuro en una iglesia que pocos, si alguno, le agradecerían o incluso notarían.

Al igual que mi pastor, imitemos el ejemplo de Cristo de servicio en silencio y humilde entregando un espíritu egoísta a cambio de un corazón que honra a Dios.

Señor, reemplaza mi espíritu orgulloso con un corazón de amor genuino por los demás. Gracias por Tu ejemplo de humilde servicio y ayúdame a ser más como Tú hoy. En el Nombre de Jesús, Amén.

VERDAD PARA HOY

Filipenses 2:8-9, Y, al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz! Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre… (NVI)

RECURSOS ADICIONALES

Para mayor aliento en como tener un corazón servicial y buscar el Reino de Dios sobre nuestros propios reinos, lee el devocional del Dr. Tony Evans, Para un momento como este.

REFLEXIONA Y RESPONDE

¿Cómo cambiarían tus relaciones si estimaras a los demás más que a ti misma? Busca una manera de servir a alguien hoy.

¡Queremos escuchar de ti! ¿Cómo te sientes acerca del servir a los demás? Déjanos saber lo que piensas del devocional de hoy en nuestra sección de comentarios.

© 2020 por Laura Bailey. Derechos reservados.

Estamos agradecidas a nuestras voluntarias por su trabajo realizado en la traducción de este devocional al español. Conócelas aquí.

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