Los que conocen tu nombre confían en ti, porque tú, oh Señor, no abandonas a los que te buscan. Salmo 9:10 (NTV)
«¡Quiero a mi mami!» gritó el niño de 3 años en el piso del baño, con la cara roja de furia.
Y yo quiero irme a casa, pensé para mí misma. Me mordí el labio inferior para que mis pensamientos ariscos no se escaparan de mi boca, mientras trataba de ocultar mi propia frustración. Después de todo, yo era la niñera, no el bebé.
Había estado cuidando niños en mi pequeño pueblo durante años, y nunca había conocido a un niño que no me cayera bien. Hasta que conocí a mi nuevo encargo y su hermana mayor por primera vez esa mañana. Nos habíamos llevado bien hasta que pronuncié la palabra que llevó a ese precario preescolar a formar tremendo berrinche: No.
«No, no puedes jalar la cola del gato».
«No, no puedes cruzar la calle solo».
«No, no puedes tirarle piedras a tu hermana».
Lo dije sin alzar la voz o fruncir el ceño. Lo emparejé con una amable corrección y una redirección lúdica. No obstante, el niño revoltoso respondió con un grito receloso. Cada. Vez.
A medida que avanzaba el día, mi paciencia se desvanecía y tuve la tentación de llorar junto con él.
«No puedes tirar tus carritos Hot Wheels en el inodoro», dije mientras rescataba y secaba el juguete que se hundía. «Pero podríamos salir y hacer una competencia de carritos en la acera».
El niño de 3 años sostuvo mi mirada por un largo momento, y contuve el aliento con esperanza. Pero luego sacudió su cabeza y comenzó a llorar de nuevo.
Suspiré y salí al pasillo para ver a su hermana mayor. Afortunadamente, ella estaba contenta.
Levantó la vista del libro que estaba leyendo y me dio una sonrisa compasiva. «Mi hermano no llora cuando mami dice no», dijo en su opinión de 8 años de edad. Mi corazón se hundió, pero entonces ella agregó, «Es solo porque él conoce mejor a mami».
Sus palabras flotaron entre nosotros, y surgió una revelación: el niño en el piso del baño no me conocía.
Él no sabía que yo estaba a favor de él, en lugar de estar en contra de él; que podría ayudarlo en lugar de lastimarlo. Él no sabía que yo estaba comprometida a mantenerlo seguro y entusiasmada por disfrutar de su compañía. Y como no conocía mi carácter, no confiaba en mi consejo.
Años después, me encontré albergando el mismo tipo de desconfianza hacia Dios. Era fácil aplaudir Sus instrucciones cuando se alineaban a mis deseos. Pero cuando Su guía redirigía mis pasos o Sus decretos desafiaban mis decisiones, me sentía frustrada y con recelo.
Aceptaba Sus instrucciones, pero frecuentemente cuestioné Sus intenciones.
Quería Su sabiduría, pero me sentía confundida por Sus maneras.
Quería confiar más en Dios, pero no podía silenciar mi lucha.
Entonces, un día, mientras leía el Salmo 9:10, recordé que la confianza no brota en ausencia de dudas. Crece en la presencia de una relación.
El salmista declara: Los que conocen tu nombre confían en ti, porque tú, oh SEÑOR, no abandonas a los que te buscan.
La palabra original que el escritor usa para "conocer" no significa simplemente conocimiento mental. Implica una comprensión íntima obtenida a través de la experiencia personal.
Armada con esta nueva verdad, comencé a enfocar mi energía en experimentar a Dios en lugar de erradicar mis dudas. Me concentré menos en los misterios de Su consejo y más en las certezas de Su carácter.
Pasé más tiempo en la Palabra de Dios y tomé nota de Su fidelidad. Escuché Su voz en oración y presté atención a Su amor en acción. Y así como ese pequeño niño receloso de 3 años llegó a conocerme más a medida que pasábamos tiempo juntos, yo también conocí al Señor mejor mientras buscaba Su compañía.
Con el tiempo, descubrí que lo que dice el salmista es cierto: conocer y confiar van de la mano. Y es más fácil confiar en Dios con todo nuestro corazón cuando estamos íntimamente familiarizados con el Suyo.
Querido Jesús, ayúdame a conocer Tu carácter enteramente para que pueda confiar en Tu consejo más plenamente. Quiero confiar en Ti en todas las circunstancias. En el Nombre de Jesús, Amén.
VERDAD PARA HOY
Proverbios 3:5-6, Confía en el Señor con todo tu corazón; no dependas de tu propio entendimiento. Busca su voluntad en todo lo que hagas, y él te mostrará cuál camino tomaras. (NTV)
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© 2020 por Alicia Bruxvoort. Derechos reservados.
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