—No tengo plata ni oro —declaró Pedro—, pero lo que tengo te doy. Hechos 3:6a (NVI)
Mi mundo se puso patas arriba cuando perdimos a mi hermanita bebé de manera trágica e inesperada. Fue una temporada muy oscura de mi vida.
La verdad que conocía, de repente comenzó a ser cuestionable.
¿Es bueno Dios? Si lo es, entonces ¿por qué sucede esto? Y si nunca llego a saber el por qué, ¿cómo podré llegar a confiar en Dios de nuevo?
Preguntas difíciles. Preguntas honestas. Preguntas que me perseguían.
Hasta que un día, recibí una nota de una amiga. Era una chica que yo llamaba mi “amiga bíblica”. La llamaba así de una forma no muy afectuosa que digamos. Honestamente, ella me chocaba con su manera de andar citando la Biblia todo el tiempo. Yo no tenía una buena relación con Dios en ese momento de mi vida – ni siquiera quería creer que Él existía. Y definitivamente no estaba leyendo la Biblia.
Me aseguré de que mi “amiga bíblica” supiera todo esto de mí. Pero ella, siendo amable y tierna, continuaba pasándome notas que contenían verdad, con versículos suavemente tejidos entremedio. Llegó el día en que un versículo partió el dique de mi alma. Deslizándose, entró la verdad y abrió de par en par mis perspectivas de la vida que se encontraban tan arraigadas en mi corazón duro. Fue suficiente para que Dios se diera a conocer conmigo.
Agarré en mis manos esa nota sencilla, con el versículo bíblico garabateado y las lágrimas de mi necesidad sincera se derramaban por mis mejillas. Mis rodillas tiesas se doblaron. Y una respuesta susurrada de, «Sí, Dios», cambió el rumbo de mi vida.
Mi amiga bíblica logró alcanzarme. Gracias a ella, estoy decidida a usar mis palabras como un regalo para personas que se encuentren en lugares difíciles … como esa amiga mía que recientemente me contó que está luchando con el sentimiento de no tener un propósito verdadero.
Todo se siente difícil, con muy poco alivio.
Si uno pudiera ahogarse en ausencia de agua, sería una descripción adecuada de lo que le pasa a mi amiga. Quizás tú también tienes una amiga que sufre.
Queriendo desesperadamente amar a mi amiga mediante mis palabras, me senté a escribirle una carta y enviarle un regalito. Mi corazón estaba lleno de afecto, compasión y un fuerte deseo de alentarle, pero luché con saber cómo poner en palabras todo lo que sentía.
Mientras oraba al respecto, la palabra “amada” seguía viniendo a mi mente.
Recuérdale que es amada. Recuérdale cuánto la respetas. Recuérdale que es una mujer que tiene mucho que ofrecer. Recuérdale que Dios la ve y que es valiosa.
En Hechos 3, Pedro y Juan encontraron en el templo a un hombre lisiado, en la puerta llamada Hermosa. Ellos se detuvieron. Le prestaron atención. Decidieron tocarlo. No tenían riquezas, pero el poder valorar a alguien, sí podían brindarle.
Como dice Hechos 3:6-7a, —No tengo plata ni oro —declaró Pedro—, pero lo que tengo te doy. En el nombre de Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y anda! Y tomándolo por la mano derecha, lo levantó.
Pedro y Juan no tenían plata, pero tenían una mano para ofrecer y valor para dar. Valía la pena tocar al hombre necesitado. Él era un hombre que necesitaba que alguien lo viera como hombre. Él tenía mucho que ofrecer. Al levantarse, entró en el templo, alabando y provocando maravilla y asombro de Dios a los que estaban allí.
Quiero que mi amiga recuerde que a ella, también, le queda alabanza dentro de sí para nuestro Dios. Ella, también, puede levantarse. Ella, también, puede provocar en otros maravilla y asombro acerca de nuestro Dios.
Sí, ella es amada, y Dios tiene un buen plan para ella. Quiero ayudarla a ver eso, así como mi amiga bíblica lo hizo para mí todos esos años atrás.
Nunca dudaré del poder que tiene una mujer cuando alcanza la vida de otra mujer con algunos susurros de amor, sean escritos o hablados.
Querido Señor, estoy tan agradecida por las relaciones que has puesto en mi vida. ¿Me ayudarías a discernir las palabras alentadoras que mi amiga necesita escuchar hoy? Quiero mostrarle Tu amor. En el Nombre de Jesús, Amén.
VERDAD PARA HOY
1 Tesalonicenses 5:11, Por eso, anímense y edifíquense unos a otros, tal como lo vienen haciendo. (NVI)
REFLEXIONA Y RESPONDE
¿Es que alguna vez alguien logró alcanzarte mediante palabras alentadoras que impactaron profundamente tu vida? ¿A quién podrías alcanzar hoy? Nos encantaría saber de ti en los comentarios.
© 2020 por Lysa TerKeurst. Derechos reservados.
Estamos agradecidas a nuestras voluntarias por su trabajo realizado en la traducción de este devocional al español. Conócelas aquí.