»Den, y se les dará: se les echará en el regazo una medida llena, apretada, sacudida y desbordante. Porque con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes».
Lucas 6:38 (NVI)
No sé cómo te sientes tu, pero la cuarentena me ha dejado un poco vacía y me ha costado mucho volver a llenarme.
Sin embargo, no estamos solas – la Biblia cuenta la historia de una mujer que sentía lo mismo.
Afortunadamente, ella no se quedó así. El mismo Dios que conocemos hoy la llenó para que pudiera volver a verter en abundancia nuevamente. Su historia se encuentra en 1 Reyes 17, y comienza con un hombre que se llama Elías.
Elías fue un profeta que le dio malas noticias a un rey llamado Acab: «Tan cierto como que vive el SEÑOR, Dios de Israel, a quien yo sirvo, te juro que no habrá rocío ni lluvia en los próximos años, hasta que yo lo ordene». 1 Reyes 17:1 NVI. Después de dar la profecía, Elías huyó al arroyo de Querit al este del Jordán, donde bebió del arroyo y comió pan y carne que Dios le proveyó.
Finalmente, el arroyo se secó. Entonces, Dios envió a Elías a Sarepta, a una viuda gentil que se ocuparía de él. Sin embargo, cuando llegó allí, encontró a una mujer necesitada.
[Elías] la llamó y le dijo: —Por favor, tráeme una vasija con un poco de agua para beber.
Cuando ella se fue a buscarle al viajero una taza para saciar su sed, él volvió a llamarla y le pidió – Tráeme también, por favor, un pedazo de pan.
—respondió ella—, no me queda ni un pedazo de pan; solo tengo un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en el jarro. Precisamente estaba recogiendo unos leños para llevármelos a casa y hacer una comida para mi hijo y para mí. ¡Será nuestra última comida antes de morirnos de hambre! (1 Reyes 17:12, NVI).
¡Ella sí que era una mujer desanimada y vacía! Pero Elías tenía buenas noticias para ella:
No temas —le dijo Elías—. Vuelve a casa y haz lo que pensabas hacer. Pero antes prepárame un panecillo con lo que tienes, y tráemelo; luego haz algo para ti y para tu hijo. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: “No se agotará la harina de la tinaja ni se acabará el aceite del jarro, hasta el día en que el Señor haga llover sobre la tierra”. (1 Reyes, 17: 13-14).
Se fue a su casa e hizo lo que Elías le pidió.
¿No te imaginas a esta mujer tomando el último trozo de harina y aceite para hacerle a Elías una comida? ¿Qué importa? Como quiera, voy a morir. ¿Y qué pasa si es un día antes?
Ella vació su tinaja de harina y su jarro de aceite, llevó un pequeño panecillo a Elías y regresó a casa. Mientras iba a lavar los platos sucios, tomó la tinaja y el jarro, y para su sorpresa, “no se agotó la harina” ni “se acabó el aceite” (1 Reyes 17:16).
A esto le llamo “el principio del balde”.
Creo que cada una de nosotras tiene un balde de aliento. Mientras derramamos nuestros baldes sobre otras personas, Dios milagrosamente lo llena de nuevo.
Jesús dijo »Den, y se les dará: se les echará en el regazo una medida llena, apretada, sacudida y desbordante. Porque con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes». (Lucas 6:38).
Muchas veces, le ponemos una tapa a nuestro balde de aliento al retener palabras que dan vida. No tengo suficiente para dar a alguien más, nos quejamos. Estoy vacía y exhausta. Sin embargo, cuando damos, incluso en nuestro vacío emocional, el mismo Dios que llenó milagrosamente los jarros de harina y aceite de la viuda nos llena de nuevo.
Si te sientes vacía hoy, piense en una manera pequeña en que puedes verter tu balde emocional, espiritual o físico en otra persona. Y observa como Dios llena tu balde de nuevo.
Querido Señor, me siento muy vacía hoy. En lugar de sentir pena por mí misma, muéstrame a alguien a quien pueda animar. Muéstrame cómo animar a esa persona, ya sea emocional, espiritual o físicamente. Dame las palabras adecuadas y el coraje para decirlas. Oro para que, cuando aliente a los demás, me vuelvas a llenar. En el Nombre de Jesús, Amén.
Verdad para hoy
Lucas 6:38, »Den a otros, y Dios les dará a ustedes. Les dará en su bolsa una medida buena, apretada, sacudida y repleta. Con la misma medida con que ustedes den a otros, Dios les devolverá a ustedes.» (DHH)
Recursos Adicionales
¿Sabías que las palabras que dices hacen eco en los corazones y las mentes de los demás, mucho después de que se pronuncian? ¿Que tus palabras se conviertan en el espejo para que otros se vean? Para convertirte en una mujer que habla vida a quienes te rodean, mira el libro de Sharon Jaynes, The Power of a Woman’s Words: How the Words You Speak Shape the Lives of Others.
Conectate
Regístrate en el sitio web de Sharon para recibir el recurso gratuito FREE 5-Day Taming the Tongue Challenge!
Reflexiona y responde
Además de la alegría de encontrar más harina y aceite en su jarro, ¿cómo crees que el milagro afectó a la viuda en Sarepta? ¿Cómo podría haber afectado su opinión de Dios?
¿Cuáles son tres maneras en que puedes alentar a alguien hoy? Deja tus ideas en los comentarios, y aprendamos unas de otras.
© 2020 by Sharon Jaynes. Todos los derechos reservados.
Estamos agradecidas a nuestras voluntarias por su trabajo realizado en la traducción de este devocional al español. Conócelas aquí.