Dios es espíritu, y quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad. Juan 4:24 (NVI)
Debo ser honesta; me ha llevado algún tiempo aceptar la verdad.
La verdad de los demás hacia mí, la verdad de mí misma cuando preferiría creer en mis propias ilusiones. Es más seguro allí. A veces, la verdad se siente tan agresiva. No es amable sino dura y directa en su realidad. La verdad no se sentía cristiana; se sentía cruel.
Ser británica tampoco ayudaba, ya que mi cultura prefería barrer la verdad bajo la alfombra persa y llenar el incómodo silencio con una taza de té Earl Grey.
Cuántas veces quise hacer la de “Proverbios 4:23” con mi corazón, guardándolo, corriendo como si la verdad quisiera cazarme o herirme. Creé una apariencia que decía que mi día estaba bien, que no tenía dolor, que no estaba asustada - lo que sea que necesitara decir para encajar en la sociedad, incluso delante de Dios, lo decía.
Utilicé los métodos del camaleón que me mentían a mí misma, dejando soluciones no resueltas en mi vida insatisfactoria.
Dentro de las tormentas que muchas de nosotras hemos enfrentado recientemente, sé que no estoy sola. Todo lo que está saliendo a la superficie en este silencio, o el caos, se siente antagónico: los sueños aún por cumplir, la relación que no es tan paradisíaca como podría parecer. Antes de la cuarentena, las distracciones podrían desviar nuestros ojos de la verdad. ¿Pero cuán útiles eran nuestras aversiones normales? En cada momento que nos escondimos, perdimos la oportunidad de aprender de la belleza de Dios.
Juan 4 me recuerda al mejor narrador de la verdad que jamás haya existido. Nuestro Señor nunca evitó las conversaciones honestas. Se deleitaba con ellas. ¿Por qué otra razón haría espacio y esperaría en la hora más calurosa del día a una mujer que ya estaba marginada por la sociedad? Él busca a las personas honestas.
Dentro de este diálogo, descubrí una perla de sabiduría que me ayudaría a aceptar el poder de la verdad para siempre, por más que doliera.
Siempre me pregunté, ¿por qué Jesús le pidió a la mujer samaritana que buscara a su marido? Especialmente cuando ya sabía que ella había tenido cinco maridos, y que el que vivía con ella no era su marido.
Jesús no intentaba avergonzarla, ni ponerla en su lugar. Él no es un rebelde de sus propias enseñanzas; es un maestro de ellas.
En cambio, quería ver si ella se apropiaba de su verdad, de sus propias elecciones. Quería ver si ella era el tipo de terreno en el que Él podría sembrar. Quería ver si en lugar de proteger su propio ego, estaba lo suficientemente hambrienta de sabiduría. Ella no le respondió lo que pensó que Él querría escuchar. Ella no se defendió. Simplemente dijo: —No tengo esposo — (Juan 4:17b NVI).
—En esto has dicho la verdad — respondió Él (Juan 4:18, NVI). Porque la verdadera adoración, según nuestro Señor, estaba por llegar: Dios es espíritu, y quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y verdad (Juan 4:24).
¿Podremos adorarlo si no caminamos en la verdad? Estamos perdiendo la oportunidad de descubrir la maravilla de Su libertad y p ista la vida misma.
En la gran fuerza de Su amor eterno, que nunca nos abandona, no tenemos excusa para correr, pero sí tenemos razones para aferrarnos a la esperanza que Él tiene para nosotras.
Porque fue allí donde realmente empecé a crecer, donde la alfombra persa fue levantada y sacudida. Encontré la verdadera tranquilidad en la libertad de Su verdad. Fui honesta acerca de mis temores de abandono. Honesta sobre mi legalismo. Dejé de cegarme ante la convicción y celebré el hecho de que Él podía confiarme Su verdad. Finalmente construí la confianza conmigo misma y con mis amistades. El costo de la negación superó el poder de Su voz viviendo auténticamente a través de mí.
Hoy, prefiero enfrentarme al aguijón de mi propia verdad que al dolor sordo de la negación, porque la distancia entre Dios y yo era demasiado cruel para soportar.
Fue en esta cita divina entre la mujer samaritana donde aprendí que la verdad no es repulsiva, sino reveladora.
La adoración más liberadora que podemos conocer.
Querido Jesús, recuérdame la belleza de la verdad, una adoración que te canta canciones de cuna al oído. Que en mis propias imperfecciones Tú me fortaleces. Ayúdame a ser compasiva con aquellos que me transmiten la verdad, y ayúdame a hablar la verdad a través de la gracia. Ayúdame a rechazar la vergüenza para que pueda oír claramente Tu sabiduría en cada lucha diaria. Eres el gran consolador que cree en mí más que yo. Gracias por guiarme siempre hacia la luz, incluso cuando quiero esconderme en la oscuridad. En el Nombre de Jesús, Amén.
Verdad para hoy
Juan 8:32, y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. (RVR1960)
Salmos 26:3,
Porque tu misericordia está delante de mis ojos, Y ando en tu verdad.” (RVR1960)
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Recursos Adicionales
¿Alguna vez te has preguntado quién eres, por qué estás aquí y qué le da valor a la vida? Si estás lista para dejar de pretender o quieres saber más sobre llevar una vida con integridad, puedes leer el libro de Carrie Lloyd, The Noble Renaissance: Reclaiming the Lost Virtue of Nobility (en inglés).
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Aprende más sobre la verdad en el Episodio 29: The Truth Tellers del podcast en inglés llamado: The Carrie On Podcas with Carrie Lloyd.
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Carrie Lloyd es una autora, tiene su propio podcast y es una líder en Bethel Church, y vive en Hollywood, California. Síguela en Twitter and Instagram, @carriegrace.
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