Todavía estaba lejos cuando su padre lo vio y se compadeció de él; salió corriendo a su encuentro, lo abrazó y lo besó. Lucas 15:20b (NVI)
La última vez que vi a mi familiar pródigo fue a través de su silueta cuando el atardecer caía.
Desde mi carro, los vi entrando al centro comercial, tomados de la mano — un buen día muy extraño. Mi corazón se partió por milésima vez mientras abandonaba la escena, preguntándome si la situación cambiaría algún día.
Mi pródigo había rehusado romper con la persona que le estaba causando un tremendo dolor y mientras yo miraba la espiral descendiente, clamé a Dios en confusión. ¿Por qué mi ser amado no cambia para bien? ¿Tienen algún impacto mis oraciones? ¿Debo dejar de esperar un cambio para bien? Mi corazón temblaba de miedo mientras buscaba desesperadamente por señales del regreso de mi ser amado.
Jesús sabía que muchas de nosotras estaríamos en una situación semejante cuando contó la historia del hijo pródigo en Lucas 15:11-32. En ella, Jesús se enfoca en tres personas. Primero, el hijo pródigo quién huyó. ¡Estoy segura que cada pecador puede identificarse con éste!
Luego viene el padre quien se sacrificó desinteresadamente por su hijo y exploraba el horizonte con su mirada, esperando el regreso de su hijo.
Y por último, pero no menos importante, vemos al hermano mayor quien era leal a su padre, y sin embargo hervía de ira.
Creo que Jesús tenía distintos propósitos al contar esta historia. Uno era animar a aquellos que aman a un pródigo. El Espíritu Santo movió a Lucas a plasmar esta historia para recordarnos que no estamos solas. Si alguna vez has amado a un pródigo, Dios ve el dolor de tu corazón que rompe tu alma.
Tal vez tú eres la que busca el regreso de alguien, solo que eres la madre, hermana, hija, sobrina, prima, amiga o maestra en la historia de Jesús. Esperas el regreso de alguien a sus raíces de fé.
Parte de lo que a mí me ayudó a pasar esa temporada difícil de mi vida fue escuchar música de adoración. Cada mañana escuchaba cuatro de mis canciones favoritas en un orden particular.
La primera canción me recordaba que sólo necesito a Jesús en mis días oscuros y difíciles. La siguiente me impulsaba a escoger el gozo. La tercera me invitaba a adorar a Aquel quien murió por mí en una colina que Él creó. Finalmente, otra de mis canciones favoritas me animaba a recordar cómo Dios toma todo lo que está mal y lo convierte en bien.
Esta lista de canciones se convirtió en una balsa salvavidas musical, trayendo consuelo muy necesario a mi alma, justo cuando mi corazón casi se ahogaba en la desesperación. Aunque estaba muy cerca de la desesperanza, esas canciones me ataron a la verdad de Dios.
Durante ese tiempo difícil, la Palabra de Dios también me mantuvo firme. Leí nuevamente la historia del hijo pródigo y el Espíritu Santo usó éste versículo para mantenerme enfocada en el horizonte:
Todavía estaba lejos cuando su padre lo vio y se compadeció de él; salió corriendo a su encuentro, lo abrazó y lo besó (Lucas 15:20b).
El padre en esta historia es nuestro Dios Padre. Él mira el horizonte todos los días, a la expectativa de nuestros pródigos. Él nunca deja de esperar por su regreso. Nuestro Padre amoroso y compasivo anhela darle la bienvenida a tu pródigo en su regreso a casa.
Se necesita valentía para mirar el horizonte y permanecer enfocada en el regreso de alguien, coraje para seguir esperando y orando a pesar de saber que aún se encuentra muy lejos. Se necesita el coraje que sólo Dios puede proveer, para vencer la ira, la desesperación, el pavor y la injusticia que sientes. Sin embargo, ¿no es eso lo que significa tener fe: creer en un futuro que aún no podemos ver?
Nuestro Dios Padre está parado en el horizonte tendiendonos la mano. Él te está invitando a ti y a mí a mirar con Él el amanecer del sol, allí, donde Sus misericordias son nuevas cada mañana. En el peor de los días, solo Él nos sostiene mientras la impotencia se avecina de forma abrumante. Él está justo ahí a nuestro lado, instándonos a seguir mirando el horizonte con esperanza.
Hoy estoy agradeciendo a Dios porque mi pródigo eventualmente regresó a casa. Sé que ésta no es la historia de todas, así que estoy orando por aquellas que aún siguen esperando.
Nunca pierdas la esperanza. Dios está de pie junto a ti.
Padre Celestial, te alabo por mirar el horizonte a la expectativa de mi pródigo, aún cuando mi esperanza desvanece. Recuérdame que puedo encontrar fuerza y coraje para seguir mirando contigo a mi lado. Ayúdame a confiar más en Ti en este viaje difícil todos los días. En el Nombre de Jesús, Amén.
Verdad para hoy
Hebreos 10:23, Mantengamos firme la esperanza que profesamos, porque fiel es el que hizo la promesa. (NVI)
Hebreos 11:1, Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. (NVI)
Recursos Adicionales
Tal vez tienes un pródigo en tu vida que aún no ha regresado... o tal vez tu preocupación viene de algo diferente, como problemas de salud o financieros. No importa la razón por la cual estás experimentando ansiedad y duda, siempre tenemos la opción de preocuparnos o adorar. Si necesitas ayuda para convertir tu preocupación en adoración, revisa nuestro devocional de siete-días gratuito llamado De la preocupación a la alabanza, disponible para descargar aquí.
Reflexiona y responde
¿Estás mirando el horizonte a la expectativa del regreso de un pródigo?
Publica una petición de oración para tu pródigo en los comentarios, manteniéndole en el anonimato si fuere necesario. Y ora por la persona que comentó arriba de ti. ¡Hagamos una cadena oración!
© 2020 por Sarah Geringer. Todos los derechos reservados.
Estamos agradecidas a nuestras voluntarias por su trabajo realizado en la traducción de este devocional al español. Conócelas aquí.