Devocionales

Cuando no tienes palabras para orar

Chrystal Evans Hurst 3 de septiembre de 2020
«Halle su sierva gracia ante sus ojos», le dijo ella. Entonces la mujer se puso en camino, comió y ya no estaba triste su semblante.1 Samuel 1:18 (NBLA)

No podía dejar de llorar.

Me acosté en la cama junto a mi madre en su cumpleaños, y las lágrimas simplemente no dejaban de fluir. Por mucho que había orado por ella, sentí el surgimiento de un miedo profundo y premonitorio de que no estaría aquí mucho tiempo más. Pero era su cumpleaños. Así que dejé caer las lágrimas en silencio y traté de evitar que fueran evidentes.

La profunda corriente subterránea de inquietud y preocupación se había convertido en una compañera a medida que cumplía con mis responsabilidades diarias, uniéndome alegremente a mi familia en el cuidado de mi madre y su enfermedad. Todos los días hice todo lo que pude para estar presente, servicial y fuerte para ella.

Yo oré. Todos oramos. Mucho.

Hubieron días en que había llorado y orado antes, pero este día fue diferente. Este día me di cuenta de que, a pesar de mis mejores intenciones, e independientemente de toda la energía invertida, no había nada más que pudiera hacer.

Lo único que quedaba por hacer era orar en silencio. La tristeza se había robado mis palabras.

Creo que Ana en la Biblia sintió lo mismo.

Ella había anhelado un hijo, pero no podía quedar embarazada. Su pena era grande. En 1 Samuel 1:8, el esposo de Ana, Elcana le dijo, … «Ana, ¿por qué lloras y no comes? ¿Por qué está triste tu corazón? (NBLA). La tristeza de Ana le había robado su apetito.

Poco después, ella visitó el templo y, muy angustiada, oraba al SEÑOR y lloraba amargamente (v. 10). El sacerdote Elí la observó pero sólo pudo observar a una mujer que hablaba en su corazón, solo sus labios se movían y su voz no se oía (v.13a).

El dolor de Ana era tan profundo, que se quedó sin palabras.

Lo entiendo. Aunque las lágrimas cayeron y mis labios se movieron, no tenía palabras. Y no solo me quedé sin palabras; estaba luchando por orar. Sabía que la realidad de mi tristeza excluía cualquier palabra que hiciera justicia a mis emociones.

Entonces, con muchas lágrimas, seguí orando sin palabras.

Le pedí a Dios mi anhelo profundo: más tiempo. Luego me rendí a mi confianza en Él, sabiendo que el resultado de mis oraciones estaba en Sus manos y que a pesar de mi falta de palabras, Él me escuchaba.

Ese día mi desahogo me trajo una paz inexplicable.

Una oración fue contestada: mi madre cumplió 70 años. Mi siguiente oración fue que ella llegara a la Navidad - una celebración más de su festividad favorita.

Ella lo logró.

De hecho, recuerdo su hermosa sonrisa cuando la miré esa mañana y le deseé una feliz Navidad. ¿Tuve otras oraciones? Absolutamente. Me hubiera encantado que ella viera el año nuevo, el próximo aniversario, un verano más u otro cumpleaños. No obtuve la respuesta que esperaba, pero Dios me había concedido un anhelo.

Si bien Ana finalmente tuvo hijos, creo que podemos decir con seguridad que le hubiera encantado que el comienzo de su historia hubiese sido diferente. Pero Dios respondió a su único anhelo. E incluso, Ana luego le ofreció su primogénito a Dios.

Aunque la espera de Ana fue difícil, también experimentó la paz de Dios. Mientras estaba en el templo, después de derramar su corazón a Dios, las Escrituras nos dicen, y no estuvo más triste (v. 18b). Recuerdo que a menudo el mejor regalo de la oración es conocerlo a Él y Su paz. Aprendemos esto haciendo nuestras peticiones, esperando pacientemente a que Él responda y confiando en Su sabiduría y corazón para nosotras.

La verdad es que no todas las peticiones serán respondidas exactamente como queremos. Mi madre entró al cielo unas semanas después.

Sin embargo, estoy agradecida por haber continuado orando y todavía estoy recibiendo el regalo de Su paz. La historia de Ana me recuerda esto: todavía podemos orar cuando no tenemos palabras. Podemos conocer Su paz cuando tenemos que dejar ir. Y cuando no tenemos respuestas, Dios puede sostener nuestros corazones mientras aprendemos a confiar en Él.

Querido Dios, ayúdame a seguir viniendo a Ti en oración, incluso cuando no sé qué decir. Ayúdame a creer que Tú puedes tomar los mensajes de mi cabeza y corazón y traducirlos cuando no tenga palabras. Ayúdame a tener paz cuando no tenga las respuestas a mis oraciones, y ayúdame a confiar en que Tú responderás de la manera que mejor Te parezca. En el Nombre de Jesús, Amén.

Verdad para hoy

Filipenses 4:6-7, Por nada estén afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer sus peticiones delante de Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús. (NBLA)

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Reflexiona y responde

Alguna vez te ha costado encontrar palabras para hablar con Dios? ¿Eso te impide acercarte a Él? ¿Por qué sí o por qué no?

Tómate un momento para orar ahora mismo. Simplemente hazle saber a Dios lo que está sucediendo en tu vida y lo que te preocupa. Él lo sabe, pero quiere escucharlo de ti.

© 2020 por Chrystal Evans Hurst. Todos los derechos reservados.

Estamos agradecidas a nuestras voluntarias por su trabajo realizado en la traducción de este devocional al español. Conócelas aquí.

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