Y sabemos que Dios hace que todas las cosas ayuden para bien a los que lo aman; esto es, a los que son llamados a su propósito. Romanos 8:28 (RVA-2015)
En el año 2015, el New York Times publicó un artículo titulado “Googling for God”.
[Buscar en Google a Dios] (Las citas de este artículo fueron traducidas por Proverbs 31 Ministries).
En este artículo, el autor Seth Stephens–Davidowitz comienza con la frase, “Ha sido una mala década para Dios, por lo menos hasta ahora”. Él continúa y comenta, “¿Qué preguntas tienen las personas cuando están cuestionando a Dios?”.
La pregunta número una fue: “¿Quién creó a Dios?”.
La pregunta número dos fue: “¿Por qué permite Dios el sufrimiento?”.
Sin embargo, fue la tercera pregunta que golpeó mi corazón y me di cuenta de la profundidad donde muchas de nosotras luchamos cuando caminamos por situaciones devastadoras… “¿Por qué Dios me odia?”.
No soy la única preguntándome acerca de los sentimientos de Dios cuando las circunstancias me hacen sentir traicionada. Aunque nunca hubiera escrito la palabra “odiar”, verla impresa como una de las preguntas más frecuentes sobre Dios me muestra lo oscuro que puede llegar a ser nuestra perspectiva. La crisis espiritual más devastadora no es cuando preguntamos por qué Dios no está haciendo algo. Es cuando llegamos a estar totalmente convencidas de que ya no le importamos. Y es lo que percibo de forma oculta tras la búsqueda en Google.
Y me estremezco al decir esto, pero creo que es lo que ha estado escondiéndose detrás de mis propios lugares de desilusión mientras enfrenté, una tras otra, circunstancias terriblemente dolorosas en los últimos años. Lo que hace que la fe desfallezca, no es la duda. Es dar por seguro las cosas equivocadas. Pensamientos como – Él no se preocupa por mí. ¿Cómo puede un Dios bueno estar de acuerdo con esto? Lo que veo es prueba absoluta que Dios no está obrando.
Es ahí donde me puedo encontrar, llegando a ser más y más escéptica del amor de Dios, de la provisión de Dios, de la protección de Dios, de las instrucciones de Dios y de la fidelidad de Dios. Y, sobre todo, es donde empiezo a temer que realmente Él no tiene ningún plan en absoluto y seré realmente una víctima de las circunstancias que están más allá del control de alguien.
El problema con pensar así es que mientras se alinea con lo que veo de mi vida desde mi lugar del dolor y de la confusión, no se alinea con la Verdad. Y antes de que todo se volviera una locura en mi vida, había tomado la decisión, afianzado mi posición, proclamando que la Palabra de Dios es a donde me dirigiría y volvería pase lo que pase.
Podría resistir confiar en Dios y dirigirme a Su verdad. Podría huir de ella. Podría, con resignación amarga, poner mi Biblia encima del estante para acumular polvo durante años. Pero, no podría escapar de lo que ya había estado escondido profundamente en mi corazón.
Yo sabía que, en este lugar de conocimiento profundo de mi ser, que lo que estaba viendo no era todo lo que estaba sucediendo. Las experiencias pasadas donde he visto la fidelidad de Dios me recuerdan que no siempre veo a Dios haciendo algo en medio de mis momentos difíciles.
He visto a Dios obrar dramáticamente en algunos momentos en mi vida que suceden lo suficientemente rápido para que yo diga, «¡Ohhh! ¡Mira lo que está haciendo Dios!». Pero, muchas veces, son miles de pequeños movimientos muy sutiles que la evidencia de Su trabajo diario no se nota en tiempo real.
Es difícil cuando vivimos en un sitio donde nuestras mentes saben que Dios puede hacer cualquier cosa, pero tenemos un peso en el corazón porque Él no está haciendo lo que nosotras esperamos, por lo que hemos orado, por lo que hemos creído, durante mucho tiempo. Lo entiendo y he llorado muchas lágrimas a causa de ello.
Entonces, ¿qué nos ayuda? Nos ayuda saber estas cosas:
Dios obra a menudo en lo invisible. Solo porque no lo podemos ver o sentir, no significa que no está trabajando.
Así que no nos fijamos en lo visible, sino en lo invisible, ya que lo que se ve es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno (2 Corintios 4:18, NVI).
Lo que puede sentirse como una falta de intervención no es una señal de Su falta de cariño.
Pero algo más me viene a la memoria, lo cual me llena de esperanza: El gran amor del SEÑOR nunca se acaba, y su compasión jamás se agota. Cada mañana se renuevan sus bondades; ¡muy grande es su fidelidad! (Lamentaciones 3:21-23, NVI).
Dios nos ama demasiado para responder a nuestras oraciones en cualquier momento que no sea el momento adecuado, y en cualquier otra manera que no sea la manera correcta.
Y sabemos que Dios hace que todas las cosas ayuden para bien a los que lo aman; esto es, a los que son llamados a su propósito (Romanos 8:28).
Hoy, busca las maneras en que Dios te está mostrando las promesas de Su amor. Su profundo cariño está alrededor de ti, amiga. Aún en los lugares de espera.
Dios, sé que Tú siempre estás obrando. Ayúdame a reconocer que Tú estás obrando en lo invisible. Confieso mi escepticismo cuando las cosas no salen como yo lo tenía planeado. Hoy elijo creer que no soy una víctima de las circunstancias incontrolables. Aun cuando no lo veo ni lo siento, me mantendré firme en la Verdad que Tú haces que todas las cosas ayuden para bien. En el Nombre de Jesús, Amén.
Verdad para hoy
1 Pedro 5:7, Depositen en él toda ansiedad, porque él cuida de ustedes. (NIV)
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