Devocionales

Tienes un nuevo nombre

Felicia Harris 27 de septiembre de 2021
Las naciones verán tu justicia, y todos los reyes, tu gloria; recibirás un nombre nuevo, que el SEÑOR mismo te dará. Isaías 62:2 (NVI)

Eché un vistazo a mi reflejo en el espejo y vi una persona que rara vez veo: mi padre. Me conmocionó y retorcí mi cara hasta que esa semejanza fuera irreconocible. Volteé mi cabeza de un lado a otro hasta que encontré el ángulo de mi barbilla y mis mejillas que favorecen a mi madre. Ahora sí.

Apenas dejé el espejo, sentí una fuerza de convicción, llamándome a girar y mirar otra vez. Examiné mi cara atentamente, siguiendo la curva de mis cejas finas (cortesía de mi madre) hasta que se unieron en el centro de mi cara, llegando hasta la amplia expansión de mi nariz (cortesía de mi padre). Examiné mis labios, satisfecha de que se sintieran únicamente míos, aunque mi sonrisa exponía mejillas rellenitas en homenaje a mi mamá. Finalmente, me hice hacia atrás y me miré fijamente a los ojos, donde el ADN de mi padre se había asentado.

«Tienes un nuevo nombre», me dije a mí misma.

Yo recito esta verdad en las raras ocasiones en que recuerdo mi conexión de nacimiento a un hombre cuyo pecado ha sembrado caos en mi familia. Mi padre, quien lucha con la dependencia al alcohol y quien abusó sexualmente de uno de sus hijos, volteó nuestro mundo de cabeza antes de que yo pudiera caminar sin tambalear.

Por años, batallé mucho para amar las partes de mí que traicionaban mi relación con él, y cargué con la vergüenza de cómo sus acciones devastaron a nuestra familia. Adicción, abuso, rechazo. Nuestra historia era de las que se comparte en cuchicheos detrás del escudo de una mano. Así que cuando veía la cara de mi padre en el espejo, me estremecía. Pasé años huyendo de mi propio reflejo.

Hasta que aprendí lo que significa ser adoptada como hija de Cristo.

Esta historia bíblica de adopción aclara la razón del por qué somos llamados hijos e hijas de Dios, o hermanos y hermanas en Cristo. Cuando somos hechas nuevas en Cristo, nuestra historia familiar toma un significado completamente nuevo. Nuestra adopción significa que, contrario a las características faciales que nos conectan a nuestras madres y padres, reconocemos que fuimos creadas a imagen de Cristo, y que fuimos escogidas, llamadas, justificadas y glorificadas como familia en un cuerpo de creyentes (Romanos 8:29-30).

En Romanos 8, el apóstol Pablo describe la gloria futura que nos espera como creyentes, y su descripción refleja cómo Isaías habló sobre Jerusalén en nuestro versículo clave: “Las naciones verán tu justicia, y todos los reyes, tu gloria; recibirás un nombre nuevo, que el SEÑOR mismo te dará” (Isaías 62:2).

Cuando Isaías hizo esta declaración, Jerusalén estaba en mal estado. Arruinada por la corrupción y conquistada por los babilonios, no parecía que hubiera mucha esperanza para el futuro de la ciudad. Pero Dios envió a Isaías con un mensaje de esperanza afirmando que Él es un Dios de redención y transformación.

Cuando la historia de tu familia no se alinea con la imagen ideal circulada ampliamente por la cultura, es fácil distraerse con la apariencia de las cosas. Sin embargo, nuestra historia de adopción nos ofrece la misma esperanza que Isaías compartió con Jerusalén: no importa qué tan oscuras y terribles hayan sido las circunstancias en mi pasado (o a veces, en mi presente), mi futuro ha sido redimido. He sido transformada y Dios se regocija sobre mí. (Isaías 62:5)

Con esta verdad en mente, me puedo parar honrada en frente del espejo, maravillándome ante mi reflejo y sabiendo que fui creada a la imagen de mi Padre celestial que me ha dado un nuevo nombre.

Padre Dios, cuando me siento distraída o desanimada por la oscuridad de las cosas del pasado, ayúdame a recordar que Tú eres el Dios de la redención y la transformación, y Tú me has dado un nombre nuevo. Cuando me vea en el espejo, permíteme verme a mí misma y a mi historia de la misma forma en la que Tú me ves, y permíteme regocijarme. En el Nombre de Jesús, Amén.

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PROFUNDICEMOS

Génesis 32:28, Y el hombre dijo: «Tu nombre ya no será Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has prevalecido». (NBLA)

¿Qué historias pasadas o qué creencias sobre ti no te han permitido acoger completamente tu renovación en Cristo?

¿Cómo te inspira el saber que tienes un nombre nuevo para verte a ti misma o a tu historia de una forma diferente? Comparte tus pensamientos en los comentarios.

© 2021 por Felicia Harris. Todos los derechos reservados.

Estamos agradecidas a nuestras voluntarias por su trabajo realizado en la traducción de este devocional al español. Conócelas aquí.

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