Hagan todo sin quejarse y sin discutir, Filipenses 2:14 (NTV)
Cuando mi hija Kaitlyn era una niñita pequeña, se enfadó con Morgan, su hermana mayor. Se acercó a mí con una mirada de frustración, levantó las cejas, agitó sus manitas en el aire y comenzó a quejarse profusamente. Sin palabras, por cierto.
Todavía no había aprendido a hablar, pero como había oído a otras personas quejarse, sabía cómo sonaba. De sus labios rosados salía una mezcla de sonidos agudos y graves. Su tono, su expresión facial, los movimientos de las manos y la forma en que se detenía en ciertas “palabras” eran señales de que se quejaba en serio.
Llorar y quejarse es algo natural cuando estamos descontentos, sin importar la edad que tengamos. Pero si dejamos que la negatividad sature nuestros pensamientos, acabará por provocar quejas crónicas y una falta total de alegría.
Pablo lo sabía muy bien. En Filipenses, capítulo 1, Pablo animó a los Filipenses a mantenerse firmes en su fe frente a los conflictos externos, como la gente que intentaba perseguirlos o silenciar su enseñanza del evangelio. Les pidió que se comportaran de una manera digna de Dios y que no se dejaran llevar por las murmuraciones entre ellos. Luego, en Filipenses 2, Pablo les enseñó a mantenerse firmes frente a los conflictos internos, los asuntos del corazón, uno de los cuales era el hábito de quejarse.
En el versículo clave de hoy, Filipenses 2:14, Pablo dice: “Hagan todo sin quejarse y sin discutir”. No sólo quería que fueran conscientes de sus pensamientos negativos antes de que se convirtieran en palabras negativas, sino que también quería que entendieran que quejarse de cualquier cosa, ya fuera una persona o una circunstancia, era esencialmente una queja contra su Dios.
Reconozcámoslo. A través de las Escrituras, Pablo tenía muchas razones para quejarse en cualquier momento dado. Aunque las luchas externas a las que se enfrentaba Pablo eran diferentes a las tuyas o a las mías de hoy, los pensamientos y sentimientos con los que luchaba eran los mismos.
Es probable que Pablo estuviera cansado y frustrado por sus problemas, los cuales parecían no tener fin. Vemos en la Biblia que era agredido dondequiera que fuera, siempre tenía enemigos que lo perseguían y luchaba constantemente contra el miedo y el desánimo. No tenía ni idea de cómo o si las cosas saldrían como él oraba continuamente. Es fácil suponer que a menudo, se sentía decepcionado.
Pero, a pesar de todo lo que Pablo estaba padeciendo, lo vemos convertir las oportunidades grandes para quejarse en oportunidades grandes para alabar a su Dios. Él se convirtió en un ejemplo de cómo quería que otros vivieran sus vidas también.
Probablemente, Pablo sabía en su corazón que quejarse sólo conduciría a más negatividad sobre sus circunstancias. También sabía que podría convertirse en un obstáculo para ver las cosas dignas de alabanza que Dios estaba haciendo. Vemos en Filipenses cómo se esforzaba intencionalmente por eliminar el descontento y la queja, aunque la queja estaba justificada, y en cambio convertir su negatividad en pensamientos positivos y en alabar a Dios.
Está bien sentir que la vida nos ha tratado injustamente y sentirnos desesperadas por ver a Dios arreglar un problema al que nos estamos enfrentando. Está bien sentirse triste; no amar todas las cosas frustrantes, decepcionantes o desagradables que nos suceden; e incluso sentirnos descontentas. De hecho, está bien no estar enamoradas de nuestra vida en todo momento. Todas estas son emociones naturales y humanas. Pero no está bien quedarse atrapada en una mentalidad negativa que alimenta el hábito de la queja. Eso sólo quita nuestro enfoque de quién es Dios y el hecho de que Él es merecedor de alabanza pase lo que pase.
Dios anhela transformar nuestros corazones y mentes para que podamos vivir diariamente con una actitud de regocijo y alabanza. Cuando controlamos nuestros pensamientos y tratamos intencionalmente de romper el mal hábito de quejarnos y alabamos a Dios, aunque no tengamos ganas, nuestros corazones pueden llenarse de alegría y nuestros labios de alabanza, incluso en las épocas más difíciles.
Querido Padre, Tú sabes que a veces soy culpable de quejarme y de una negatividad habitual. Por favor, ayúdame a reconocer los pensamientos negativos que me llevan a quejarme y a lamentarme, y permíteme encontrar razones para alabarte. En el Nombre de Jesús, Amén.
RECOMENDAMOS
Nuestra esperanza se encuentra en Jesús, así que cuando enfrentamos temores o dudas, podemos recurrir a Él y descansar en la esperanza que Él ofrece en lugar de preocuparnos. En medio de todo esto, queremos ofrecerte algunas maneras prácticas para recordar quién es Dios y ayudarte a mantenerte conectada a la Verdad que sólo se encuentra en Su Palabra. De la preocupación a la alabanza es un devocional gratuito de siete días que te ayudará a:
Encontrar la paz cuando te sientas tentada a entrar en pánico.
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Filipenses 4:4, Alégrense siempre en el Señor. Insisto: ¡Alégrense! (NVI)
Aproximadamente un tercio de los salmos de la Biblia son salmos de lamento, destinados a enseñarnos cómo quejarnos con Dios de una manera que siga glorificando, alabando y confiando en Él. Dedica un tiempo a leer los siguientes seis salmos de lamentación en la próxima semana: Salmo 6, 10, 38, 42, 43 y 130.
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