Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados!. Efesios 2:4-5 (NVI)
La tarjeta postal vino en el correo con una promesa que decía: simplemente aparece, escucha una breve presentación de ventas y recibe una tarjeta de regalo, por un valor de US $25.
Mi esposo y yo nos habíamos casado recientemente y contábamos con poco dinero. Así que la promesa de US $25 nos parecía como una oferta de un millón de dólares. Pocas semanas después, asistimos el evento. Pero habiendo escuchado la presentación de ventas “breve” durante dos horas, sabíamos que habíamos errado. La presión por parte de la empresa de aceptar su oferta iba aumentando conforme pasaba cada minuto. Ya no nos importaban los US$ 25. ¡Tan solo queríamos salir!
En retrospectiva, lo más seguro es que el vendedor se encontraba bajo mucha presión. Por ende, su presión llegó a convertirse en nuestra presión. Y aunque su oferta parecía ser maravillosa, sus tácticas de venta nos irritaron.
La verdad es ésta — a veces como padres, también podemos sentir y aplicar mucha presión a nosotros mismos.
Claro, es otra clase de presión. Pero aun así, es la clase de presión que, si no tenemos cuidado, puede llegar a ser la misma presión que sentirán nuestros hijos.
Como padres, Dios nos da un sincero deseo, de ver a nuestros hijos (y a todos los niños dentro de nuestra esfera de influencia) seguir a Jesús. A fin de cuentas, Dios sí nos llama a pasar la fe a la siguiente generación. (Deuteronomio 6:4-7)
Pero el peso de este llamado puede crear miedo. Podemos llegar a ser afectadas por la ansiedad. Aún más frecuentemente, podemos llegar a ser demasiado controladoras y exigentes. Fácilmente podemos influenciar en la dirección de presionar a nuestros hijos a que acepten a Jesús. Cuando esto se da, comenzamos a crear una cultura familiar que termina siendo legalista y rígida.
Nuestros hijos podrían sentir la presión de recibir a Jesús, no porque quieran hacerlo, sino porque nosotros queremos que lo hagan.
Lo que nuestros corazones necesitan es el recordatorio de la buena noticia. El Apóstol Pablo lo dice así: “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados!” (Efesios 2:4-5).
Es por gracia, por medio de la fe, que podemos cruzar desde la muerte a la vida. La misma gracia que nos salvó tiene el poder de salvar a nuestros hijos.
Dios pone de Su parte, por lo tanto Él nos pide poner de la nuestra también.
La labor a la cual Dios nos llamó como padres es muy parecida a la labor de un agricultor. El agricultor hace su trabajo y luego espera que Dios abra los cielos, confiando que cuando llueva, la cosecha vendrá. Estamos sembrando semillas, sacando hierbas y guardando los campos en los corazones de nuestros hijos. Todo ello requiere tiempo, sabiduría, paciencia y perseverancia. Y mucha confianza. Nuestros hijos son Sus hijos. Así como el agricultor, no podemos obligar a que las cosas crezcan. Solo podemos ser fieles.
Como padres, preparamos a nuestros hijos, sembrando las semillas de la Palabra de Dios en sus corazones, para que algún día elijan a Jesús en respuesta a la gracia de Dios.
Les enseñamos la Biblia.
Modelamos el amor al estilo de Cristo.
Soportamos de buena manera las pruebas.
Hablamos frecuentemente sobre el evangelio del amor y el perdón de Dios.
Y finalmente, actuamos. Demostramos a nuestros hijos que seguir a Jesús en realidad es la mejor manera de vivir - y es la única manera de vivir para siempre.
Ah, no es fácil, pero con la ayuda de Dios, sigamos adelante con nuestro llamado de pasar la fe a nuestros hijos, preparando y no presionando. Y oremos continuamente que, cuando la decisión sea completamente suya, escojan seguir por completo a Jesús.
Padre, de veras este llamado de pasar la fe es de mucha importancia. Pero es Tu obra. Ayúdame a preparar fielmente a mis hijos para que Te conozcan y Te amen. Dales a mis hijos la fe que proviene de Tu gracia. Hazlos crecer y dales fortaleza por medio de Tu Palabra y Tu Espíritu. En el Nombre de Jesús, Amén.
VERDAD PARA HOY
2 Pedro 3:9, El Señor no tarda en cumplir su promesa, según entienden algunos la tardanza. Más bien, él tiene paciencia con ustedes, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se arrepientan. (NVI )
RECURSOS ADICIONALES
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