Que nuestros hijos, en su juventud, crezcan como plantas frondosas; que sean nuestras hijas como columnas esculpidas para adornar un palacio. Salmo 144:12 (NVI)
Aun me falta saber cómo producir un jardín exitoso. Honestamente, me parece abrumador mantener vivas treinta y seis plantas pequeñas, cuando ya me toma bastante energía mantener a mis tres hijos con vida. Pero lentamente estoy empezando a entender algo de botánica.
En más de una ocasión unas cositas verdes en macetas adorables me han hecho señas, rogándome, «¡Llévanos a casa! No nos vas a matar. Somos fáciles de cuidar». Pero con mis antecedentes en jardinería, todos los pronósticos estaban en contra de estas pobres plantas.
Pero llegó el día… apareció La Planta Que Lo Cambió Todo.
Al podar su enredadera sueca, mi suegra me dio un recorte, asegurándome que no era “complicada”. Originalmente, ¡la bisabuela de esta planta había vivido en la Casa Blanca con el Presidente John F. Kennedy! A la planta le fue bien por un buen tiempo, y luego… todas las señales obvias empezaron. ¡Yo estaba matando otra planta!
Esta pérdida no iba a estar bien. Estaba cansada de pasar por mis plantas tristes y enfermas, sintiéndome como una mala madre de plantas. El mal manejo de las plantas bajo mi cuidado iba a llegar a su fin. Así que hice todo lo que cualquier mujer moderna que se respete haría. Busqué en Google.
Yo había estado haciendo las cosas por inercia, haciendo lo que yo creía que las plantas necesitaban. Pero las plantas son quisquillosas. De verdad, tienes que ponerles atención individualmente, observando sus hojas y su tierra, notando lo que cada una necesita, viendo cómo responde a su ambiente.
Durante esta investigación, aprendí lo que muchas de ustedes probablemente ya sabían: el exceso de agua es la causa principal de la muerte de las plantas dentro la casa. Aprendí a identificar las señales del exceso de agua pero también las señales de agua insuficiente, y cómo saber si la planta no tiene suficiente drenaje.
Y entonces empecé a observar mis plantas.
Me di cuenta que yo había estado regándolas descuidadamente. De hecho, ¡una planta estaba sobre una pulgada de agua! Otras dos plantas no estaban recibiendo suficiente sol. Las raíces de otra estaban expuestas, una necesitaba una maceta diferente, etcétera. ¡Cada planta necesitaba diferentes tipos de cuidados!
En unos cuantos días, empecé a ver los frutos increíblemente satisfactorios de mi labor. En vez de plantas tristes y débiles, vi pequeñas plantas felices con un follaje verde brillante.
La verdad paralela captó mi atención.
Si una simple planta de interior prospera con cuidados y atención individualizados, ¿cuanto más lo pueden hacer nuestros hijos?
Para poder criar hijos sanos, ellos necesitan de ingredientes esenciales: el agua, la luz y los fertilizantes de la niñez. Pero los niños, así como las plantas, son particulares. Necesitan ser observados. No podemos suponer que lo que funcionó con uno funcionará con el siguiente. Y lo más importante, no podemos simplemente traerlos a casa y seguir con nuestros propios asuntos.
Recientemente, tuve que tirar a la basura una de mis plantas muertas. Seguiremos adelante. Pero los hijos, por otro lado, importan inmensamente. Esos seres humanos, infinitamente complejos, nos han sido dados para guiar y nutrir. Las apuestas son muy altas, y nuestro llamado a cuidar de ellos es uno de los más importantes que recibiremos en esta vida.
El versículo clave de hoy, Salmo 144:12, nos da esperanza Que nuestros hijos, en su juventud, crezcan como plantas frondosas; que sean nuestras hijas como columnas esculpidas para adornar un palacio. Así que recordemos dos cosas:
1. Es un honor cuidar de los niños, un llamado profundo dado por Dios con ramificaciones eternas.
Démosle a la crianza de los niños el honor apropiado y la virtud que merece, especialmente en una cultura que nos puede hacer sentir como que hay un millón de otras cosas que son más importantes. Pero si has llegado hasta aquí, creo que lo entiendes. ¡Bien hecho!
2. Observemos a nuestros niños y estemos dispuestas a cambiar las cosas.
He tratado de mantener abiertas mis teorías y prácticas. Y regularmente evalúo a cada uno de mis hijos para ver lo que necesitan para la siguiente temporada. La meta no es una filosofía. Es poder observar nuestras plantas y nuestros hijos y verlos florecer porque le hemos puesto atención a sus necesidades individuales.
Afortunadamente, mucho de la crianza de hijos se puede aprender. Yo fallaba con las plantas, y ahora no fallo tanto. Podemos aprender, crecer y convertirnos en buenas cuidadoras de plantas – y de nuestros hijos – que viven en nuestras casas. Sólo requiere de esfuerzo y valor para ensuciarnos las manos.
Señor, gracias por Tu buen trabajo en la crianza de hijos, porque Tus hijos importan. Guíanos con la fuerza para hacerlo bien. En el Nombre de Jesús, Amén.
Verdad para hoy
Deuteronomio 6: 6-7, Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. (NVI)
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