El SEÑOR reconstruye a Jerusalén y trae a los desterrados de vuelta a Israel. Él sana a los de corazón quebrantado y les venda las heridas. Salmo 147:2-3 (NTV)
«¡Esto es demasiado!», le dije a una amiga querida en nuestra conversación por video llamada. «¿Cómo puede Dios tomar todo este desastre y arreglarlo? ¿Cómo se supone que debamos soportar tanto dolor al mismo tiempo? ¿Cómo nos recuperaremos de todo esto?».
Ella fue amable y me escuchó. Suele ser difícil responder a estas preguntas, sin embargo, ella escuchó y oró.
Mi suegro falleció inesperadamente. Al ser arrojada nuestra familia a una espiral de dolor y confusión, nuestros corazones se destrozaron. Está en escombros otra vez, pensé.
Habíamos pasado gran parte de los últimos años reconstruyendo de los escombros del pasado. Todavía me encontraba recogiendo las piezas destrozadas de las relaciones rotas, luchando con ataques de ansiedad y atravesando dificultades familiares. Cuando intenté respirar y recobrar el aliento, sentía que el alivio se me escapaba, deslizándose entre mis dedos cada vez que pensaba tenerlo bien agarrado.
Mientras me sentaba en la oficina de mi suegra después de la llamada con mi amiga, sintiéndome todavía desorientada, me preguntaba dónde estaba Dios en medio de todo esto. Pronto, necesitaría organizar el entierro, a la vez que cuidaba de mis pequeños hijos, atendía y cuidaba a mi marido afligido, trabajando y escribiendo una monografía para el seminario.
Cuando la vida se derrumba, puede ser desafiante ver la mano de Dios en medio de todo. Consideramos los escombros como una señal de la inactividad de Dios. Igualamos el dolor con Su falta de cuidado, pero Dios se preocupa profundamente por Su familia (Mateo 10:29-31). Su promesa hace posible movernos del quebrantamiento a la sanidad y permite a los ojos de nuestros corazones verlo a Él, reconstruyendo en medio de los escombros y las ruinas.
Mientras oraba y buscaba consuelo en esta época de prueba, el Salmo 147:2-3 me vino a la mente, el cual nos recuerda de esta Verdad: “El SEÑOR reconstruye a Jerusalén y trae a los desterrados de vuelta a Israel. Él sana a los de corazón quebrantado y les venda las heridas”.
“El SEÑOR reconstruye”. Estas palabras me dieron esperanza. El escritor del Salmo 147 nos ofrece una mirada a la mano fiel de Dios, llevándonos a un tiempo cuando el pueblo de Dios había sido llevado como cautivo, exiliado en Babilonia. Durante 70 años, esperaron y buscaron una señal de Dios para rescatarlos. Setenta años de corazones quebrantados afligidos por sus circunstancias. A veces podemos sentirnos como seguramente se sintieron los israelitas: invisibles, olvidadas, abandonadas.
Sin embargo, fiel a la promesa de Dios, la liberación vino por medio de Ciro, rey de Persia. Él conquistó a Babilonia y proclamó: “»El SEÑOR, Dios del cielo, que me ha dado todos los reinos de la tierra, me ha encargado que le construya un templo en la ciudad de Jerusalén, que está en Judá. Por tanto, cualquiera que pertenezca a Judá, que se vaya, y que el SEÑOR su Dios lo acompañe»” (2 Crónicas 36:23, NVI).
¡Solo puedo imaginar el consuelo que esto brindó a los israelitas en Babilonia! Dios fue fiel e Israel lo presenció. Dios los rescató del exilio y disfrutarían alabándolo en Su templo, el templo reconstruido.
Él dio consuelo y rescató no solo a la nación de Israel, sino también a cada individuo, como lo hace Jesús hoy con nosotras, la esposa de Cristo, por medio de Su vida, muerte y resurrección. (Mateo 17:11) Jesús desea consolarnos y aliviar nuestras heridas emocionales y físicas. (Isaías 57:15)
Después del fallecimiento de mi suegro, aprendí que la reconstrucción toma su tiempo y durante la reconstrucción, a veces tenemos dificultad en ver obrar la mano de Dios. No es que Dios no pueda obrar por nosotras, sino es nuestra incapacidad de verlo cuando Él obra. El Salmo 147:2-3 reajustó mi mirada hacia la bondad y fidelidad de Dios, para ver cómo Él obra en los escombros para reconstruir algo; ¡qué regalo!
En nuestras vidas tendremos muchas aflicciones. Le haremos frente a algunas circunstancias y épocas que nos dejarán heridas y quebrantadas de corazón. Pero Dios, en Su bondad amorosa, sana nuestros corazones, aun cuando no lo podemos ver, Él está reconstruyendo de los escombros y las ruinas, pieza por pieza. La incomodidad puede ser profunda, pero el consuelo de Dios es aún más profundo. Podemos entregar a Él todas nuestras heridas, y tiernamente Él las cubrirá con vendas. Él es fiel para reconstruir.
Padre, gracias por reconstruir de los escombros para nuestro bien y Tu gloria. Gracias porque no existe ninguna circunstancia tan destrozada donde Tú no puedes obrar sanidad donde sea tan desesperadamente necesaria. Gracias por reconstruirnos cuando todo lo que queremos hacer es derrumbarnos. Ayúdanos a ver Tu mano y corazón de gracia reconstruyendo las piezas destrozadas de nuestras almas. En el Nombre de Jesús, Amén.
Verdad para hoy
1 Pedro 5:10, Y, después de que ustedes hayan sufrido un poco de tiempo, Dios mismo, el Dios de toda gracia que los llamó a su gloria eterna en Cristo, los restaurará y los hará fuertes, firmes y estables. (NVI)
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Reflexiona y responde
Es esencial ver la actividad de Dios en nuestras vidas. ¿Cuáles son algunas maneras en que has visto a Dios enmendar y reconstruir los escombros de tu vida, incluso en las maneras más sencillas?
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© 2020 por Alexandra Hoover. Todos los derechos reservados.
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