Pero aun en la cárcel el SEÑOR estaba con él y no dejó de mostrarle su amor. Hizo que se ganara la confianza del guardia de la cárcel. Génesis 39:20b-21 (NVI)
Entré a Walmart con una ligera sensación de temor. El día del Padre estaba a la vuelta de la esquina, y tenía que comprar una tarjeta para mi papá.
Yo no estaba lista para hacerlo.
Debería haber sido una tarea sencilla. Ir a la tienda, seleccionar una tarjeta, comprarla y marcharme; pero esta actividad requirió varios minutos de deliberación. Escoger una felicitación que expresara de forma concisa mis sentimientos fue agotador. ¿Cómo decir “te amo” cuando aún estás batallando con tus sentimientos heridos? ¿Qué puedes decir que sea sincero y a la vez respetuoso? ¿Cómo honras a un padre que te hirió?
A pesar de saber que enviar una tarjeta era lo correcto, luché por hacerlo durante años. Mi dificultad para escoger una tarjeta era un recordatorio de mis heridas paternas prolongadas y sin sanar. Como resultado, continué lidiando con sentimientos de tristeza, frustración y falta de perdón, incapaz de realmente dejar ir el dolor.
Me imagino que esto fue similar al dolor que experimentó José en el libro de Génesis. A los 17 años, sus hermanos celosos lo arrojaron a una cisterna y lo vendieron como esclavo a los ismaelitas. Luego fue comprado por los egipcios, encarcelado injustamente y olvidado durante 13 años.
José tuvo oportunidades de sobra para permanecer absorto por el dolor que sufrió. Pudo haber razonado sobre lo injusta que había sido su suerte en la vida. Algunas veces pudo haber dicho, “¿por qué a mí?”. Había sido arrojado a una vida que él no escogió. Sufría por el dolor causado por miembros de su familia.
Quizás, esperaba que sus hermanos lo amaran y lo protegieran incondicionalmente, pero en cambio sufrió la traición. José fue herido, y el dolor que soportó duró años. Cada vez que pensaba en su difícil situación, es posible que se sintiera tentado a ensayar un coro familiar de ira, tristeza y falta de perdón. A pesar de los desafíos evidentes que enfrentó, las Escrituras nos recuerdan una verdad alentadora en Génesis 39:20b-21:
“Pero aun en la cárcel el SEÑOR estaba con él y no dejó de mostrarle su amor. Hizo que se ganara la confianza del guardia de la cárcel”.
La frase, “el SEÑOR estaba con José”, aparece cuatro veces en el capítulo 39 de Génesis, y proporciona un destello de esperanza en la circunstancia desafiante de José. Aunque la vida era injusta y dolorosa, el Dios omnisciente, omnipotente y omnipresente estaba con José. Su presencia continuó consolando a José en medio de su dolor.
Esto habla del inmenso amor de Dios. Mientras José soportaba sus dificultades, no fue abandonado. Dios no estuvo ausente. Mientras José lamentaba lo que se había perdido, Dios lo amaba generosamente.
Cuando terminó la prueba injusta de José, y fue promovido a segundo al mando del faraón, sus heridas fueron eclipsadas por el amor continuo de Dios. José fue capaz de ver cómo el dolor que Dios le permitió experimentar, después de todo, fue para su bien y para salvar muchas vidas (Génesis 50:20). El amor de Dios transformó la perspectiva de José.
Este mismo amor también ha transformado mi corazón. Aunque he derramado muchas lágrimas por la relación con mi padre, hoy puedo ver cómo el amor de Dios ha sanado mi corazón herido. He cambiado las heridas de mi padre por el amor inmenso e incondicional de Dios. Este mismo amor está disponible para todas las personas, y puede sanar todas las heridas… incluidas aquellas causadas, consciente o inconscientemente, por nuestros padres.
Ya sea que hayamos sido lastimadas por palabras o por hechos, nuestras vidas no tienen que ser definidas por las heridas. Nuestras vidas pueden ser definidas por el amor de Dios. Así como el Señor estuvo con José, también está con nosotras. Esta es una promesa que recibimos cuando aceptamos a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador.
Cuando nos sentimos solas, Dios está con nosotras.
Cuando nos sentimos enojadas, Dios está con nosotras.
Cuando nos sentimos abandonadas, Dios está con nosotras.
Cuando nos sentimos heridas, Dios está con nosotras.
El Dios Todopoderoso está siempre con nosotras.
Nuestra circunstancia actual, por muy difícil que sea, no es rival para el asombroso amor de Dios. Él toma el dolor que experimentamos en esta vida y le da un propósito. A cada persona que ha sido lastimada, Dios le ofrece la oportunidad de cambiar nuestras heridas por Su gran amor. En lugar de enfocarnos en nuestras heridas, podemos fijar nuestros ojos en Aquel que las sana. Él puede transformar nuestro dolor y darnos una perspectiva para nuestro bien y el beneficio de los demás.
Querido Dios, usas todas las cosas para cumplir Tus propósitos en la tierra. Esto incluye los lugares donde he sido herida. Ayúdame a cambiar mis heridas por Tu amor, y que mi perspectiva sea transformada en el proceso. En el Nombre de Jesús, Amén.
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¿Has experimentado algún dolor ocasionado por las heridas causadas por otras personas? Estas heridas a veces causan que nuestros corazones se quebranten e incluso comiencen a amargarse. Pero servimos a un Dios amoroso que se acerca a nosotras cuando tenemos el corazón roto y quiere que experimentemos Su amor a través del perdón a los demás. En el libro de Lisa, Perdona lo que no puedes olvidar, ella comparte su experiencia personal de una situación devastadora que la dejó herida, pero aprendió a liberarse del resentimiento y a superar la resistencia a perdonar a las personas que no están dispuestas a hacer lo correcto. Haz clic aquí para comprar el libro.
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PROFUNDICEMOS
Hechos 7:9b-10, pero Dios estaba con él y lo libró de todas sus desgracias. Le dio sabiduría para ganarse el favor del faraón, rey de Egipto, que lo nombró gobernador del país y del palacio real. (NVI)
¿Has experimentado heridas en la relación con tu padre? ¿Cómo podría Dios alentarte a cambiar tus heridas por Su amor? ¡Compártenos tus pensamientos en los comentarios¡
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