Como el SEÑOR le había hablado, Agar le puso por nombre «El Dios que me ve», pues se decía: «Ahora he visto al que me ve». Génesis 16:13 (NVI)
Me encontraba rodeada por todos lados. Una gota de sudor se deslizaba por mi espalda, y sabía que dentro de poco, mi cuerpo estaría cubierto por una capa de sudor, exponiendo la impostora que era. Yo no pertenecía ahí, al menos eso era lo que yo sentía.
Mirando la habitación rápidamente, esperaba encontrar una salida o un armario de escobas donde pudiera esconderme. Yo no era exigente, solo estaba desesperada. Entonces, vi un baño, ¡bingo! Apresuré mis pasos, con mi cabeza mirando hacia abajo, directo a mi santuario.
Dos minutos después… al sentarme decaída, en el asiento del inodoro, puse el seguro en la puerta, y en la seguridad de ese baño, mis lágrimas empezaron a caer. En silencio me regañé por siquiera haber pensado que debería estar ahí en primer lugar. ¿A quién engañaba? Yo era una extraña. Una amiga marginal en lo mejor de los casos.
Las vidas de estas mujeres estaban entrelazadas desde hacía años. Ellas bromeaban sobre actividades compartidas, reían, recordaban los chistes entre ellas y asentían con sus cabezas unas a otras. Eran mujeres maravillosas. Ellas no trataban intencionalmente de dejarme fuera de las conversaciones. Yo sabía eso pero aun así mi corazón se sentía un poco olvidado.
Luego de más lágrimas… mi espejito de cartera mostraba que estaba hecha un desastre. Ríos de rímel salado manchaban mis mejillas. Mi nariz estaba congestionada por sollozos ahogados, y tal como imaginaba, mi camisa estaba completamente sudada. No había manera de regresar con gracia. El escape era mi única opción. Así que me escabullí tímidamente por la puerta lateral y me dirigí a casa, rogando a Dios que nadie me hubiera visto.
Pero alguien sí me había visto. Y ese “alguien” no me dejó llegar muy lejos en mi escape antes de recordarme cariñosamente estas palabras en Génesis “…«El Dios que me ve», pues se decía: «Ahora he visto al que me ve»” (Génesis 16:13).
Dios me vio. En el baño, yo no estaba sola. Dios estaba conmigo en mi soledad, así como estuvo con Agar cuando ella habló estas palabras en Génesis.
Ves, Agar era una mujer que conocía el dolor de vivir una vida marginal. Ella era una sirvienta egipcia que se encontró en el enredo de la historia de Abraham y Sara. Maltratada y vetada por la decisión que ella no escogió por sí misma, Agar conoció íntimamente el dolor de sentirse olvidada. Ella también se sintió desesperada. Ella también intentó escapar. Si alguien necesitaba un baño donde llorar, ¡fue ella!
Pero Dios la vio. En ese desierto, ella no estaba sola. El ángel del Señor la animó a regresar. Él le prometió descendientes numerosos. Y más adelante en la historia, cuando Agar se encontró nuevamente desterrada y sola en el desierto, el Señor la encontró nuevamente. Él no se olvidó de ella.
Y nosotras tampoco estamos olvidadas. Nunca.
Amigas, si alguna vez se han sentido olvidadas, ignoradas, excluidas o al margen, sus lágrimas no han pasado desapercibidas. ¡El Señor también las ve! Nuestro Padre celestial escucha nuestro clamor. Las Escrituras declaran que Él “…está cerca de los quebrantados de corazón, y salva a los de espíritu abatido” (Salmo 34:18, NVI).
Podemos aferrarnos con confianza a esta promesa. ¿Por qué? Porque nuestro Señor tiene la misión de salvarnos desde el comienzo: adoptarnos en Su familia como Sus hijas (Juan 1:12), escogidas (1 Pedro 2:9), conocidas (Salmo 139:16) y amadas (Romanos 5:8).
No estamos marginadas.
En cuanto a mí y mi descompostura en el baño, no regresé ese día… no estaba preparada. Pero desde entonces, el Señor, en Su gracia, ha estado fortaleciendo las raíces de Su Verdad dentro de mi corazón. Y estoy segura de que, si los vientos fuertes de este mundo me dejan sintiéndome olvidada de nuevo, no huiré. En cambio, correré hacia mi Salvador, a quien siempre pertenezco. Oro para que hagas lo mismo.
Padre Celestial, gracias por ser el Dios que me ve. El Dios que me ama y me acepta, incluso cuando siento como si los demás no lo hacen. Ayúdame a enfrentar este día con confianza sabiendo que te pertenezco. En el Nombre de Jesús, Amén.
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¿Te has sentido ignorada o subestimada? Lysa TerKeurst también ha tenido algunas experiencias personales de sentirse rechazada y las comparte en su libro Sin invitación. En él, ella ofrece sus experiencias personales con la esperanza de ayudar a las mujeres a:
- dejar de sentirnos excluidas al creer que aun cuando todos nos ignoren, fuimos escogidas cuidadosamente por Dios.
- saber exactamente qué orar durante los siguientes diez días, a fin de afirmar nuestras almas y restaurar nuestra confianza en medio del rechazo.
- vencer los dos temores centrales, los cuales alimentan nuestras inseguridades, al entender el secreto de pertenecer.
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PROFUNDICEMOS
1 Pedro 2:9, Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. (NVI)
¿Cuándo fue la última vez que te sentiste olvidada o al margen? ¡Ponte en contacto con el Señor! Comparte tu corazón con Él hoy durante tu tiempo devocional. ¡Y cuéntanos tus pensamientos en los comentarios!
© 2021 por Corrie Gerbatz. Todos los derechos reservados.
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