… el SEÑOR estará con ustedes mientras ustedes estén con Él. Y si lo buscan, se dejará encontrar por ustedes; pero si lo abandonan, Él los abandonará. Por muchos días Israel estuvo sin el Dios verdadero y sin sacerdote que enseñara, y sin ley. Pero en su angustia se volvieron al SEÑOR, Dios de Israel, y lo buscaron, y Él se dejó encontrar por ellos.
2 Crónicas 15:2-4 (NBLA)
Cierra tus ojos por un momento e imagina un juego visual, una imagen abstracta, con un patrón, que cuando se mira de la manera adecuada, revela una imagen 3D insertada dentro del patrón. Una ilusión óptica. ¡Eso es un estereograma!
Cuando era pequeña, recuerdo haber estado un poco frustrada por lo mucho que le encantaban los estereogramas a mi mejor amiga. Siempre me costaba ver la imagen obscura, muy apegada a la claridad para permitir que mis ojos se suavizaran, muy impaciente para esperar a que el premio escondido saltara de la página.
Hasta el día de hoy, cuando veo un estereograma, mis ojos se rebelan y mi cerebro se rehúsa a soltar la imagen superficial para que la imagen escondida aparezca.
Durante los últimos años, mi vida ha sido como el patrón repetido, simple y ordinario del estereograma. Embarazo, niños, quehaceres, trabajo, ropa que lavar, comidas, iglesia… enjabonar, enjuagar, repetir. Yo estaba profundamente agradecida por todas estas cosas, pero no estaba agradecida por ellas diariamente. Y en estos años he pasado por temporadas desesperanzadoras, donde parecía que no podía encontrar a Dios en ninguna parte.
Sintiéndome completamente abandonada, le rogué a Dios que viniera en formas obvias: a hacer que mis bebés durmieran, a sanar mi cuerpo, a transformar a mis hijos en una imagen de obediencia (o al menos que me diera paciencia sobrehumana), a resolver mágicamente el conflicto en mi iglesia, o a hacer que cuatro horas de sueño interrumpido de alguna manera me sostuvieran como lo harían 10 horas sin interrupción.
En vez de eso, Dios vino como la imagen en 3D de un estereograma, ocultado y confuso, a pesar de lo mucho que lo buscaba. ¿Cómo iba a seguir creyendo, confiando y teniendo esperanza cuando estaba ciega ante Él? ¿Y cómo iba a enseñarle a mis hijos a mirar y ver a Dios cuando yo misma no podía verlo?
El secreto conocido del cristianismo es que, mientras Dios es accesible, Dios no siempre es obvio. Incluso cuando Dios caminó en la tierra en la persona de Jesús, Dios no era obvio. Jesús fue tan controversial en Su declaración de ser Dios que Él fue crucificado.
Dios es tan amoroso que nos permite escogerlo. Él no obliga Su presencia sobre nosotras de una manera tal que no nos deje alternativa más que adorarlo. Si consideramos las historias de Moisés, Isaías, Ezequiel, Elías y Daniel (por mencionar algunos), aprendemos que, si Dios apareciera ante nosotras como lo hizo ante estos creyentes de hace tanto tiempo, no tendríamos otra opción que inclinarnos ante Él y adorarlo. Pero Dios desea amor y una relación genuina, no servidumbre forzada.
Dios también es tan misericordioso que nos permite verlo si lo buscamos. Él quiere ser encontrado. El segundo libro de Crónicas, 15:2b nos dice: “…si lo buscan, se dejará encontrar por ustedes…”. Y es verdad, una vez que tus ojos se han acostumbrado a la búsqueda, Dios está en todos lados.
Cuando no podía ver a Dios en la monotonía de la vida, Dios me llamó a buscarlo, alentándome tiernamente a suavizar mis ojos, para ver más allá de lo obvio, y preguntar qué más podría ser revelado en la escena repetitiva de mi vida.
Mientras observaba más de cerca, la presencia de Dios no sólo emergió en medio de la escena desordenada, sino que brincó completamente de la página. Una vez que ajusté mi perspectiva, no había manera de no ver a Dios.
Él había estado ahí todo el tiempo, dándole forma al patrón de mi mundo, guiando mis pasos, haciendo crecer mi carácter, respondiendo fielmente mis oraciones desesperadas. Estas respuestas no fueron los arreglos mágicos que había pedido, sino que eran las experiencias eternas que necesitaba para fortalecer mi alma. Fueron historias que guardé para enseñarles a mis hijos a ver a Dios en el mundo diario, alrededor de ellos.
Amiga, si buscas a Dios, se dejará encontrar por ti. Dios te ve, te conoce, desea tener una relación contigo y te llama para que vayas hacia Él. Él se esconde a simple vista, esperando a que des un paso atrás, suavices tus ojos y mires otra vez.
Padre celestial, envíanos Tu luz y Tu verdad. Danos ojos para verte a Ti. Que cuando te busquemos, nos dejes encontrarte. Que cuando te encontremos, nos dejes adorarte en espíritu y en verdad. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Salmo 43:3, Envía Tu luz y Tu verdad; que ellas me guíen, Que me lleven a Tu santo monte Y a Tus moradas.(NBLA)
¿Dónde te es difícil ver a Dios trabajando en tu vida en este momento? ¿Puedes dar un paso atrás para ver la forma en la que estás creciendo en medio de ese reto? Nos encantaría saber tu historia en los comentarios.
© 2021 por Danielle Hitchen. Todos los derechos reservados.
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