En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas. Gálatas 5:22-23 (NVI)
Cuando escuché cuál sería el tema del año para el grupo MOPS (Madres de niños en edad preescolar) en mi iglesia, me preocupé de que pudiera descalificarme como líder.
La temática era “Fruto fresco”, basado en el fruto del Espíritu. ¿Fruto fresco?, pensé. ¿Cómo se supone que voy a enseñar a otras mujeres a cultivar el fruto del Espíritu cuando yo misma carezco de paciencia, amabilidad y humildad?
Pablo describe los nueve frutos externos del crecimiento interno en Gálatas 5:22-23: “En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas”.
Como madres de pequeños, éramos un grupo desesperado por más humildad y paciencia. ¿Qué tal un poco de dominio propio? Con bebés en las caderas y bolsas de pañales en los hombros, nos encontrábamos vacías de energía.
Nuestra “culpa maternal” era fuerte, y sabíamos todas las formas en que no estábamos experimentando gozo o paz. Contábamos con amor, ya que estábamos abrumadas por lo mucho que amamos a nuestros hijos, pero la amabilidad a menudo se relacionaba más con cuán descansadas nos encontrábamos, y no era la época de dormir bien.
En nuestros grupos hablábamos sobre cómo esforzarnos para tratar a otros con más humildad, pero parecía que siempre nos quedábamos cortas. A menudo se sentía como un paso adelante y dos pasos atrás. Fue difícil ver el trabajo diario de Dios en nosotras.
Pero a través de estas discusiones, ¿sabes en qué nos volvimos realmente hábiles? En ver el fruto en cada una y reconocerlo en voz alta para animar a nuestras compañeras mamás.
Pude ver fácilmente la fidelidad en las líderes de grupo, que dejaban comida la noche anterior a una reunión, a pesar de que no podrían asistir debido a un niño enfermo en casa.
Vi amabilidad una y otra vez cuando las mujeres se llamaban entre sí cuando alguien había compartido algo difícil la semana anterior.
Incluso vi la paciencia cuando una líder dirigía una discusión en un grupo pequeño con una mujer que siempre dominaba la conversación.
Nos dimos la una a la otra el ánimo que deseábamos desesperadamente al decir en voz alta: «mostraste humildad allí mismo» o «la manera en que manejaste esa situación requirió mucho dominio propio». Este fue el tipo de charla refrescante que nos impulsó hacia adelante. Estábamos destacando lo bueno la una de la otra.
Cuando el Espíritu Santo se mueve en nosotras y da forma a nuestros patrones de pensamiento, no podemos evitar tener ese “fruto en flor”, el amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. Aparecen y crecen hasta ser en un fruto más sustancial.
Un árbol de limón no decide cultivar limones; ha sido creado para ello y, en las condiciones adecuadas, produce mucha fruta buena y sabrosa. Un árbol de limón no nos da hamburguesas ni brócoli; nos da limones. El Espíritu Santo no produce celos, amargura ni egoísmo. El Espíritu produce amor, alegría y paz.
Cuando buscamos esperanza y la bondad de Dios en el mundo, no hay expresión más pura que estos rasgos que resultan del obrar de Dios en nosotras. Y cuando vemos estos rasgos en otras, es un regalo nombrarlos porque a veces necesitamos que alguien más nos recuerde que estamos produciendo fruto … especialmente cuando las condiciones del cultivo son severas.
Y es allí donde veremos la bondad de Dios, a través de las personas que nos rodean que están produciendo el fruto del Espíritu.
Señor Dios, ayúdame a ver Tu bondad en las personas y lugares que me rodean. Dame ojos limpios para fijarme en los demás y una lengua suave para decir afirmaciones en voz alta. Que seas glorificado en mi búsqueda y hallazgo. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Profundicemos
Filipenses 4:8, Por último, hermanos, consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio. (NVI)
Proverbios 6:16-19, Hay seis cosas que el SEÑOR aborrece, y siete que le son detestables: los ojos que se enaltecen, la lengua que miente, las manos que derraman sangre inocente, el corazón que hace planes perversos, los pies que corren a hacer lo malo, el falso testigo que esparce mentiras, y el que siembra discordia entre hermanos. (NVI)
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