Pero Moisés le dijo a Dios: —¿Y quién soy yo para presentarme ante el faraón y sacar de Egipto a los israelitas? ─Yo estaré contigo —le respondió Dios—. Y te voy a dar una señal de que soy quien te envía: Cuando hayas sacado de Egipto a mi pueblo, todos ustedes me rendirán culto en esta montaña. Éxodo 3:11-12 (NVI)
Cuando mis hijos eran pequeños, les encantaba atrapar lagartijas. Al vivir en Arizona, nos encontrábamos con una lagartija, “Lizzy”, deslizándose casi cada vez que salíamos.
Una mañana, mi hija rescató a una lagartija bebé de 2 pulgadas en nuestro jardín trasero. Con ternura, ella la colocó en un recipiente plástico y la dejó al sol en el borde de la mesa del patio.
Mi hijo de 3 años, Nathan, quien se movía a la velocidad de la luz, pero sin el mismo nivel de precisión, accidentalmente tiró el contenedor al suelo. En un intento frenético de recoger a la lagartija, la pisó, aplastándola al instante. Él salió corriendo, llorando y se escondió debajo de su cama en su cuarto, temiendo la ira de su hermana mayor.
Como una semana después, entré en el cuarto de Nathan para guardar su ropa lavada. Cuando abrí el cajón de sus calcetines, inmediatamente me tambaleaba por un olor espantoso. ¿Qué estaba escondido debajo de aquellos calcetines de Superman? Los moví un poquito y descubrí una servilleta doblada cuidadosamente con algo dentro: la aplastada lagartija, “Lizzy”.
«Pensé que quizás si enterrábamos a Lizzy, mi hermana no iba a estar tan enfadada», él explicó. «Así sabrá que de verdad lo siento mucho». Pero cuando tienes 3 años, a veces te olvidas de tus planes bienintencionados. Y después Lizzy se pudre en tu cajón de calcetines.
Al principio, Nathan respondió al miedo de su error con salir huyendo. Después él escondió ese miedo en su cajón calcetines, con la intención de bregar con ello luego. Tengo la misma tendencia. Más de lo que me gustaría admitir. Cuando cometo errores, temo ser rechazada, así que me aislo y me escondo o intento enterrar mis debilidades, ocultándolas de todos. Quiero que la gente vea solamente los lugares ordenados y brillantes de mi vida y no mis desastres y errores.
Moisés hizo exactamente lo mismo. Él intentó liberar a su pueblo, los israelitas, de Egipto por su propia fuerza y terminó asesinando a un egipcio. Él se escapó a Madián por miedo, deseando enterrar su error. Sin embargo, Dios no dejó a Moisés ahí. Él se le apareció a Moisés en la zarza ardiente y le invitó a creer en el Dios de gracia. Dios le ofreció a Moisés una segunda oportunidad.
Moisés insistió que tenía demasiadas debilidades como para que Dios hiciera cualquier cosa con su vida, como vemos en el versículo clave:
Pero Moisés le dijo a Dios: —¿Y quién soy yo para presentarme ante el faraón y sacar de Egipto a los israelitas? —Yo estaré contigo —le respondió Dios—. Y te voy a dar una señal de que soy quien te envía: Cuando hayas sacado de Egipto a mi pueblo, todos ustedes me rendirán culto en esta montaña. (Éxodo 3:11-12)
Dios invitó a Moisés a creer que el poder ilimitado de Su presencia vencería todo lo que Moisés no tenía.
Cuando cometo un error como madre, lamento algo que le dije a mi esposo, no estoy ahí para mi amiga en su momento de necesidad, o no alcanzo una fecha plazo en el trabajo, mi primera respuesta es intentar huir y esconderme. Quiero descubrir cómo ocultar ese momento en mi cajón de calcetines, para que nadie lo vea y esperar que simplemente desaparezca.
Sin embargo, los planes de Dios para mis hijos, esposo, amigas o compañeros realmente no dependen de mi desempeño. Descansan en las promesas de Dios. ¿Y todas mis debilidades? Son realmente invitaciones para que el poder de Dios se muestre. No necesito esconderlas; necesito entregarlas en las manos todopoderosas de Dios.
Así que, cuando tus debilidades te hagan sentir insuficiente, no las escondas en tu cajón de calcetines. Ofrécelas a Dios… y después permite que Dios sea suficiente.
Dios, por favor perdóname cuando enumerar todas mis limitaciones me ocupa tanto que me olvido de Tu poder ilimitado. Ayúdame a hallar consuelo en Tu presencia que siempre está conmigo. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Profundicemos
2 Corintios 12:9, …«Te basta Mi gracia, pues Mi poder se perfecciona en la debilidad». Por tanto, con muchísimo gusto me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí. (NBLA)
¿Qué error has cometido del cual necesitas arrepentirte y entregar a Dios en lugar de mantenerlo enterrado?
¿Qué tipo de circunstancias te hace huir porque prefieres esquivarlas, y cómo puedes confiar más en Dios en medio de estas circunstancias? ¡Te invitamos a compartir tus reflexiones con nosotras en los comentarios!
© 2021 por Erica Wiggenhorn. Todos los derechos reservados.
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