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Viviendo una fe segura

Jami Amerine 30 de noviembre de 2021
En verdad les digo que cualquiera que diga a este monte: “Quítate y arrójate al mar”, y no dude en su corazón, sino crea que lo que dice va a suceder, le será concedido. Marcos 11:23 (NBLA)

Leo estas palabras de Jesús y las creo de corazón, pero mi mente dice, “Pues, puede ser, claro, podemos mover esa montaña o podemos usar el Google Maps y simplemente conducir alrededor de ella. Probablemente, sea una forma más segura. Busquemos una ruta más sensata”.

Luego miro el mapa en mi celular y pierdo el poder estruendoso de Dios, quien es capaz y está dispuesto a quitar a una montaña y arrojarla al mar, simplemente porque me ama y yo se lo pido.

Cuando estoy atrapada en un ciclo de derrota espiritual, este se alimenta y se nutre por las cosas malas que anticipo van a pasar. Quizás a veces te encuentras atrapada ahí también. Si hay despidos en nuestro lugar de empleo, por ejemplo, es difícil y desalentador. Sin embargo, en lugar de creer que Dios tiene planes, una esperanza y un futuro para nosotras (Jeremías 29:11) y que una oportunidad mejor está por venir, nos acomodamos en la aflicción del temor y la negatividad y experimentamos menos que el cielo en la tierra.

Cuando estoy atascada en un ciclo así, me aferro a la Verdad de Jesús. Jesús es amor. “El amor es paciente y amable. El amor no es celoso. El amor no es jactancioso. El amor no es orgulloso. El amor no actúa de manera inapropiada ni insiste en salirse con la suya. El amor no es contencioso ni guarda registro de los errores. El amor no se deleita en el mal, sino que se alegra en la verdad. El amor nunca se rinde, sigue creyendo, mantiene la confianza, y espera con paciencia en todas las circunstancias. El amor nunca falla” (1 Corintios 13:4-8, VBL).

El amor nunca falla.

Jesús nunca falla.

Y si el Espíritu de Cristo, la esperanza de gloria, el misterio más grande, mora en nosotras, ¿adivina quién más no fallará? Nosotras no fallaremos. Aunque cometemos errores, nos quedamos cortas y experimentamos dolor y contratiempos en nuestra humanidad, compartimos la victoria eterna de Jesús, que ha vencido el pecado, la muerte y el enemigo en nuestro favor.

En Mateo 14:22-33, Jesús invitó a Pedro a salir sobre las aguas. Pedro había visto a Jesús realizar milagros. Él realmente pasaba tiempo con Jesús, comían y compartían el pan, eran buenos amigos. Quizás has escuchado decir que “Pedro se hundió porque dejó de fijar sus ojos en Jesús”. Siempre he creído que eso es cierto. Sin embargo, la Escritura en realidad no dice eso; dice que Pedro “al ver el viento” comenzó a hundirse (Mateo 14:30, RVA-2015).

Cuando Pedro sintió el viento y las olas, su experiencia de toda la vida con el mar destrozó su fe en Jesús en un solo instante. El miedo de morir ahogado era mayor que el amor por Jesús que profesaba con su boca. Pedro quería creer. Él había dejado su carrera, y Jesús continuamente estaba haciendo lo imposible justo frente a él.

Aun así, se hundió.

Entonces, ¿qué posibilidad tenemos? Declaramos nuestra fe en “caminar sobre las aguas”, pero como Pedro, no tenemos experiencia con eso. Estamos totalmente conscientes de los peligros de salir de la barca en medio de un mar tempestuoso. Pero incluso yo, que odio las aguas salpicadas y soy propensa a los mareos, puedo optar por salir con valentía de la barca y pisar el mar embravecido. No miraré hacia abajo. Voy directa a los brazos de Jesús, quien resucita a las personas de entre los muertos y convierte el agua en vino.

Y continuaré, diciendo esto — creo y espero cosas grandes.

Jesús nos invita a salir al agua, pero el problema es que seguimos recordando cuán humanas somos. La verdad es que la gracia es la respuesta y no queda nada más que hacer, solo creer. Pisa el agua. No mires hacia abajo. No racionalices. La gravedad no se aplica aquí.

Las leyes físicas no tienen nada sobre el Hijo del Hombre.

Jesús, he estado en un ciclo de derrota espiritual por mucho tiempo. Alinea las convicciones de mi corazón con la convicción de mi cabeza y dame la confianza de vivir con audacia en Tu amor, sabiendo que Tú estás haciendo cosas grandes, aquí y ahora. En el Nombre de Jesús, Amén.

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Romanos 8:11, El Espíritu de Dios, quien levantó a Jesús de los muertos, vive en ustedes; y así como Dios levantó a Cristo Jesús de los muertos, él dará vida a sus cuerpos mortales mediante el mismo Espíritu, quien vive en ustedes.(NTV)

Piensa en un momento o una época cuando estabas en un ciclo de derrota espiritual. ¿En qué se diferencia ese sentir al de vivir con la esperanza en una fe confiada? Comparte algo de tu experiencia de fe en los comentarios.

© 2021 por Jami Amerine. Todos los derechos reservados.

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