Somos impotentes ante este ejército poderoso que está a punto de atacarnos. No sabemos qué hacer, pero en Ti buscamos ayuda». 2 Crónicas 20:12b (NTV)
Con lo último empacado, estamos cerrando la puerta a este capítulo de nuestras vidas. Mi esposo renunció a su trabajo como pastor y me despido de lo que ha sido mi identidad durante más de dos décadas: ser la esposa de un pastor.
Durante años he pastoreado a mujeres, orando con ellas y alentándolas, enseñándoles la Palabra y dirigiendo grupos pequeños, equipándolas para usar sus dones y vidas para Dios. Sé que los dones de Dios y el llamado en mi vida son irrevocables (Romanos 11:29), y me ha encantado este rol en el cuerpo de Cristo, pero debido a los cambios en el liderazgo de la iglesia y en acuerdo a consejo sabio, es hora de partir.
Esta decisión abrupta incluye una mudanza al otro lado del país, lejos de nuestra querida comunidad. Mi esposo y yo no tenemos visión, ni ingresos, ni plan. Simplemente empacamos y nos vamos, confiando en que Dios proveerá. Pero la esposa del pastor que pregonó las palabras «¡No te preocupes! ¡Dios proveerá!» cuando otros luchaban, ahora es la mujer que abandona esas palabras.
No solo tengo temor de cómo vamos a alimentar a nuestra familia, si no que tengo temor por mí misma… ¿quién soy yo sino soy la esposa de un pastor? ¿Qué hago si no estoy sirviendo de esta manera?
De repente me siento como si tuviera 6 años, como si Dios me hubiera disciplinado. Me retuerzo en un cuadrado de mi alfombra, mordiéndome las uñas, con la vergüenza que me inunda mientras los demás observan. Puedo escuchar susurros detrás de los dedos que señalan y las caras que se ríen. Pero en realidad, soy una mujer adulta que cree la mentira del enemigo: Dios ha terminado contigo. Fallaste.
En 2 Crónicas 20, el rey Josafat entendió el temor a lo desconocido. Estaba guiando al pueblo de Dios, y de repente un enemigo venía a destruirlo, estaba aterrorizado.
La última vez que estuvo en esta situación, tomó las cosas en sus propias manos para luchar de frente contra su enemigo, y casi pierde la vida. Necesitaba, esta vez, hacer las cosas de manera diferente.
¿Aún estaba aterrorizado? Sí. Pero esta vez, resolvió consultar al Señor. Así que reunió al pueblo de Dios para ayunar y orar, terminando su oración con nuestro versículo clave, 2 Crónicas 20:12b: “Somos impotentes ante este ejército poderoso que está a punto de atacarnos. No sabemos qué hacer, pero en ti buscamos ayuda»”.
El enemigo venía veloz y furioso, y la respuesta natural habría sido ponerse rápidamente en posición de lucha. En cambio, el rey Josafat disminuyó la velocidad, reconoció a Dios, pidió Su ayuda, admitió su propia debilidad y esperó. (2 Crónicas 20:3-13)
¿Cuántas veces, y especialmente ahora, soy rápida para encontrar una solución a mi falla? ¿Me esfuerzo con todo mi ser para resolverlo y no tener que permanecer en la incomodidad o el temor a lo desconocido? No me gusta el dolor. Y no tengo paciencia. Quiero paz. Ahora mismo.
Mientras mi niña interior de 6 años se retuerce durante su tiempo de disciplina, decido orar como el rey Josafat: Señor, no sé qué hacer, pero en Ti busco ayuda.
Durante mi espera, Él habla. Esto no es una disciplina porque estoy en problemas. Es porque estoy herida. Esta nueva temporada es un tiempo para restaurar, renovar y rehabilitar. Es un tiempo para que mi Dios me enseñe y capacite y finalmente me transforme. Porque a veces Dios no soluciona nuestros problemas; en cambio, Él quiere restaurarnos en medio de ellos.
Mi corazón aún se agita por usar mis dones en el cuerpo de Cristo. Esta pasión me empuja a estar presente en mi tiempo con Dios. La esperanza está siendo restaurada a medida que mi carácter madura.
A menudo, el plan de Dios no tiene sentido para mí, pero a medida que me apoyo en Sus pasos en lugar de los míos, puedo confiar en que Su camino es bueno.
Señor, gracias por los tiempos de disciplina en mi vida cuando amorosamente me enseñas, capacitas y transformas. Admito ante Ti mis temores y mi vergüenza por sentirme inútil e indefensa e incluso enojada cuando las cosas no salen como yo quiero. Ayúdame a inclinarme hacia Tu manera de hacer las cosas y disfrutar Tu presencia más plenamente. En el Nombre de Jesús, Amén.
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2 Corintios 4:18, Así que no nos fijamos en lo visible, sino en lo invisible, ya que lo que se ve es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno. (NVI)
Hebreos 12:1b-2a, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe. (NVI)
Tal vez tú también te encuentres actualmente en un “tiempo de disciplina” espiritual o en una temporada de prueba en la que el enemigo se acerca veloz y furioso y no tienes idea de qué hacer. Detente hoy, presenta esto ante el Señor y espera que Él responda.
© 2022 por Jodi Harris. Todos los derechos reservados.
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