Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en Mi nombre, Él les enseñará todas las cosas, y les recordará todo lo que les he dicho. Juan 14:26 (NBLA)
Mientras mi esposo me contaba sobre la conversación con nuestro hijo, la arruga en mi ceja se hacía más profunda. Entre más hablaba, más profunda se hacía.
En ese entonces, nuestro primogénito estaba en séptimo grado, y durante el camino de regreso a casa, después de su grupo de jóvenes, había hecho preguntas profundas sobre la fe.
«¿Por qué no puedo escuchar a Dios hablarme?» preguntó. «¿Cómo sé que realmente estoy escuchando a Dios?»
Debido a que estas preguntas hacían eco de algunas de las mías, entré en pánico. En lugar de verlas como parte del crecimiento espiritual de mi hijo, quería respuestas claras, sin matices, y lineamientos paso a paso para responderle. Pero no hay un reglamento para reconocer la voz de Dios, ¿verdad?
La búsqueda de Él es un trayecto de toda la vida, dando un paso y a veces tambaleando, sólo para volver a levantarse. Queremos un GPS que nos diga cuándo cambiar de ruta, pero en su lugar, Dios nos da una relación, diciéndonos que confiemos en Él.
A veces leo historias de Dios hablando directamente a Su pueblo en el Antiguo Testamento, y anhelo oír Su voz audible. Recibo una palabra de Dios pero luego cuestiono si realmente es Él. Dudo en seguir adelante, y en vez de actuar de acuerdo a mi fe, soy como Moisés después de que Dios le pidiera que liderara a los israelitas fuera de Egipto; quiero una confirmación visible.
Moisés dijo con audacia: “«Te ruego que me muestres Tu gloria»”, y Dios cumplió (Éxodo 33:18, NBLA). Moisés se tuvo que esconder en una roca mientras pasó la gloria del Señor, y aunque no le estaba permitido ver el rostro de Dios, recibió la confirmación que necesitaba para hacer lo que el Señor le pidió.
La mayoría de nosotras no contemplará la gloria del Señor de la forma en la que lo hizo Moisés, pero cuando aceptamos a Jesús como Salvador recibimos lo que Jesús describió como algo mejor que Su presencia física: el Espíritu Santo. ¿Cómo podría haber algo mejor que ver a Jesús? Pero Jesús sabía que dejar la tierra nos permitiría a cada una de nosotras que lo aceptamos recibir esta hermosa promesa:
Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en Mi nombre, Él les enseñará todas las cosas, y les recordará todo lo que les he dicho (Juan 14:26).
Dios puede hablar a través de otros creyentes, Su creación y Su Palabra, y a medida que crece nuestra fe, Él quiere que cada una de nosotras que lo hemos llamado Señor, reconozcamos la voz de Su Espíritu.
Mientras paso tiempo nutriendo mi relación con Dios, adquiero la confianza en reconocer cuándo una palabra proviene de Él. Mi travesía me ha enseñado esto sobre Su voz:
- Es consistente y estable. La voz del Espíritu nunca va a contradecir algo de Su Palabra o de Su carácter (Juan 16:13).
- Puede traer convicción, pero no amenaza cruelmente. El temor es una táctica del enemigo, y su meta es que nosotras vivamos nuestras vidas cautivas a ello (Juan 16:7-8; 2 Corintios 3:17).
- Nos impulsa a tomar acción. Él quiere que vivamos las vidas plenas que Él planeó para nosotras y que cumplamos nuestros propósitos en Él (Salmo 143:10; Gálatas 5:16).
Admito que sentí pánico cuando escuché las preguntas de mi hijo porque no tenía respuestas claras. No quería que mi hijo dejara de creer si Dios no respondía de la manera que pensaba que lo haría. Pero finalmente me di cuenta de que las preguntas de mi hijo indicaban crecimiento. Una fe sana es la que avanza continuamente, incluso cuando dudamos.
Dios sabe que habrá momentos en los que cuestionaremos si es Su voz la que escuchamos. La buena noticia es que Él sigue hablando en medio de nuestra incertidumbre. Tomemos un tiempo para estar quietas y escuchar hoy. Entre más lo hagamos, más lo reconoceremos cuando Él hable.
Dios, gracias por el don de Tu Espíritu. Gracias por continuar hablándonos, aún cuando dudamos y vacilamos en seguir adelante. Danos confianza en nuestra capacidad para escucharte hoy, e impúlsanos a actuar en base a lo que escuchamos. En el Nombre de Jesús, Amén.
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PROFUNDICEMOS
Juan 10:27, Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. (NVI)
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