Pero, mientras mantenían a Pedro en la cárcel, la iglesia oraba constante y fervientemente a Dios por él … Cuando abrieron la puerta y lo vieron, quedaron pasmados. Hechos 12:5,16b (NVI)
“Oren ahora”, envié un mensaje de texto a mi grupo de amigas, entre una petición desesperada y una orden.
Al otro lado del mundo, nuestros amigos misioneros estaban huyendo de su tierra natal para escapar de las amenazas y los peligros de la guerra. Cuando llegaron a la ciudad fronteriza, estaba cerrada.
¿Y ahora qué?
Días de conflicto, puertas cerradas y oraciones desesperadas para que Dios les diera una salida habían llevado a nuestros amigos hasta este momento en la frontera. Los que estábamos en Estados Unidos orábamos para que Dios actuara en su favor.
Pensé en el apóstol Pedro en la cárcel en Hechos 12. Su situación parecía desesperada. El apóstol Santiago acababa de ser asesinado y Pedro era el siguiente. Mientras los creyentes oraban en una casa cercana, un ángel se acercó a Pedro, abriendo las puertas que estaban cerradas y guiándolo hacia la seguridad y la libertad (Hechos 12:6-10).
Oré lo mismo por mis amigos: Señor, por favor, proporciona ángeles que los guíen a través de la frontera, pasando los guardias armados. Junto con mi hijo de 13 años, le pedí a Dios que hiciera ese milagro.
Los momentos se hicieron pesados y largos.
Entonces llegó el mensaje: lo logramos.
Nos alegramos. Sollozamos. Luego nos sentamos asombrados, sorprendidos por lo que acababa de suceder.
¿Alguna vez has hecho una oración y te has sorprendido cuando Dios te ha respondido? ¿Oraste con fe, pero nunca esperaste que Él respondiera de la manera en que lo hizo?
Hay algo asombroso en la forma en que Dios responde a la oración que nos sorprende.
En Hechos 12:13-15, los creyentes estuvieron orando toda la noche cuando, de repente, Pedro “llamó a la puerta de la calle, y salió a responder una criada llamada Rode. Al reconocer la voz de Pedro, se puso tan contenta que volvió corriendo sin abrir. —¡Pedro está a la puerta! —exclamó. —¡Estás loca! —le dijeron. Ella insistía en que así era, pero los otros decían: —Debe de ser su ángel”. (NVI)
Era más fácil para ellos creer que era un ángel que el propio Pedro. Aquellos cristianos devotos del siglo I en Jerusalén no podían creer que Dios hubiera respondido a sus oraciones de esta manera. Es tan bueno saber que no soy la única que ora con pasión y me quedo asombrada y maravillada cuando Dios realmente responde.
Nuestro versículo clave dice: “la iglesia oraba constante y fervientemente a Dios por él … Cuando abrieron la puerta y lo vieron, quedaron pasmados” (Hechos 12:5,16). Asombro y maravilla.
Según el diccionario Merriam Webster, el asombro es “la atención extasiada y la emoción profunda que provoca la visión de algo extraordinario”. ¿No es eso exactamente lo que se siente cuando Dios responde a la oración? Un asombro absoluto ante la visión de algo extraordinario.
Como niños pequeños, todo es una maravilla. Las alas de una mariposa, el diminuto Cheerio pegado a nuestro dedo, la caja en la que venía la nevera.
Jesús dice que el Reino de los Cielos pertenece a los niños (Mateo 19:14). ¿Será que ellos tienen ojos para ver Sus maravillas a su alrededor? ¿Que, en su humildad de espíritu, los niños son libres de deleitarse en Dios?
La oración es un camino hacia el asombro.
El asombro infantil alimenta nuestra fe, despertando nuestra pasión por orar y prestar atención a lo que Dios está haciendo a nuestro alrededor. Cuando nos sintamos angustiadas e intranquilas mientras nuestros cerebros rebotan por el ajetreo, que no nos perdamos los momentos milagrosos por no dedicar tiempo a notar las respuestas de Dios a la oración. En cambio, que podamos perseguir Su maravilla en nuestro día a día.
Oh Señor, cómo quiero más de la maravilla que Tú das cuando respondes a mi oración ferviente. Ayúdame a escuchar y a buscar lo extraordinario Tuyo en lo ordinario mío. Que este asombro me conecte más profundamente contigo y con los demás, fortaleciéndome para orar con pasión. En el Nombre de Jesús, Amén.
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La oración es nuestra forma de comunicarnos con Dios. Nos permite entregar toda la pena, el dolor, la preocupación, la frustración, la decepción, el rechazo, la felicidad y la alegría que estamos experimentando, y ser refrescadas por la dulce quietud y el deleite que se puede encontrar en la presencia de Dios. Si te encuentras en una época en la que sientes que tus oraciones no están siendo respondidas, o simplemente no sabes qué orar, Oraciones para el corazón de una mujer es el libro de oración para ti. La autora Elizabeth George ha escrito 100 oraciones con breves devocionales para ayudarte a navegar por tus relaciones con tu familia, amigas y el mundo que te rodea. Obtén tu copia y gana en las situaciones de tu vida diaria a través de la oración.
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PROFUNDICEMOS
Salmo 17:6,7b, A ti clamo, oh Dios, porque tú me respondes; inclina a mí tu oído, y escucha mi oración. … dame una muestra de tu gran amor. (NVI)
¿Por qué has estado orando fervientemente? ¿Cómo podrías escuchar y buscar a Dios con más asombro hoy? Comparte tus ideas en los comentarios.
© 2022 por Jodi Harris. Todos los derechos reservados.
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