»La paz les dejo, mi paz les doy; yo no la doy como el mundo la da. No dejen que su corazón se turbe y tenga miedo. Juan 14:27 (RVC)
Fue un día terrible, sin nada bueno.
Mi esposo dijo algo que me avergonzó y estaba enojada. Tratamos de hablar sobre eso, pero John no podía ver el problema. Yo, por otro lado, no podía ver nada más.
Mientras él iba a una cita, caminé por el pueblito que estábamos visitando. En una de las tiendas decoradas para Navidad, me enamoré de un juego de bloques de madera color café que deletreaban “Paz”. Adornados con piñas de pino y hojas de acebo, los bloques podían ser exhibidos durante todo el año. Lo mejor de todo es que el juego costaba sólo ocho dólares.
Más tarde, en el café donde John había quedado en recogerme, ordené un café moca y empecé a ensayar un discurso corto pero poderoso que ayudaría a mi esposo a entender la profundidad de mi dolor. Pero cuando él llegó y comencé a montarme en la camioneta, otra serie de palabras salieron de mi boca.
«¡Espera!» exclamé. «¡He perdido mi paz!» Corrí de regreso al café y busqué frenéticamente la pequeña bolsa con los bloques, pero no la encontré en ningún lado.
«¡Alguien robó mi paz!» Le dije a mi desconcertado esposo mientras me subía a la camioneta y me limpiaba una lágrima. Realmente me gustaban esos bloques.
A la mañana siguiente llamé a la tienda de regalos para ver si tenían más de esos bloques. La mujer en el teléfono se ofreció a ir a revisar mientras yo susurraba una oración.
«¡Buenas noticias! Encontré otro juego», dijo ella, pero después agregó: «oye…acabo de notar una bolsa con bloques debajo del mostrador, ¿crees que sean los tuyos?»
De pronto, el Señor puso todo en su lugar. Nadie te robó tu paz, Joanna. Y tú no la perdiste. Tú la dejaste, querida, Él susurró tiernamente a mi corazón escarmentado.
Es fácil perder nuestra paz con toda la incertidumbre y el caos en el mundo. Incluso como cristianas, podemos acabar tan consumidas por las preocupaciones de la vida que perdemos la calma interior que Jesús vino a darnos.
“La paz les dejo; mi paz les doy”, dice Jesús en Juan 14:27 (RVC). “Yo no la doy como el mundo la da. No dejen que su corazón se turbe y tenga miedo.”
La paz de Dios es verdaderamente extraordinaria. Tiene la intención de infiltrar cada parte de nuestro ser, dándonos paz interior y paz exterior. Una paz arraigada profundamente, tan estable que no puede ser alterada, robada o perdida fácilmente, sin importar lo que suceda en nuestras vidas.
Es el tipo de vida que Jesús vivió cuando vino a la tierra. Totalmente dependiente de Dios, Jesús nunca parecía apresurarse de un lugar a otro. Él vivía con propósito y no era motivado por circunstancias. Jesús estaba disponible en vez de ocupado. Él era accesible y no distante. Debido a que el Espíritu Santo lo guíaba, Jesús vio todo y a todos como parte de la voluntad de Dios para Su vida. Dado que Él confíaba que el Padre tenía todo bajo control, Su vida estuvo marcada por una hermosa paz.
Imagina cómo serían nuestras vidas si hiciéramos lo mismo. Pero todo empieza con las instrucciones que encontramos en Juan 14:27,
“No se angustien …”
De forma muy real, la preocupación (¡e incluso el enojo con nuestros esposos cuando hieren nuestros sentimientos!) es una elección. Sé que no siempre sentimos como si tuviéramos una opción cuando algo nos produce una emoción fuerte e inmediata. Pero hasta que entendamos que tenemos una elección, permaneceremos impotentes y sin paz.
En Juan 14:27 (NTV), Jesús nos dice, “No dejen que el corazón se les llene de angustia; confíen en Dios y confíen también en mí.”
Confíar en Dios es la única cura para un corazón afligido. Yo misma repito este versículo con frecuencia. Mis bloques de madera también me han ayudado. Están en la cómoda de mi dormitorio como un constante recordatorio de no abandonar mi paz, sino de resguardarla con cuidado.
Y hay una lección adicional que Dios me enseñó gracias a esa pequeña bolsa de bloques. Cuando recogí la bolsa de papel con los bloques de la tienda, noté que la vendedora había escrito sobre ella tres grandes letras en marcador: P.T. (pagado en su totalidad).
La paz que tú y yo necesitamos ya fue comprada por Jesús y Su muerte en la cruz. Lo que hagamos con esa paz depende de nosotras mismas. Así que, cuando el miedo toque a la puerta (¡y lo hará, amiga mía!), no dejes que detone el pánico.
Deja que la confianza se genere en su lugar.
Señor, perdóname por permitir que los problemas de la vida me perturben. Quiero experimentar la paz de Dios en cada área de mi vida. Dame la gracia para confíar más en Ti para que contínuamente elija la fe sobre el temor. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Profundicemos
Isaías 26:3, ¡Tú guardarás en perfecta paz a todos los que confían en ti, a todos los que concentran en ti sus pensamientos! (NTV)
¿Qué tipo de cosas tienden a “robar” tu paz? ¿Cómo podrías hacer un mejor trabajo para protegerla?
© 2022 por Joanna Weaver. Todos los derechos reservados.
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