Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. Romanos 12:1 (NVI)
Hablemos de los programas de telerrealidad.
Bien, se que quizás no sea la mejor manera de pasar el tiempo, y definitivamente no se parece mucho a mi vida real como madre de pequeños, en un suburbio de Texas, decididamente libre de islas tropicales.
No importa cuál sea tu opinión sobre los programas de telerealidad, creo que muchas de nosotras podemos estar de acuerdo en un punto: muchos programas simplemente ya no son lo que solían ser. El final feliz ya no existe. Ahora todo se trata del drama: el giro, la sorpresa, el suspenso. Pero todo está tan dolorosamente organizado y escrito.
Obviamente, todavía voy a verlo porque quiero saber qué va a pasar. Pero también quiero que mi programa favorito vuelva a ser como antes, cuando era auténtico. Pero lo más probable es que eso no suceda.
¿No es así como estamos programados como ser humanos? Querer lo que queremos.
Estos impulsos no afectan en gran medida nuestras vidas cuando se trata de los programas que consumimos, pero ¿qué pasa cuando queremos algo con mayores apuestas? Nuestras reacciones al no obtener lo que queremos en escenarios de alto riesgo son muy diferentes a cuando nuestro programa favorito cambia de trama.
De hecho, nos impulsan nuestros deseos. Podrías decir: «Landra, paso todo el día haciendo cosas que no quiero hacer». Y en la superficie, eso podría ser cierto. Pero si miras más a fondo, verás que lo que no deseas queda anulado por un deseo menos obvio, pero más apremiante.
Déjame darte algunos ejemplos:
No quieres hacer ejercicio, pero quieres estar en forma. Entonces te ejercitas.
No quieres dejar a tus hijos en la guardería, pero quieres poder trabajar y pagar las cuentas. Así que los dejas.
No deseas destruir la tradición de un programa de televisión de larga data en el que muchas personas están emocionalmente involucradas, pero deseas ganar dinero. Entonces lo destruyes con un drama artificial.
¿Te das cuenta? Nuestros deseos son una fuerza impulsora poderosa en nuestras vidas. Pero, ¿qué sucede cuando nuestros deseos se rompen? Sabemos que es posible. Incluso dijo Pablo: “Pues no hago el bien que deseo, sino el mal que no quiero, eso practico” (Romanos 7:19, NBLA).
Para mantener nuestros anhelos en línea con los de Dios, debe haber intencionalidad en cuánto poder le damos a nuestros propios deseos. Nuestro mayor deseo, el que anula a todos los demás, tiene que ser encontrar la paz con Su deseo.
Y eso requiere que nos rindamos.
¿Cómo lo hacemos? Rendirse es dejar lo que es más preciado para ti, el deseo de tu corazón, y decirle a Dios: «Mi deseo es Tuyo. Si me lo devuelves, te alabaré. Si no me lo devuelves, aún te alabaré».
Después de todo, somos sacrificios vivos, y ofrecer nuestros deseos y nosotras mismas a Dios es la verdadera adoración: “Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios” (Romanos 12:1).
Me he sentido tan confiada en los caminos por los que mis anhelos me han llevado. Incluso me he sentido “llamada” a lugares por mis deseos, solo para encontrar mi camino interrumpido por obstáculos inamovibles.
Pero, ¿podría ser que nuestra momentánea decepción e incomodidad ante un deseo incumplido sea, de hecho, un pequeño inconveniente en comparación con el peligro que tenemos por delante, que no podemos ver, a lo que nos enfrentaríamos si ese querer se cumpliera?
Permíteme decir esto: Dios se siente cómodo con nuestra decepción. De hecho, Él quiere que hablemos con Él al respecto. Él quiere convertirse en nuestro mayor deseo, y no hay extremos a los que no vaya para acercarnos a Él.
Dios, gracias por amarme lo suficiente como para no darme todos mis deseos. Cambio mi voluntad por la Tuya, sabiendo que Tu plan es siempre mejor. Oro para ser paciente, constante y obediente solo a Tu voz. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Profundicemos
Romanos 8:28, Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. (NVI)
¿Cuáles son tus mayores deseos en esta temporada de tu vida? ¿Estás trayendo esos deseos ante Dios?
Si hay decepciones ligadas a tus deseos, comprométete a hablar con Dios sobre esas decepciones hoy.
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