Grábense estas palabras en el corazón y en la mente; átenlas en sus manos como un signo, y llévenlas en su frente como una marca. Enséñenselas a sus hijos y repítanselas cuando estén en su casa y cuando anden por el camino, cuando se acuesten y cuando se levanten. Deuteronomio 11:18-19 (NVI)

Recuerdo una vez cuando mi hijo mayor tenía 3 años y estábamos conduciendo en la oscuridad. Nos habíamos perdido en el campo donde las calles carecían de luz. Esto fue antes de que hubiera iPhones, y no traía un mapa conmigo.

Yo estaba exasperada porque no sabía qué hacer, pero mi hijo dijo: «mamá, necesitamos orar». Él empezó a expresar la oración más apasionada y sincera que haya escuchado. A sus escasos tres años, él sabía y creía que Dios nos libraría de lo que fuera que nos causara el estar asustados, perdidos y atascados. Esa es la fe de los niños.

En Mateo 18, Jesús habla de esta idea cuando dice: “«En verdad les digo que si no se convierten y se hacen como niños, no entrarán en el reino de los cielos. Así pues, cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos” (Mateo 18:3-4, NBLA).

Déjame decirte que, al observar a mi hijo orar esa noche, me di cuenta que en verdad él creía que Dios podía cambiar las cosas para nosotros. Él creía que Dios escuchaba sus oraciones y que existía un Dios lo suficientemente poderoso para guiarnos fuera de la oscuridad en la que nos encontrábamos.

Entonces, ¿cómo ayudamos a nuestros hijos a tener esta GRAN perspectiva de Dios? Creo que a medida que envejecemos y nos volvemos más pragmáticas, tendemos a perder esta perspectiva nosotras mismas. Pero siendo madres, estamos provistas de forma única para asociarnos con Dios para ayudar a nuestros hijos a experimentar Su poder y amor por ellos. Podemos unirnos a Dios, día a día, en los momentos pequeños, en levantar una generación que no sólo cree que Jesús es real, sino que además pueden hablarle a Él, escuchar de Él, caminar con Él y saber que Él cuidará de ellos.

Estas son tres maneras en las que podemos darle a nuestros hijos una GRAN perspectiva de Dios:

1. Compartir nuestros errores.

A veces pensamos que la crianza de los hijos necesita ser este gran ejercicio de perfección, pero la perfección nos roba de la necesidad de Dios. Cuando nuestros hijos ven que somos imperfectas, ellos ven que nosotras necesitamos a Dios tal como ellos necesitan a Dios, así que pidamos disculpas y confesemos nuestros errores de la mejor manera que nuestros hijos hayan conocido.

2. Aprender de Dios con nuestros hijos.

Tendremos conversaciones más agradables si estudiamos y descubrimos a Dios juntos. Y de hecho, esto es un mandato en las Escrituras:

Grábense estas palabras en el corazón y en la mente; átenlas en sus manos como un signo, y llévenlas en su frente como una marca. Enséñenselas a sus hijos y repítanselas cuando estén en su casa y cuando anden por el camino, cuando se acuesten y cuando se levanten (Deuteronomio 11:18-19).

No necesitamos saberlo todo, sólo necesitamos confiar en Dios, y nuestros hijos necesitan vernos hacerlo.

3. Centrarse en la meta final.

Hay un millón de otras cosas por hacer, pero no hay nada más importante que darle a Dios a nuestros hijos. Estos años vuelan demasiado rápido. Esto nos puede hacer que nos sintamos bastante presionadas, pero también puede darnos mucha visión. No es necesario reservar un montón de tiempo estructurado para discipular. Seamos intencionales en los momentos pequeños durante nuestros días. Esto ayudará a nuestros hijos a ver a Dios durante su vida diaria mientras crecen.

Mi oración es que usemos estos años cortos con nuestros hijos para establecer los cimientos de su comprensión del carácter de Dios y despertar una amistad con Jesús que llevarán por el resto de sus vidas. Quiero asegurarte que no estás haciendo esto sola: Dios está trabajando contigo y va a usar tu guía, sin importar cuán imperfecta sea.

Dios, te entregamos nuestros hijos a Ti. Atráelos hacía Ti y ayúdalos a entender su lugar en Tu historia. Ayúdanos a vivir de tal manera que nuestros hijos vean que Tú los amas y que Tú eres bueno. En el Nombre de Jesús, Amén.

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Romanos 8:1a, Por tanto, ahora no hay condenación para los que están en Cristo Jesús…(NBLA)

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© 2022 por Jennie Allen. Todos los derechos reservados.

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