Mientras el hijo de Isaí viva en esta tierra, ¡ni tú ni tu reino estarán seguros! Así que manda a buscarlo, y tráemelo, pues está condenado a morir. 1 Samuel 20:31 (NVI)

En algún momento, todas hemos sentido que no somos lo suficientemente buenas porque, por mucho que nos esforcemos, otra lo hace mejor y logra más.

Detrás de la sonrisa forzada, sentimos secretamente que su éxito es nuestro fracaso porque creemos que no estamos a la altura en comparación.

Ya conoces la sensación. En el trabajo, tu jefe les dijo a todos: «¡Amanda volvió a romper el récord de ventas!». Se te revolvió el estómago porque, una vez más, te preguntaste: ¿Por qué nunca puedo vencer a Amanda?

O tal vez estabas navegando por las redes sociales cuando viste a Jennifer en otras vacaciones exóticas con Stanley. Miraste a tu esposo y pensaste: ¿Por qué no merezco un buen viaje a alguna parte?

O tal vez estabas tan entusiasmada con el lanzamiento de tu nuevo podcast… hasta que tu compañera de universidad alcanzó los 100,000 suscriptores en el suyo. Mientras cerrabas tu laptop, pensaste: ¿Qué sentido tiene? Nunca tendré tantos suscriptores.

La historia bíblica de los celos del rey Saúl a David se basa en esta misma línea de pensamiento.

Saúl era el rey reinante de Israel, designado por Dios después de que los israelitas exigieran que Dios les diera un rey. Sin embargo, Saúl se sentía inferior en comparación con David porque la gente aprobaba más a David que a él. El pueblo cantó en 1 Samuel 18:7, “«Saúl ha matado a sus miles, y David a sus decenas de miles»” (NBLA), una canción que puso a Saúl en una embestida asesina contra David.

Pero hay una tercera persona en esta historia: Jonatán, el hijo de Saúl y supuesto heredero del trono. También era el mejor amigo de David. De hecho, sólo tres versículos antes de que se desencadenaran los celos de Saúl contra David, Jonatán le dio a éste su manto y sus armas en una muestra de amor y amistad. (1 Samuel 18:4)

Jonatán tuvo una reacción totalmente diferente a la aprobación de David por parte del pueblo. En lugar de ver la aprobación de la gente de otra persona como una acusación contra sí mismo, Jonatán celebró a David. He aquí por qué esto es tan crucial.

Saúl creía que, debido a la popularidad de David, su reinado y el futuro reinado de Jonatán eran menos seguros. Por eso, en respuesta a la exhortación de Jonatán a no dañar a David, Saúl se dirigió airadamente a su hijo y le dijo: “Mientras el hijo de Isaí viva en esta tierra, ¡ni tú ni tu reino estarán seguros! Así que manda a buscarlo, y tráemelo, pues está condenado a morir” (1 Samuel 20:31).

Saúl olvidó que sólo Dios lo había puesto en su trono, y que sería Dios quien lo destituiría y pondría al siguiente rey (que resultó ser David) en el trono.

Pero Jonatán no aseguró su identidad en ser rey; aseguró su identidad en quien Dios dijo que era y en el poder de Dios para ganar batallas en nombre de Su pueblo. Jonatán no se sintió amenazado por David porque creía que “pues para él no es difícil salvarnos, ya sea con muchos o con pocos” (1 Samuel 14:6c, NVI). En última instancia, confió en Dios para exaltar y humillar a quien Él deseaba, ya sea que eso incluyera que él fuera rey o no.

Cuando empieces a caer en pensamientos como ¿Por qué no me invitaron? o ¿Por qué ella en vez de yo? o ¿Por qué nunca puedo ser lo suficientemente buena? … hazte una pregunta más importante: ¿Por qué importa?

Para acabar con la comparación tóxica hay que cambiar lo que creemos sobre nosotras mismas. La pregunta: ¿por qué importa? nos ayuda a descubrir lo que creemos sobre nosotras mismas. No ser invitada importa porque creemos que no somos dignas, y para las que luchamos con eso, no ser invitada sirve como prueba percibida de que no somos dignas.

Pero, ¿y si aprendemos a reformular las cosas que desencadenan nuestra inseguridad para que, en lugar de hacernos sentir indignas, nos acerquen a Dios?

Al igual que Jonatán, necesitamos replantear el éxito de otras personas como una oportunidad para celebrar lo que Dios está haciendo en sus vidas sin compararlo con lo que Dios está haciendo en las nuestras.

Señor, ayúdame a verme como Tú me ves y a asegurar mi identidad en quien Tú dices que soy. Concédeme la gracia de celebrar el éxito de los demás y la humildad de inspirarme en cómo bendices las vidas de los demás. En el Nombre de Jesús, Amén.

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Salmo 51:10-12, Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva la firmeza de mi espíritu. No me alejes de tu presencia ni me quites tu santo Espíritu. Devuélveme la alegría de tu salvación; que un espíritu obediente me sostenga. (NVI)

¿Cómo puede un estudio más intencional de la Biblia, una renovación más intencional de su alimentación de las redes sociales y una cultivación más intencional de las amistades ayudarte a vivir libre de la comparación tóxica?

¿Cuáles son otras estrategias que puedes poner en práctica para ayudarte a vivir día a día, libre de comparaciones tóxicas?

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