Devocionales

Invita a Dios a tu dolor

Lysa TerKeurst 2 de marzo de 2023
Acérquense a Dios y Él se acercará a ustedes. Santiago 4:8a (NBLA)

En una temporada reciente en mi vida, sentí que la angustia que estaba experimentando me iba a destruir.

El dolor me golpeó con una fuerza tan repentina y aguda que sentí como si me atravesara la piel y huesos. Y me dejó preguntándome si alguna vez sería capaz de volver a vivir como una persona normal.

Durante esa temporada, e incluso ahora, Dios me ha estado recordando tiernamente que el dolor, en sí mismo no es el enemigo. El dolor es el indicador de que existe el quebrantamiento.

El dolor es el recordatorio de que el verdadero enemigo está tratando de aniquilarnos y derribarnos al mantenernos atrapadas en lugares rotos. Si podemos entender la perspectiva de Dios, el dolor puede ser el regalo que nos motiva a luchar con tenacidad y determinación feroz, sabiendo que del otro lado hay sanidad.

¿Y en el intermedio? ¿En ese lugar de desesperación donde aún no hemos llegado al otro lado y nuestro corazón todavía se siente con la herida abierta? Aún así, el dolor es una invitación para que Dios entre y reemplace nuestra fuerza vacilante con Su poder.

Ahora bien, no escribo esto para compartir clichés espirituales que suenan bien; lo escribo desde el fondo de un corazón que sabe que es el único camino. Debemos invitar a Dios a nuestro dolor para que nos ayude a sobrevivir la etapa intermedia tan desesperante.

La única otra opción es huir del dolor usando algún método de adormecimiento. Pero adormecer el dolor con comida, logros, drogas, alcohol o navegar sin parar en las redes sociales, estas cosas nunca llegan a la fuente del asunto verdadero. No nos hacen más saludables. El adormecer el dolor solo silencia nuestros gritos acudiendo ayuda.

Creemos que nos liberamos del dolor, sin embargo la realidad es que lo que nos adormece nos aprisiona. Si evitamos el dolor, ese dolor crea un vacío en nosotras. Lentamente mata el potencial de nuestros corazones para volver a sentir completamente, conectarse completamente, amar completamente. Incluso roba lo mejor de nuestra relación con Dios.

El dolor es la sensación que indica que se necesita una transformación. Existe una debilidad en el lugar donde hace falta que entre una fuerza nueva. Y debemos elegir buscar fortaleza a largo plazo en lugar de un alivio temporal.

¿Cómo obtenemos esta fuerza nueva? Cuando las partes más profundas de nuestro ser gritan por un poco de alivio, ¿cómo nos abstenemos de perseguir las cosas que adormecen? ¿Cómo detenemos el dolor intenso que sentimos en este minuto?

Invitamos la cercanía de Dios.

Para mí, durante esta temporada tan dolorosa de mi vida, esto significó orar constantemente. No importa cuán grande sea nuestro pozo de desesperación, la oración es lo suficientemente grande para llenarnos con la comprensión de Su presencia, como nada más lo puede hacer.

Nuestro versículo clave de hoy (Santiago 4:8a) nos recuerda que cuando nos acercamos a Dios, Él se acercará a nosotras. Cuando lo invitamos a acercarse, Él siempre acepta nuestra invitación.

Y en los días en que mi corazón se siente herido y mis palabras se sienten bastante simples, dejo que las Escrituras guíen mis oraciones, grabando Su Palabra en mi diario personal y luego agregando mis propios pensamientos.

No importa dónde te encuentres hoy… sumergida hasta las rodillas en la angustia, dando pasos de sanidad o en la etapa intermedia desesperante… hoy es un gran día para invitar a Dios a que se acerque a ti.

Uno de mis pasajes bíblicos favoritos al que recurro es el Salmo 91. Me encantaría compartir un versículo y una oración contigo como un ejemplo de cómo puedes orar, invitando a Dios a tu propio dolor:

Versículo: Los que viven al amparo del Altísimo encontrarán descanso a la sombra del Todopoderoso (Salmo 91:1, NTV).

Oración: Señor, acércame. Tu Palabra promete que cuando me acerco a Ti, Tú estás allí. Quiero que mi “acercamiento” sea una morada permanente. No estoy sola porque Tú estás conmigo. No soy débil porque Tu fuerza está infundida en mí. No estoy vacía porque estoy bebiendo diariamente de Tu plenitud. Eres mi morada. Y en Ti tengo refugio de toda circunstancia tormentosa y de toda realidad áspera. No estoy pretendiendo que las cosas difíciles no existen, sino que me regocijo en el hecho de que Tu cobertura me protege y evita que esas cosas difíciles me afecten como antes. Tú, el Altísimo, tienes la última palabra sobre mí. Tú me conoces y me amas íntimamente. Y hoy declaro que confiaré en Ti en medio de mi dolor. Eres mi morada cotidiana, mi gracia salvadora. En el Nombre de Jesús, Amén.

Amiga, incluso si hoy solo tienes unos momentos para acercarte a Dios a través de la oración, te prometo que terminarás sintiéndote mucho menos desesperada y mucho más completa. Si permitimos que Dios entre en la oscuridad de nuestro dolor, Él abrirá la puerta de par en par a un mañana mucho más brillante.

Dios, gracias por estar siempre listo y disponible para hablar conmigo. Estoy agradecida por el recordatorio de que incluso cuando estoy desesperada, Tú estás conmigo. Tu paz está a solo una oración de distancia. Gracias por estar cerca de mí durante situaciones de angustia. Sé que la sanidad está ocurriendo en maneras que ni siquiera puedo ver. En el Nombre de Jesús, Amén.

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1 Pedro 5:10, Y, después de que ustedes hayan sufrido un poco de tiempo, Dios mismo, el Dios de toda gracia que los llamó a su gloria eterna en Cristo, los restaurará y los hará fuertes, firmes y estables. (NVI)

¿Cómo te animan estas palabras hoy? ¿Cómo podrías ver el dolor y el sufrimiento de manera diferente a la luz de la promesa de Dios de restaurarte y hacerte fuerte, firme y estable? ¡Nos encantaría saber sobre ti en los comentarios!

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