Desde el extremo de la tierra clamaré a ti cuando mi corazón desmaye. Llévame a la roca que es más alta que yo porque tú me has sido refugio y torre fortificada delante del enemigo. Salmo 61:2-3 (RVA-2015)
Hace varios años, Dios mudó a nuestra familia a California para una temporada llena de aventuras. Las secuoyas rojas altísimas y la Costa del Pacífico me cautivaron, igual que la posibilidad aterradora de terremotos.
Y durante nuestro primer año, como era de esperar, experimentamos un pequeño (¡gracias a Dios!) terremoto. Nunca olvidaré la sensación desconcertante de la tierra temblando y sacudiendo debajo de mis pies, una sensación que se quedó mucho después de que la tierra dejó de temblar.
La vida también puede sentirse así, ¿no?
La pérdida, la traición, la enfermedad, la pena, el conflicto, el dolor… cualquier cantidad de desastres puede inclinar nuestro mundo fuera de su eje. Yo definitivamente me he encontrado en ese tipo de situación y quizás tú también. En estos momentos, intentamos agarrar algo para equilibrarnos y con inseguridad hacemos nuestras rutinas diarias, pero nada se siente estable cuando las placas tectónicas de la vida tiemblan debajo de nosotras.
Y luego las preguntas difíciles bombardean a nuestras mentes confusas:
¿Dejará de moverse el suelo debajo mis pies?
¿Volveré a encontrar la estabilidad?
¿Cómo se supone que yo viva con tanta incertidumbre?
Si eres como yo, puede que te sientas sola en tu lucha o incluso culpable porque las personas bienintencionadas te dicen que «solo tengas más fe». Pero afortunadamente, cuando buscamos en las Escrituras, encontramos muchas historias de hombres y mujeres que enfrentaron circunstancias parecidas y plantearon las mismas preguntas.
En concreto, el rey David conocía bastante bien la realidad de vivir en tierra inestable. La pérdida, traición, derrota y las experiencias cercanas a la muerte salpicaron su camino de los pastos al palacio. Sin embargo, como detalla el versículo clave de hoy, David sabía exactamente qué hacer cuando la tierra inestable le rodeaba:
Desde el extremo de la tierra clamaré a ti cuando mi corazón desmaye. Llévame a la roca que es más alta que yo porque tú me has sido refugio y torre fortificada delante del enemigo (Salmo 61:2-3).
Cuando las temporadas duras le sacudieron, David aprendió que él podía plantarse y fijarse en la Roca firme, su defensor, Padre celestial y amigo. Una y otra vez, David menciona a Dios como su Roca, un lugar de protección y perspectiva firme y fiable, reconfortante y seguro, incluso en los tiempos más oscuros (Salmo 18:2,31; Salmo 28:1; Salmo 62:7; Salmo 144:1).
El mismo Dios que apoyaba a David quiere apoyarte a ti también. Cuando llegan las temporadas duras, tú y yo podemos enfrentarlas con seguridad y confianza plantándonos y fijándonos en Dios, nuestra Roca.
R — Recuerda lo que Dios ha hecho. Busca en Su Palabra y en tu pasado las pruebas de Su bondad. ¡Considera escribir un registro de lo que descubres! Cada vez que El Señor te revela a Si mismo de forma pequeña o grande, decide recordar Su amabilidad.
O — Obtén otra perspectiva, abriéndote a lo que Dios está intentando enseñarte. En lugar de preguntar a Dios ¿Por qué yo?, intenta preguntar ¿Qué estás intentando enseñarme? Es un cambio de dirección complejo, pero uno que impulsa potencialmente nuestro crecimiento espiritual.
C — Clama honestamente al Señor. Con demasiada frecuencia, solemos orar de forma pasiva y con modales, sin embargo, a veces necesitamos ser auténticas y francas con nuestra Padre celestial. ¡No tengas miedo de recordar a Dios Sus promesas! David lo hacía repetidamente, y nosotras lo podemos hacer también.
A — Anda en tu fe, paso a paso. Las temporadas duras nos obligan a tomar pasos más pequeños con una concentración intensa, ¡y eso no es malo para nada! Céntrate en el aquí y ahora, tomando un día (¡o una hora!) a la vez.
Dios nunca nos abandona. Decidamos nunca renunciar a Él.
Querida, cualesquiera que sean los temblores que sacuden el suelo debajo de nuestros pies, podemos aprender a plantarnos en Jesús. ¡Corramos a Él hoy y encontremos la seguridad que anhelamos desesperadamente!
Jesús, gracias por ser la Roca firme en que podemos siempre parar y plantarnos. Ayúdanos a refugiarnos en Ti cuando las dificultades sacuden nuestras vidas. ¡Ponemos nuestra confianza en Ti! En el Nombre de Jesús, Amén.
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Salmo 71:3, Sé para mí una roca de refugio, a la cual pueda ir continuamente; Tú has dado mandamiento para salvarme, Porque Tú eres mi roca y mi fortaleza. (NBLA)
¿Piensas en Dios como tu cimiento firme? ¿Cómo sería si corrieras a Él para refugiarte justo en la temporada en la cual te encuentras? Comparte tus pensamientos en los comentarios.
© 2023 por Meredith Houston Carr. Todos los derechos reservados.
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