Ahora, Señor, considera sus amenazas, y permite que Tus siervos hablen Tu palabra con toda confianza, Hechos 4:29 (NBLA)

Parecía una panadera enloquecida.

En cuanto empecé a raspar nuestros techos escarchados, quedé cubierta de yeso blanco y supe que tenía un tremendo problema. Cuando afronté esta pequeña renovación, calculé que me tomaría un fin de semana y unos cientos de dólares para completarla. En tan solo cinco horas pude darme cuenta de que mis expectativas estaban muy lejos de la realidad.

Muchas veces las renovaciones tienden a tomar más tiempo de lo pensado o resultan diferente a lo que imaginamos. Lo mismo es cierto para las transformaciones espirituales.

En el pasaje bíblico de hoy, Lucas, el escritor de Hechos, reveló una transformación notable en los discípulos de Jesús, Pedro y Juan. Ya no se escondían tras puertas cerradas (Juan 20:19), cuestionaban lo que Dios estaba haciendo (Hechos 1:6), o miraban fijamente al cielo vacío como lo habían hecho antes (Hechos 1:10). Ahora eran evangelistas audaces, y su renovación se había producido a través de aventuras emocionantes.

Pedro y Juan tenían motivos para creer que no vivirían para ver el mañana. Después de que Dios sanara a un paralítico a través del ministerio de los discípulos, los mismos líderes religiosos que habían matado a Jesús quisieron intimidarlos para que guardaran silencio. Todo en el ambiente resonaba: ¡recuerda lo que le hicimos a Jesús!

En lugar de retirarse atemorizados, los discípulos hicieron una de las oraciones más asombrosas del Nuevo Testamento:

Ahora, Señor, considera sus amenazas, y permite que Tus siervos hablen Tu palabra con toda confianza, mientras extiendes Tu mano para que se hagan curaciones, señales y prodigios mediante el nombre de Tu santo Siervo Jesús» (Hechos 4:29-30, NBLA).

¿Quién ora así?

Personas que crecieron en tiempos de incertidumbre.

Cuando examinamos su oración completa, aprendemos que los discípulos creían en el poder soberano de Dios. Creían que Dios, y no sus enemigos, controlaría el resultado de su situación.

Ese pensamiento transformador no se produce de la noche a la mañana; sucede en los lugares inciertos de la vida, donde Dios remodela nuestros corazones, derriba nuestro orgullo, ajusta nuestras prioridades, lija nuestras asperezas y nos transforma más a la imagen de Cristo.

La incertidumbre invita al crecimiento.

La transformación de nuestros corazones y almas a menudo ocurre cuando no sabemos qué es lo que sigue, cuando no estamos seguras de qué hacer, cuando no tenemos todas las respuestas.

Lo que me impulsó a renovar mi sala fue el deseo de control. La vida no había resultado como esperaba. Quizás el arreglar esto solucionaría todo lo demás.

Estaba equivocada.

Pero por el camino, mis deseos empezaron a cambiar. En lugar de pedirle a Dios que cambiara mis circunstancias, oré: Señor, hazme útil hoy en Tu Reino.

Quizá te preguntes: ¿cuándo podré salir de esta situación? Ya he pasado por eso. En cambio, te animo a que preguntes: ¿cómo puedo crecer a través de esta situación?

El regalo oculto de la incertidumbre es este: al otro lado de tu perseverancia hay una transformación hermosa.

Señor, muchas veces anhelo que mis circunstancias mejoren. Sin embargo, también deseo que Tú uses mi vida de manera poderosa en Tu Reino. Ayúdame a cooperar con la transformación que estás trayendo a mi vida. Por favor, concédeme el valor de confiar en Tu obra amorosa. En el Nombre de Jesús, Amén.

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2 Corintios 4:17, Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento. (NVI)

Describe un momento en el que luchaste con la pregunta: ¿Cuándo podré salir de esta situación? ¿Qué se renovó en tu corazón o alma a través de la situación?

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© 2024 por Laura Lacey Johnson. Todos los derechos reservados.

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