He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí. Gálatas 2:20 (NVI)
La fe es fácil a distancia. ¡Tengo todo tipo de fe de que Dios puede hacer cosas imposibles cuando no cuento con que Él haga ninguna de esas cosas por mí! Es más fácil decirle a Dios lo que creo que puede hacer que confiar en que lo hará como si mi vida dependiera de ello.
El 14 de agosto de 1859, miles de personas se reunieron para ver al acróbata francés, Charles Blondín, intentar caminar por la cuerda floja sobre las cataratas del Niágara. Me imagino a Blondín preguntando a la multitud si creían que podía hacerlo. «¡Sí!», habrían respondido. Al fin y al cabo, ya lo había hecho varias veces ese verano.
¡Luego lo imagino pidiendo a algún voluntario que se subiera sobre su espalda! El silencio se habría apoderado de la multitud. Mirar no es lo mismo que acompañar, ¿verdad?
Pero aquel día el administrador de Blondín, Harry Colcord, se subió a su espalda. Cuando empezaron a caminar por encima de las cataratas, Blondín se volvió hacia Colcord y le dijo que mirara hacia arriba. Le dijo que él ya no era “Colcord” sino “Blondín”, lo que significaba que serían como un solo hombre, mente, cuerpo y alma, hasta que cruzaran las cataratas. Blondín ordenó a su administrador que se balanceara con él y que no intentara mantener él mismo el balance, porque si lo hacía, ambos caerían al vacío.
Creer que Blondín podía caminar por la cuerda era distinto a creer en él. También para nosotros, si decimos, «Creemos que…» estamos haciendo una afirmación sobre algo; es una verdad proposicional. Hay cierta distancia entre nosotros y aquello que estamos proponiendo. Por eso muchas escrituras, y las primeras confesiones cristianas de fe como el Credo de Nicea, comienzan con las palabras enfáticas: “Creemos en.…” Confianza total.
Me vienen a la memoria las palabras de Pablo en Gálatas 2:20:
He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí.
Como cristianos, hemos muerto a una vieja forma de vivir. Y, sin embargo, debemos seguir viviendo nuestra vida cotidiana. Cada día debe ser vivido por la fe en Jesús. La fe es más que animar desde la banca. La fe no es simplemente creer que existe un Dios. La fe nos llama a la cuerda floja, no para que caminemos solos ni para que nos equilibremos con nuestros propios esfuerzos, sino para que nos aferremos a Jesús.
Blondín y su administrador sudoroso cruzaron las cataratas sanos y salvos. Pero aquí está la mejor noticia: Jesús es Aquel que te ama y se entregó a Sí mismo por ti. Él es digno de tu confianza. Él no te dejará caer. Puedes confiar en Él como si tu vida dependiera de ello.
Jesús, ayúdame a aferrarme a Ti. No permitas que intente dar un paso sin Ti. Hoy me acerco a Ti con fe. Llévame a través del cable. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Hebreos 11:6, En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. (NVI)
¿Cómo podrías acercarte a Dios hoy? ¿Qué sería una cosa que podrías confiarle a Él en oración?
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