En él también ustedes, cuando oyeron el mensaje de la verdad, el evangelio que les trajo la salvación, y lo creyeron, fueron marcados con el sello que es el Espíritu Santo prometido. Este garantiza nuestra herencia hasta que llegue la redención final del pueblo adquirido por Dios, para alabanza de su gloria. Efesios 1:13-14 (NVI)
En el mundo de mi hija de 8 años, la promesa de meñiques es la más vinculante de todas.
Cada semana, exige a sus hermanos que hagan este acuerdo irrevocable. Normalmente, la promesa implica que jugarán a un juego de su elección antes de un plazo determinado.
Pero la gran diferencia de edad entre mi hija y sus hermanos suele provocar desacuerdos a la hora de elegir actividades para hacer juntos. Mis hijos son adolescentes y su promesa no siempre resulta como lo planea su hermana. Alargan el acuerdo varios días en lugar de cumplir el plazo especificado. O a veces los términos se vuelven confusos.
Al reflexionar sobre el deseo de mi hija de una garantía, me he dado cuenta de que no es algo único. Es humano. Cuando di un paso de fe en un nuevo proyecto profesional, mi corazón anhelaba una garantía similar. Deseaba tener una señal que confirmara un futuro prometedor.
¿Quizás te haya pasado lo mismo?
Aunque las promesas de mi hija con el dedo meñique puedan parecer egocéntricas al principio, el deseo más profundo no lo es. Quiere estar con sus hermanos.
Esto es lo que me asombra: cada promesa que Dios ha hecho en la Biblia, desde Génesis hasta Apocalipsis, está motivada por un solo deseo… Su anhelo de estar contigo y conmigo.
Incluso la ley dada por medio de Moisés señaló al pueblo de Dios su necesidad de un Salvador. Jesús satisfizo esa necesidad. Y gracias a Jesús, tenemos una promesa mejor que mil promesas de meñique. Cuando confiamos en Él con todo nuestro corazón, declarando que Cristo es nuestro Señor, somos adoptadas como Sus hijas mediante el don del Espíritu Santo, selladas como Suyas.
El apóstol Pablo nos dice lo que este sello significa para nosotras:
En él también ustedes, cuando oyeron el mensaje de la verdad, el evangelio que les trajo la salvación, y lo creyeron, fueron marcados con el sello que es el Espíritu Santo prometido. Este garantiza nuestra herencia hasta que llegue la redención final del pueblo adquirido por Dios, para alabanza de su gloria (Efesios 1:13-14).
Solía pensar que esta promesa sólo se refería a la eternidad, pero luego vi la seguridad que me da para hoy. El Espíritu Santo me orienta hoy porque Él es mi Guía. Me da paz hoy porque Su presencia, la presencia de Dios, nunca me abandona.
Cuando anhelamos la seguridad del mañana, podemos saber que Dios está ahí y que Él es bueno. Amiga, si anhelas certeza sobre lo que está por venir, recuerda que esto nunca cambiará: cuando Él te selló con Su Espíritu, fue para siempre. ¡Eres Su hija para siempre!
Dios, gracias porque las promesas que das en Tu Palabra no se refieren solo a la eternidad. Son aseguranzas para hoy. Cuando anhelemos una garantía, que podamos recordar Tu Espíritu que mora en cada uno de nosotras que te llama Señor. En el Nombre de Jesús, Amén.
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2 Corintios 1:20, Todas las promesas que ha hecho Dios son «sí» en Cristo. Así que por medio de Cristo respondemos «amén» para la gloria de Dios. (NVI)
¿Cómo cambia tu perspectiva del futuro saber que todas las promesas de Dios son creadas por Su deseo de estar contigo? Cuéntanos en los comentarios.
© 2025 por Abby McDonald. Todos los derechos reservados.
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