¿Acaso no lo sabes? ¿Acaso no te has enterado? El SEÑOR es el Dios eterno, creador de los confines de la tierra. No se cansa ni se fatiga y su inteligencia es insondable. Isaías 40:28 (NVI)
«Mamá, ¿te vas a morir pronto?» La pregunta salió de la boca de mi hija de 4 años mientras paseábamos ayer.
«¿Por qué preguntas?», pregunté de vuelta.
«Pues, porque te están saliendo canas y estás envejeciendo», ella respondió con naturalidad.
¡No hay nada como una niña de 4 años que dice las cosas sin pelos en la lengua! Pero me hizo pensar en cómo es que nuestra cultura le tiene miedo al envejecimiento. Es asombrosa la cantidad de dinero que gastamos en “hacer retroceder el reloj” del proceso de envejecimiento.
Que quede claro: me lavo e hidrato la cara, uso una base con protector solar, y tengo el cabello teñido, así que no estoy en contra de los productos antiedad. Tengo 43 años y a veces me cuesta aceptar las marcas inevitables de la edad que empiezo a ver en fotos o en el espejo. Las arrugas alrededor de mis ojos y boca. Las canas que me enmarcan la cara. Los pelos fastidiosos de la nariz que ahora tengo que depilar. (¡¿Por qué ocurre esto con la edad?!)
Y aún así, también estoy reconociendo que estas señales de envejecimiento cuentan una historia:
De risa y recuerdos.
De lágrimas y desconsuelo.
De lecciones aprendidas.
De sanidad y de esperanza.
De ver la fidelidad de Dios.
Las arrugas y las canas representan crecimiento y madurez. Cometer errores y pedir perdón. Ir más allá de mis límites. Ver la fuerza y la bondad de Dios cuando me sentía débil e incapaz.
A veces la historia que cuentan no es la que yo habría elegido, pero miro hacia atrás y veo la mano de Dios obrando en ella. Es mejor que cualquier historia que hubiera escrito para mí mi propia vida.
Las arrugas y las canas son la evidencia de que Dios me ha sostenido a través de los años. Al igual que Dios nos dijo sobre Su propia fidelidad en Isaías 46:4, “Aun en la vejez, cuando ya peinen canas, yo seré el mismo, yo los sostendré. Yo los hice y cuidaré de ustedes; los sostendré y los libraré” (NVI).
Mientras envejezco y mi cuerpo sigue envejeciendo, Dios es el mismo Dios. Como leemos en Isaías 40:28: "¿Acaso no lo sabes? ¿Acaso no te has enterado? El SEÑOR es el Dios eterno, creador de los confines de la tierra. No se cansa ni se fatiga y su inteligencia es insondable”.
Cuando vea mis arrugas y mis canas, recordaré que mi Padre celestial nunca envejece ni se agota. Sobre todo, Él ha sido fiel, es fiel y será fiel.
Señor, gracias por ser el mismo ayer, hoy y siempre. No importan los cambios que vea en mi cuerpo envejecido, sé que puedo confiar en Ti y depender de Ti porque eres un Dios fiel y bueno. Ayúdame a descansar completamente en Ti hoy, y que mis arrugas y canas sirvan como un recordatorio continuo de cuán fiel has sido y lo continuarás siendo. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Hebreos 13:8, Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por siempre. (NVI)
¿Hay algún aspecto de tu vida en el que te cuesta creer que Dios es fiel? ¿Qué puedes hacer hoy para recordar que debes confiar en Su fidelidad? ¡Compártelo con nosotras en los comentarios!
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