Confía en el SEÑOR de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos y él allanará tus sendas. Proverbios 3:5-6 (NVI)
Todo empezó el día que Dios me dijo que regalara mi Biblia.
Estaba agotada de viajar y dar conferencias. Lo único que quería hacer era sentarme en mi asiento asignado en el avión y ponerme cómoda para tomar una siesta. Justo estuve a punto de cerrar mis ojos cuando dos pasajeros llegaron a mi fila a última hora y tomaron sus asientos.
A regañadientes, decidí renunciar a mi siesta, y opté por sacar un manuscrito de mi bolsa y leer. No quería pasar por la vergüenza de quedarme dormida sobre el hombro de alguien.
Cuando el hombre sentado a mi lado me preguntó en qué trabajaba, le dije que era una escritora y estaba trabajando en un libro acerca de guiar a mujeres hacia el corazón de Dios. Él sonrió y dijo que pensaba que Dios era un tema muy interesante. Asentí y le hice algunas preguntas sobre sus creencias.
En muy poco tiempo, me encontré alcanzando mi bolsa y sacando mi Biblia, señalándole unos versículos clave relacionados con los asuntos que él estaba enfrentando. Él me seguía haciendo preguntas y yo seguía orando que Dios me diera las respuestas.
De repente, sentí a Dios conmoviendo mi corazón para regalar mi Biblia a este hombre. Ahora debes entender que ésta no era simplemente cualquier Biblia. Esta era mi Biblia resaltada, subrayada, anotada, manchada de lágrimas, mi Biblia de uso diario. Incluso mis hijos habían dibujado en esta Biblia. Empecé a debatir con Dios en mi mente, pero Su mensaje era claro. Debía regalar mi Biblia.
Saqué lo que había dentro, respiré hondo y la entregué en las manos del hombre. «Me gustaría que tuviera mi Biblia», le dije. Asombrado, él trató de devolvérmela, diciendo que no podía aceptar tal regalo. «Dios me ha dicho que se la regale», insistí. «A veces, el Dios del universo se detiene en medio de toda Su creación para tocar el corazón de una persona. Hoy, Él se ha detenido por usted».
El hombre recibió mi Biblia y prometió hacer dos cosas. Primero, dijo que la leería. Y segundo, algún día él también la regalaría, haciendo por otro lo que yo había hecho por él.
Mientras bajé del avión ese día, mi corazón tenía sentimientos encontrados. Por un lado, estaba encantada con lo que Dios había hecho, y por otro lado me sentía abatida por los pensamientos que inundaban mi mente, recordando las veces que había dicho «no» a Dios.
Seguía preguntándome, ¿Dios, cuántas veces te he dicho «no»? ¿Cuántas veces, por estar demasiado cansada, demasiado insegura, demasiado indecisa, demasiado ocupada o demasiado egoísta… he pasado de largo por las citas divinas que Tú tenías previstas para mi y perdí la oportunidad de una experiencia contigo?
Alrededor de un mes más tarde, el empresario a quien había regalado mi Biblia me llamó. Habíamos intercambiado nuestras tarjetas de negocio y él quiso contarme cómo su vida había cambiado completamente. Él había tomado una semana de vacaciones para leer la Biblia y ya había compartido su testimonio con varias personas. También me dijo que después de leer las Escrituras, él sabía que necesitaba involucrarse en una iglesia. Dios estaba persiguiéndole de manera seria. Y yo me encontré bendecida y asombrada por la manera en que este hombre respondía.
Cuando le pregunté cuál era su versículo preferido, él dijo que era Proverbios 3:5-6: Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos y él allanará tus sendas.
Qué versículo más perfecto para representar lo que Dios pidió de mi.
Cuando Dios conmovió mi corazón con la urgencia de regalar mi Biblia a aquel hombre, yo no sabía lo que iba a pasar. El señor podría haber tirado mi Biblia en la papelera más cercana en el aeropuerto y no me enteraría. Normalmente, hubiera expuesto cientos de razones para no regalar mi Biblia, sin embargo, algo cambió en mí aquel día. Por primera vez, decidí ser una mujer que haría cualquier cosa que el Señor pidiera de mi. Una mujer que quiere seguir viendo a Dios obrar milagros por medio de actos pequeños de obediencia.
Señor, por favor perdóname por todas las veces que Te he dicho «no». Ahora mismo, digo «sí», Señor, aún antes de saber lo que Tú podrías pedir de mí. En el Nombre de Jesús, Amén.
Verdad para hoy
Juan 2:5, Su madre dijo a los sirvientes: ― Hagan lo que él les ordene. (NVI)
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Reflexiona y responde
¿Hay algo que Dios te ha estado conmoviendo a hacer, pero sigues dudando en cumplirlo? ¿De qué manera, aunque pequeña, podrás decirle «sí» hoy? Comparte tus pensamientos con nosotras en los comentarios.
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