Pues todos ustedes son hijos de la luz y del día; no pertenecemos a la oscuridad y a la noche. 1 Tesalonicenses 5:5 (NTV)
Había una vez, un sábado en la mañana, cuando los quehaceres domésticos se juntaron en reunión y consipraron, eligiéndome como su líder. Por favor, dime que algo similar también te ha pasado en tu hogar.
Mientras me apuraba haciendo los oficios de la casa, observé un tema que se desarrollaba en la sala. Durante el día, nuestra gatita dormilona, Noelle, se movía de un lugar a otro, manteniéndose acurrucada cálidamente en el parche de luz solar que atravesaba la ventana. A medida que el sol cruzaba el cielo, Noelle cruzaba el piso siguiendo ese parche de luz.
Mientras más la observaba, más me daba cuenta que una gatita me estaba enseñando algo.
Todas las mañanas, antes de poner mis pies sobre el piso, le pido a Dios que ordene mi día. Sin embargo, a menudo, dejo que el ajetreo de la vida dirija mi enfoque, dejándome impedida en las sombras en lugar de acunada en Su luz.
¿Te identificas? ¿Te despiertas a veces con alabanzas en tu boca, ofreciéndole a Dios tu día, y luego, te distraes con todas las cosas antes de darte cuenta que no estás sincronizada con la luz?
Sentada en la aula de una gatita, recuerdo que nuestro propósito no es que Dios nos persiga durante nuestros días, sino que permanezcamos dentro de Su luz.
Pienso en las palabras alentadoras de Pablo a los creyentes de Tesalónica, recordándoles a no estresarse acerca de cuándo volverían a ver a Jesús de nuevo, porque ellos eran hijos de la luz y del día (1 Tesalonicenses 5:5). Pablo les reafirmó que, como seguidores entusiastas de Cristo, ellos no se encontraban en la oscuridad sino que ya estaban centrados en la luz esperando que Jesús apareciera nuevamente.
Pablo no descartó sus preocupaciones ni impuso un montón de reglas extrañas como lo hicieron algunos maestros falsos. Simplemente, les recordó quiénes eran. Ellos eran hijos del día.
Las distracciones de la vida pueden hacer que necesitemos este recordatorio también, ya que son muchas las preocupaciones en el corazón de una mujer:
¿Cómo pagaré esa cuenta? ¿Puse la ropa en la secadora? ¿Estará bien mi hijo? ¿Respondí a ese correo electrónico? ¿Mi jefe realmente ve mi esfuerzo? ¿Cómo puedo crear una comunidad cuando me siento demasiado cansada como para alcanzar a alguien?
La lucha es real, pero la esperanza invade las sombras cuando recordamos quiénes somos y de Quién somos. Somos hijas del día.
En Juan 8:12, Jesús habló una vez más al pueblo y dijo: «Yo soy la luz del mundo. Si ustedes me siguen, no tendrán que andar en la oscuridad porque tendrán la luz que lleva a la vida» (NTV).
Nuestro Dios no simplemente reparte la luz - Él es la luz.
Así que, ¿cómo podemos mantenernos enfocadas en la luz que lleva a la vida?
- Alaba y adora a Cristo. Regocíjate en Su gloria, bondad y gracia.
- Mueve las cargas de tus manos hacia las de Él. Repítelo tanto como sea necesario. Él las cuidará bien.
- Empieza el día sembrando la Escritura en tu espíritu. Escribe un versículo para reflexionar, permitiendo que su verdad se escriba en tu corazón.
- Anticipa que el enemigo va a presionar el botón de disgusto. Mantente alerta, preparada para reconocer cuándo estás dejándote guiar por el estrés hacia las sombras de nuevo. Re-enfócate a través de la oración y adoración.
- Escribe una lista corta antes de irte a dormir, entregándole a Dios todo lo que volviste a tomar en tus manos el día de hoy. Descansa en Su consuelo y prepárate para empezar de cero mañana.
Todo lo que necesitamos se halla en la luz de nuestro Salvador, que da vida, porque somos hijas del día.
Querido Dios, gracias por ser la luz guía de mi vida. Ayúdame a vivir esperanzada, lista para verte aparecer y actuar en medio de mis días. En el Nombre de Jesús, Amén.
Verdad para hoy
Efesios 5:8-9, Porque ustedes antes eran oscuridad, pero ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de luz (el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad). (NVI)
Salmo 119:105, Tu palabra es una lámpara a mis pies; es una luz en mi sendero. (NVI)
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© 2020 por Brenda Bradford Ottinger. Todos los derechos reservados.
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