Devocionales

Perdón: Una palabra de doble filo

Lysa TerKeurst 22 de septiembre de 2020
Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo. Efesios 4:32 (NVI)

¿Alguna vez te has visto definiendo tu vida antes y después de que te lastimaron profundamente?

La temporada terrible. La conversación que te dejó atónita. El traumático día del descubrimiento. El divorcio. La muerte prematura tan incomprensible que aún no puedes creer que se han ido. La ruptura. El día que tu amigo(a) te abandonó. La conversación llena de odio. El comentario que parece estar marcado en tu alma. El día que todo cambió.

Ese momento definitivo en el tiempo. La vida antes. La vida ahora. ¿Es posible dejar atrás algo como esto? ¿Es posible volver a crear una vida hermosa?

Comprendo profundamente este tipo de devastación definitiva de una manera tan personal.

Así como tú, desearía no haber tenido una comprensión tan íntima de esos sentimientos. Pero la tengo. 

Cuando tu corazón ha sido destruido y recreado en algo que no se siente del todo normal dentro de tu propio pecho, la palabra “perdón” se siente un poco irreal de mencionar.

Pero amiga, ¿puedo decirte un secreto de algo que estoy aprendiendo hoy?

El perdón es posible, pero no siempre se sentirá posible.

¿Acaso no es una palabra de doble filo?

Es difícil de dar. Es increíble conseguirlo. Cuando lo recibimos tan generosamente del Señor, pero nos negamos a darlo, algo pesado empieza a formarse en nuestras almas.

Es el peso del perdón que no se le permitió pasar. Y en mi caso, principalmente, es por no haber entendido algo tan increíblemente profundo acerca del perdón.

El perdón no es algo difícil que tengamos la opción de hacer o no. El perdón es algo difícil de obtener en el que tenemos la oportunidad de participar.

Nuestra parte en el perdón no es de desesperación, donde tenemos que esforzarnos con dientes y puños apretados. No es llorar y resistir mantener nuestras justificaciones para permanecer molesta, herida y horrorizada por todo lo que ellos hicieron. Esto es lo que una vez pensé que era el perdón, y después de ser yo la herida, no podía imaginarme tener otro proceso por el que perseverar.

Si erróneamente pienso que el perdón inicia y termina en mi esfuerzo, madurez espontánea, resistencia impetuosa, y sentimientos amables que se sienten reales por un momento y fingidos al siguiente momento, nunca seré capaz de dar auténticamente el tipo de perdón que Jesús me ha dado.

Mi habilidad para perdonar a otros inicia y termina en lo que Jesús ya ha hecho, lo que permite que Su gracia fluya libremente hacia mí y a través de mí. (Efesios 4:7)

El perdón no es un acto de mi determinación.
El perdón sólo es posible por mi cooperación.

La cooperación es lo que me ha faltado. La cooperación con lo que Jesús ya ha hecho hace posible versículos como Efesios 4:32: Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.

Perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo. Dios sabía que no podríamos hacerlo solas. Así que, hizo un camino que no está basado en nuestras fuerzas. Un camino para perdonar. Un camino para aferrarnos a los brazos extendidos de Jesús, ensangrentados por la crucifixión y empapados con redención. Él perdona lo que nunca podríamos ser capaces de enmendar. Él hace un camino para que nosotras únicamente cooperemos con Su obra de perdón…para que recibamos y para que demos.

Esa persona o personas — ya nos han causado suficiente dolor a ti, a mí y a quienes nos rodean. Ya han ocasionado suficiente daño. Y no tienes que ser presa del dolor. Pero puedes decidir cómo seguir adelante. Si estás metida hasta el cuello en el dolor y esto repercute en sentimientos de resistencia que también he sentido, déjame asegurarte: el perdón es posible. Y es bueno.

Por eso, hoy sólo quiero que te sientes aquí por un momento y consideres la posibilidad de estas dos palabras de doble filo, “el perdón”. No porque tu dolor no importe. No porque lo que hicieron estuvo bien. No porque esto lo arregle todo. Pero sí porque tu corazón es demasiado hermoso para albergar un dolor sin sanar. Y tu alma es muy merecedora de la libertad como para quedarse atrapada aquí.

Dios, gracias por enviar a Tu Hijo Jesús para que no tengamos que vivir la vida solas. Gracias por preocuparte por mi dolor y encontrarme en este lugar. Hoy muéstrame cómo puedo cooperar con el perdón, aun cuando es difícil. Ayúdame a seguir dando pasos contigo en este proceso de sanidad. En el Nombre de Jesús, Amén.

Verdad para hoy

Colosenses 3:13, de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes. (NVI)

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Reflexiona y responde

¿Cómo te anima saber que el perdón es posible gracias a nuestra cooperación en lugar de nuestra determinación? ¿Qué otra verdad liberadora aprendiste hoy del perdón?

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© 2020 por Lysa TerKeurst. Todos los derechos reservados.

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