Si subiera al cielo, allí estás tú; si tendiera mi lecho en el fondo del abismo, también estás allí. Si me elevara sobre las alas del alba, o me estableciera en los extremos del mar, aun allí tu mano me guiaría, ¡me sostendría tu mano derecha! Salmo 139:8-10 (NVI)
Íbamos camino a casa cuando la enfermera llamó con noticias para mi esposo, Patrick. Yo estaba manejando cuando él contestó su teléfono celular. Fue un intercambio rápido, pero cuando lo volví a ver él estaba escribiendo en un pedazo de papel, vi la palabra “cáncer”.
Es verdad que oír la palabra que comienza con la letra “C” se siente como si alguien te golpeara en el estómago. Yo quería vomitar. Ambos permanecimos sentados en silencio. Aunque es un poco borroso para mí, sí recuerdo estacionarnos en la entrada de nuestra casa, los dos llorando sin palabras. En algún momento, salí corriendo del coche y corrí por las escaleras hasta nuestra habitación.
Parecía un lugar seguro, aunque sólo fuese una ilusión.
Mi cuerpo entero se sentía como un globo al que le habían sacado el aire. Estaba incrédula. Sola en nuestra habitación, busqué en Google sobre cáncer de sangre y me colapsé en el suelo al leer la palabra “incurable”. Lo leí otra vez. Incurable.
Mis pensamientos se precipitaron. O mejor dicho, arrasaron contra y dentro de mí.
Pensé en la enfermedad. Sufrimiento. Muerte.
Pensé en envejecer sola.
Pensé en la graduación de nuestros hijos.
Hijos e hijas caminando hacia el altar un día, sin su padre.
Esto le pasa a otras personas. No a nosotros. ¿Cómo le podía estar pasando esto a nuestra familia?
El dolor de cada persona es único. Ciertamente yo no soy una experta en sufrimiento. Pero el peor dolor de todos, el sufrimiento más oscuro, es cuando en medio de nuestra tormenta incluso Dios se siente muy lejano. Distante. No involucrado. Y así es exactamente como Dios se sentía para mí.
Quizá tú estás en ese lugar ahora mismo, sintiendo la oscuridad y la aridez, como si Dios mismo te hubiera dejado. Lo que sea que estés enfrentando, primero quiero recordarte que tú no estás sola sintiéndote sola. No eres la primera persona en caminar en medio de la adversidad y preguntarte si Dios está contigo o contra ti. Este sentimiento no es una debilidad o un signo de tu falta de fe. Aún más importante, quiero recordarte que tú no estás sola porque Dios ESTÁ ahí. Aun cuando parezca que Él no está presente.
Como el salmista nos recuerda en el Salmo 139:8-10, no hay ningún lugar a donde podamos ir en que Dios no esté ya presente, Si subiera al cielo, allí estás tú; si tendiera mi lecho en el fondo del abismo, también estás allí. Si me elevara sobre las alas del alba, o me estableciera en los extremos del mar, aun allí tu mano me guiaría, ¡me sostendría tu mano derecha!
Nota que el salmista usa la palabra “mano” dos veces. Una vez para decirnos que Dios nos está guiando y la segunda vez para decirnos que Dios nos posee o nos sostiene (verso 10). Él nos está guiando y sosteniendo, aun cuando batallemos para sentirlo.
Mientras me enfrentaba a mi tormenta y a los meses que siguieron, hice la única cosa que sabía hacer. Me quedé de rodillas. Devoré las Escrituras. Lloré. Hice oración y adoración mientras esperaba que esta temporada pasara. Y pasó - con la sanación milagrosa de mi esposo.
Recuerdo que no hace mucho, miraba a una amiga a la cara mientras ella declaraba que no podía encontrar a Dios en medio de su sufrimiento. Le supliqué: «No dejes de buscarlo. Él está aquí». Lo mismo te digo a ti hoy. Más importante que sentir a Dios es saber y confiar en que Él nos ha encontrado. Él nos ama. Él nos está sosteniendo. Él está presente con nosotras. Y Él es fiel para llevarnos durante la tormenta, pase lo que pase.
Padre Celestial, ayúdame a saber que Tú estás conmigo. Mediante el poder de Tu Espíritu, acércame más a Ti. Dame Tu gracia para un respiro más, un paso más, un día más. Quiero conocerte, amarte, y darte gloria a Ti. En el Nombre de Jesús, Amén.
Verdad para hoy
Hebreos 13:5, [..] «Nunca te dejaré; jamás te abandonaré». (NVI)
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Recursos Adicionales
In a Boat in the Middle of a Lake de Patrick y Ruth Schwenk es un poderoso recordatorio de que tu tormenta no tiene porqué hundirte. En este libro compasivo y emotivo, los Schwenks juntan lecciones sobre su propia experiencia de múltiples abortos espontáneos (y años después, un diagnóstico de cáncer) con profundas enseñanzas de la Biblia para recordarnos que una de las maneras más grandes en que Dios nos transforma es por medio de las pruebas.
Hoy —en tu confusión acerca de las intenciones de Dios, tu decepción por los sueños perdidos, tu desilusión acerca de la oración— Dios nos está ofreciendo esperanza. Visita InaBoatBook.com.
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Reflexiona y responde
¿Cómo puede ser peligroso caminar siguiendo nuestros sentimientos en lugar de nuestra fe?
¿En qué área de tu vida te está pidiendo Dios que confíes en lo que Él dice y no sólo en cómo te sientes?
© 2020 por Ruth Schwenk. Todos los derechos reservados.
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