«El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.» Juan 10:10 (NVI)
¿Alguna vez has visto una película sobre viajes en el tiempo en la que el protagonista retrocede en el tiempo para tratar de arreglar las cosas, pero cuando vuelve al presente, termina empeorando todo? ¡Así es como se ha sentido el 2020!
Parece que cuando apenas conseguimos encontrar nuestro camino con una crisis, otra entra en escena. Este mundo turbulento, puesto de cabeza por las calamidades, catástrofes y contagios, clama por una generación de mujeres...hijas del Rey, llenas del Espíritu Santo, que obtienen su fuerza en Dios para vivir de una manera relevante.
Todas hemos sido profundamente conmovidas y cambiadas por la adversidad de esta temporada. Tu adversidad puede haber incluido una relación rota. Podría haber sido un momento de lucha contra la ansiedad, contra la enfermedad, la pérdida de un ser querido, las dificultades financieras o incluso un patrón de pensamientos que te derribaron. La batalla de cada mujer es única.
Lo que sé que es cierto es que nuestros corazones están hechos para enfrentar y luchar incluso en las situaciones más difíciles. No estamos solas; tenemos a Dios de nuestro lado. Y nunca podemos perder de vista esa verdad porque guarda el secreto de nuestra verdadera identidad.
Cuando olvidamos quiénes somos en Dios, corremos el riesgo de creer estas mentiras del enemigo:
- Tu apariencia es lo más importante de ti.
- Lo que haces y lo que logras es lo que te define.
- Debes demostrar tu valor.
- Eres responsable de la felicidad de todos.
- No te recuperarás de esto.
Cada una de estas mentiras está diseñada para distraernos, desanimarnos y deprimirnos. Pequeñas e insignificantes por sí solas, estas mentiras se acumulan con el tiempo hasta que se sienten verdaderas. A medida que el constante recuerdo diario de estas mentiras nos desgasta, comenzamos a dudar de quiénes somos.
Para hacer todo lo que Dios tiene para nosotras en esta vida, debemos saber quiénes somos. Y nuestra incertidumbre sobre nuestra identidad es precisamente el motivo por el que las mentiras del enemigo nos hacen tropezar. Juan 10:10 expone la engañosa misión del enemigo, pero también revela el plan primordial de Dios para nosotras cuando creemos en Él y en Su propósito para nosotras: "El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia".
La verdad es que somos el linaje directo del Rey del universo. Esa es nuestra verdadera identidad, y ninguna mentira del enemigo tiene el poder de robarnos eso.
Y debido a esa verdad, nuestro llamado es claro. Nuestro llamado es conocerlo, y nuestra misión es mostrarlo. No hemos sido llamadas a complacer a la gente, sino a complacer a Dios. No hemos sido llamadas a rendirnos cuando los tiempos se vuelven difíciles, sino a entregarnos a la voluntad de Dios y obtener nuestras fuerzas de Él.
La verdad es que no se puede quebrantar a una mujer que obtiene su fuerza de Dios.
Si eres una creyente, el Espíritu Santo vive en ti. No podemos seguir caminando, sintiéndonos impotentes, como si la vida nos estuviera pasando y nosotras fuéramos las víctimas. El Espíritu de Dios vive dentro de nosotras, dándonos poder cada día sin importar lo que enfrentemos en este mundo.
Y no importa las mentiras que el mundo te arroje, la verdad es que eres digna de salvación porque Él te salvó. Eres digna de ser amada porque Jesús te ama. Eres digna de más en este mundo porque Él te da poder.
Ser una mujer de Dios no se trata de lo que puedas llegar a hacer por tu cuenta. Se trata de ser fuerte en quién eres en Cristo y lo que Él hace en y a través de ti.
Podemos unirnos a Dios y avanzar hacia el futuro que Él tiene para nosotras, sin importar cómo se vea, sin importar la adversidad que se nos presente, sin importar los obstáculos que enfrentemos, sin importar lo que sea.
Eres una hija del Rey, llena del Espíritu Santo, que se mantiene firme en la promesa de que Dios te creó y te llamó a vivir una vida abundante en Él.
Señor, gracias por el consuelo de saber que nos creaste para encontrar nuestra identidad y fuerza en Ti. En el Nombre de Jesús, Amén.
Verdad para hoy
Juan 3:17 NVI, Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él.
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Recursos Adicionales
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Reflexiona y responde
Identifica cómo las mentiras del enemigo te han alejado de la Verdad de Dios sobre ti. ¿Cómo sería llevar esas mentiras a Dios y entregárselas a Él? Comparte con nosotras en los comentarios, ¡y animémonos mutuamente!
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