—Yo soy el pan de vida —declaró Jesús—. El que a mí viene nunca pasará hambre, y el que en mí cree nunca más volverá a tener sed. Juan 6:35 (NVI)
A veces he visto las peticiones de mis oraciones como si fueran envíos de Amazon Prime.
Quiero saber que obtendré lo que he pedido. Quiero que lo que me sea dado luzca tal cual como lo esperaba y que llegue en tiempo récord. ¡Y después me sentiré muy cerca de Dios porque Él hizo lo que yo quería!
No estoy orgullosa de esto. Es uno de los retos a los que me enfrento. Porque hay algo tan humano y predecible sobre la forma en la que la oración funciona. Entonces como mis oraciones se convierten en órdenes que doy, las respuestas son tan baratas como cualquier otro producto, y quien las envía no es más que una entidad remota en la que no pienso a menos que necesite algo más.
Quiero cambiar esto. Quiero acercarme a Dios con mis necesidades, mis deseos, mi hambre, y reconocer que lo que sea que Él ponga delante de mí es Su pan de cada día. Cuando Jesús nos enseñó a orar diariamente, Su primera petición fue por el pan nuestro de cada día. Pero ¿acaso no es cierto que el pan tuvo muchas diferentes formas en la Biblia?
A veces aparece como una hogaza de pan salida del horno (Levítico 2:4), otras veces como maná del cielo (Deuteronomio 8:3), o el mejor de todos, como Jesús que se declaró a Sí mismo como el pan de vida (Juan 6:35). Las tres son la provisión perfecta de Dios. Pero con nuestros ojos humanos, probablemente sólo reconoceríamos la hogaza de pan como algo bueno y llenador, y qué tragedia sería eso.
La hogaza de pan puede ser lo que quiero de Dios, pero ¿no es la hogaza la menos milagrosa de las otras formas de pan? Es el tipo de provisión que tenemos que trabajar para recibir de la tierra, cosechando el trigo, procesándolo y luego horneándolo – todo con nuestras propias manos. Pero quizá eso es lo que me gusta tanto sobre la hogaza de pan. Como estoy trabajando para hacerla, tengo un sentido de control.
El maná representa lo que Dios simplemente da. El maná que cayó del cielo para los hijos de Israel era el sustento perfecto de Dios, aun cuando parecía más como pequeñas hojuelas o semillas que hogazas de pan. Y aun así vino directamente de Dios, día tras día, y mantuvo con vida a más de un millón de israelitas en el desierto por los 40 años que lo necesitaron. Era milagroso.
Pero aún con el maná, la gente tuvo un trabajo que hacer. Tenían que ir afuera de sus tiendas para recogerlo. Ellos no lo cosechaban, pero podían contar con él.
El control y la consistencia me hacen sentir que estoy confiando en Dios, cuando en realidad, sólo estoy confiando en Él al nivel al que Él viene por mí.
El mejor tipo de pan, sin embargo, es el pan de vida: Jesús mismo. Esta no es la provisión por la que trabajamos, o provisión que simplemente recogemos; esta es provisión en Cristo depositada dentro de nosotras que nutre y sustenta hasta nuestra alma.
En Juan 6:35, “—Yo soy el pan de vida —declaró Jesús—. El que a mí viene nunca pasará hambre, y el que en mí cree nunca más volverá a tener sed.” Jesús es la provisión más milagrosa, y la que ya nos ha sido dada a nosotras hoy – pero quizá la menos conocida de ser todo lo que necesitamos.
Y sé que puede que estés diciendo, «Mira, Lysa, lo que está enfrente de mí es espantoso, así que esto no me hace querer confiar más en Dios. ¡Me hace confiar en Él menos!» Lo entiendo. Me siento igual respecto a algo de lo que tengo frente a mí en este momento también.
Si hoy tenemos a Jesús, estamos viviendo en una oración y provisión respondidas. Él que trae lo bueno, a pesar de lo malo que estamos viendo con nuestros ojos físicos, está activamente trabajando por nosotras ahora mismo. Él le está hablando al Padre sobre ti en este momento de forma tal que, si pudieras oírlo, nunca tendrías miedo de lo que está frente a ti. Nunca cuestiones Su amor por ti o Su bondad hacia ti.
Nosotras sólo podemos ver lo que la mente humana puede imaginar, pero Dios está construyendo algo que no podemos entender. Lo podremos ver a su debido tiempo, o quizá hasta la eternidad. Pero hasta que lo veamos, podemos saber con certeza que lo que sea que Él nos da en verdad es Su buena provisión, ya sea que ese bien sea para hoy, o parte de un plan mucho más grande.
Así que hoy, amigas, podemos orar lo que necesitamos orar. Orar todas las palabras, dejar que las lágrimas fluyan en sollozos y frustraciones mezcladas con esperanza. Y entonces, podemos mirar a lo que está justo frente a nosotras a través de lo que sabemos que es verdad acerca de Dios. Y confiar en que Jesús eventualmente hará algo hermoso a partir de eso.
Jesús, gracias por ser el sustento perfecto que necesito hoy. Te veo como el Pan de Vida. Ayúdame cuando estoy batallando mientras espero que mis plegarias sean respondidas en Tu tiempo perfecto. En el Nombre de Jesús, Amén.
Verdad para hoy
Salmo 54:4, Pero Dios es mi socorro; el Señor es quien me sostiene. (NVI)
Recursos Adicionales
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Reflexiona y responde
Aún en medio de las oraciones que anhelas que Dios responda, ¿cómo Jesús mismo se ha mostrado como la provisión de “pan de vida” para ti recientemente? Nos encantaría oír de ti en los comentarios.
© 2020 por Lysa TerKeurst. Todos los derechos reservados.
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