Devocionales

Aflicción, petición y cántico

Arlene Pellicane 8 de diciembre de 2020
¿Hasta cuándo, oh SEÑOR? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí? Salmo‬ 13:1‬ (RVA-2015)‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬

Cuando el doctor entró en la habitación, metí mi libro en mi bolso. En retrospectiva, Dios me había estado preparando durante semanas para la noticia que recibiría en ese chequeo médico final.

Estaba embarazada de mi segundo bebé, una niñita, pero había problemas serios. El día antes del Día de Acción de Gracias, durante mi ultrasonido, descubrimos que nuestra bebé tenía defectos cromosómicos y que probablemente no sobreviviría. Oh, cuánto lloramos y oramos. Pedimos un milagro. Oramos para que Dios sanara a esa niñita en mi vientre, para que todo estuviera bien en su cuerpo.

Habíamos luchado contra la infertilidad, y yo estaba tan feliz de estar embarazada con una bebé.

Durante esa cita médica sombría entre Navidad y Año Nuevo, confirmamos que su pequeño corazón había dejado de latir. Yo tenía 26 semanas de embarazo.

Dios no había respondido a nuestras oraciones de la manera que habíamos querido. Repetí los gritos de David en el Salmo 13:1, “¿Hasta cuándo, oh SEÑOR? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí?”.

El Salmo 13 tiene el título, “Al músico principal. Salmo de David.” Este salmo de desahogarse con Dios acerca de “hasta cuándo”, debía ser enseñado al pueblo — para ser parte del himnario oficial de la nación de Israel. ¿No es esto sorprendente? Aparentemente, Dios no se decepciona ni se enoja con el desahogo honesto — más bien ¡hasta lo alienta!

Cuando nuestros sueños se suspenden o terminan, tenemos este ejemplo de David que derrama su corazón honestamente a Dios. Cuando sentimos que Dios se ha olvidado de nosotras, podemos recordar que el famoso Rey David, el hombre conforme al corazón de Dios, también se sintió olvidado.

Pero David no se quedó ahí en el dolor. De ahí, pasa a pedirle ayuda a Dios en el versículo 3, “¡Mira; respóndeme, oh SEÑOR, Dios mío! Alumbra mis ojos…” (RVA-2015). Quería que Dios le devolviera la luz a sus ojos.

El Salmo 13 concluye con los versículos 5-6 (NVI), “Pero yo confío en tu gran amor; mi corazón se alegra en tu salvación. Canto salmos al SEÑOR. ¡El SEÑOR ha sido bueno conmigo!” David se aflige, luego pide, y luego canta.

Aunque se sentía olvidado y abandonado, David se entrenó a sí mismo para recordar la bondad de Dios. Quizás recordaba haber derrotado al gigante Goliat (1 Samuel 17), o la liberación de Dios cuando el Rey Saúl intentó clavarlo en la pared con una lanza (1 Samuel 19:9-10). Aunque sus circunstancias no habían cambiado, el corazón de David estaba cambiando. Se estaba fijando en la bondad de Dios.

Cuando nuestras esperanzas y sueños no se realizan de la forma en que imaginamos, Dios recibe con agrado nuestro desahogo y nuestro llanto.

Durante mucho tiempo después de esa cita con el doctor, lloré en el baño mientras intentaba maquillarme en vano. Lloré cuando cantaba canciones de adoración en la iglesia. Cuestioné a Dios sobre Su plan para nuestra familia. El Salmo 13 nos comprueba que Dios está listo para nuestra honestidad. Podemos pedirle ayuda y cantar alabanzas por fe (o si no podemos reunir la fe, podemos cantar simplemente por lo que Él es).

Después de dar a luz a mi niña quien está en el cielo, tomé ese libro de vida cristiana que había estado leyendo en la sala de espera. Dios me habló a través de este libro, pidiéndome que tuviera fe en Él, que estuviera segura de lo que creía de Él y de mí misma, y que perseverara. Le pedí a Dios que me ayudara. Canté canciones de adoración en la iglesia, en casa, en la ducha, en el coche. Amigas, puedo decir con honestidad que Dios devolvió la luz a mis ojos.

Hasta el día de hoy, todavía recuerdo a mi dulce niña quien está ahora con Jesús. Pero un año después de perder a esa bebé, estaba de vuelta en el hospital durante la temporada de Navidad. Pero esta vez, fue para dar a luz a una niña sana de más de tres kilos. Noelle tiene ahora 14 años, es una estudiante de primer año en la secundaria. Es un testimonio viviente de la bondad de Dios en mi vida.

Ahora cuando se me presentan problemas, miro a mi hija y recuerdo la bondad de Dios. Confiaré en el futuro porque sé lo que Dios ha hecho en mi pasado.

Querido Jesús, Tú eres el que me levanta. Gracias por escucharme y por consolar mi corazón. Pongo mi esperanza en Ti. En tu gran amor, Dios, respóndeme con tu salvación segura. En el Nombre de Jesús, Amén.

Verdad para hoy

Salmo 27:13, Pero de una cosa estoy seguro: he de ver la bondad del SEÑOR en esta tierra de los vivientes. (NVI)‬

Salmo 69:16, Respóndeme, SEÑOR, por tu bondad y tu amor; por tu gran compasión, vuélvete a mí.‬ (NVI‬)‬

Recursos Adicionales

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Reflexiona y responde

Tal vez has estado orando por algo, pero pareciera que Dios no responde. ¿Qué es eso por lo que has estado orando? 

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